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Transcurrido más de un minuto, salió a gatas del baño, se quedó un rato sentado<br />
sobre la moqueta, recuperó parte de sus fuerzas, logró llegar a la cama y se desplomó,<br />
exhausto, sobre ella. Permaneció unos momentos semiinconsciente y finalmente abrió los<br />
ojos. Las sábanas estaban llenas de manchas. Enfocó la mirada y vio que las manchas<br />
eran de color rojo oscuro. Sangre. Se miró las pantorrillas, los muslos, los brazos. Tenía<br />
sangre en el pecho. La sangre procedía de la mano. Se había cortado con un cristal.<br />
Volvió la cabeza y se fijó en la mesilla de noche, sobre la que había una lámpara y<br />
un teléfono. Alargó la mano, levantó el receptor y se lo apretó contra la oreja. No oyó la<br />
señal de línea. Sobre la mesilla había una cartulina con instrucciones. La cogió pero fue<br />
incapaz de leer las borrosas letras. Tiró del aparato por el cordón y pulsó números al azar.<br />
En el receptor sonó un extraño sonido. Era inútil. Dejó el teléfono, giró sobre sí mismo<br />
hacia la pared, cerró el puño y comenzó a golpear en ella. Sin duda, Tizzie lo oiría y<br />
acudiría a ayudarlo. Pero no fue así. Se tumbó boca arriba y trató de pensar. Se puso un<br />
brazo sobre la frente y de pronto notó que un líquido le corría por el rostro. Se incorporó,<br />
vio que la pared que había golpeado tenía manchas de sangre, y se dio cuenta de que el<br />
tabique no comunicaba con el dormitorio de Tizzie, sino con el baño de su propia<br />
habitación. Le pareció oír que el agua seguía corriendo.<br />
Se derrumbó sobre las sábanas y se quedó adormilado. Pero su sueño no fue<br />
tranquilo y reparador, sino agitado y angustioso. Se despertó una vez, vio que en la<br />
habitación había menos luz y volvió a perder el sentido. Tuvo una pesadilla: volvía a estar<br />
en la isla y lo perseguían los ordenanzas y los perros. Él corría desesperadamente a<br />
través de las marismas, pero el agua le obstaculizaba los movimientos y sus<br />
perseguidores estaban cada vez más y más cerca. Llegó a un claro y los perros se<br />
abalanzaron sobre él. Lo rodearon, lo hicieron recular hasta un árbol. Los animales<br />
gruñían y mostraban los dientes... estaban a punto de lanzársele a la garganta... Se<br />
incorporó en la cama jadeante y sudoroso.<br />
Miró en torno intentando orientarse. La luz del baño estaba encendida, iluminaba la<br />
moqueta del exterior y arrojaba sombras alargadas sobre la pared. Oyó el rumor de agua<br />
corriendo. Encendió la lámpara de la mesilla y vio que las sábanas, la pared y su propio<br />
pecho estaban manchados de sangre seca. Alzó la mano y examinó la herida, sobre la<br />
que se estaba formando una gruesa costra. Debía de haber perdido mucha sangre. Quizá<br />
por eso se sentía tan débil.<br />
Trató de incorporarse, notó de nuevo el dolor en el pecho, se recostó y volvió a<br />
intentarlo minutos más tarde. Esta vez fue capaz de ponerse en pie y permaneció casi<br />
inmóvil unos segundos, inclinándose primero hacia un lado y luego hacia el contrario. A<br />
duras penas llegó a la silla en la que había dejado los pantalones. Trabajosamente, se<br />
apoyó en la pared y, no sin esfuerzo, consiguió sentarse y ponerse los pantalones.<br />
Descansó unos momentos intentando recordar lo que deseaba hacer. Estaba totalmente<br />
desorientado.<br />
Se levantó de nuevo, siempre tembloroso, y caminó muy despacio hasta la puerta,<br />
que tenía echada la cadena. Trató de soltarla, pero la mano le temblaba de tal modo que<br />
le resultó imposible hacerlo. Hizo girar el pomo; la puerta se abrió diez centímetros y<br />
quedó bloqueada. A través del resquicio, Skyler divisó parte del estacionamiento y notó<br />
que el aire era cálido y seco. Ya estaba anocheciendo.<br />
Cerró la puerta y apoyó un hombro en ella. Luego, con la otra mano y<br />
concentrándose al máximo, logró descorrer la cadena. Agarró de nuevo el tirador y lo hizo<br />
girar lentamente. Al retroceder un paso estuvo a punto de perder el equilibrio. Abrió del<br />
todo la puerta. El aire, caliente y pesado, lo abofeteó. Salió a la galería, se agarró a la<br />
barandilla con ambas manos y se dobló sobre ella. Utilizándola como apoyo, echó a andar<br />
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