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Darnton, John - Experimento

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Esperaba volver a experimentar la misma sensación de familiaridad, de cosa ya<br />

vista, pero no fue así. El agreste y quebrado paisaje no evocaba en él recuerdo alguno.<br />

En la ladera de uno de los montes divisó las instalaciones de una vieja mina, y más<br />

adelante volvió a ver otras similares. Las curvas de la carretera se hicieron cada vez más<br />

cerradas, y el coche coleó varias veces al tomarlas. Llegó a un barranco cuyo cauce<br />

estaba teñido de rojo, indicación de que había en las proximidades una vieja mina de<br />

cobre. Más tarde, tras pasar ante una quebrada sobre la que se alzaban las esqueléticas<br />

estructuras de unas viejas casas, vio un letrero que anunciaba: Jerome. Y, bajo el<br />

nombre: «Altura, 1600 metros.» Y, más abajo: «Fundada en 1876.»<br />

Recordó lo que había leído acerca del lugar. Jerome fue en tiempos un lugar<br />

próspero debido a las minas de cobre, plata y oro que había en los alrededores. En su<br />

momento de mayor auge, allá por los años treinta, alcanzó los quince mil habitantes.<br />

Luego el precio del cobre se hundió y el número de habitantes descendió igualmente,<br />

hasta que quedaron sólo cinco mil, en su mayoría mineros, borrachos, tahúres, rufianes y<br />

prostitutas. Los mineros siguieron trabajando en la vieja United Verde, a las órdenes de<br />

Phelps Dodge, hasta que, en 1953, la mina se agotó por completo, todos se fueron y el<br />

lugar se convirtió en un pueblo fantasma. Recientemente había recuperado una parte de<br />

su vitalidad debido a la llegada de los hippies, que se habían instalado en las viejas casas<br />

y vivían de vender baratijas a los turistas.<br />

El camino descendió durante un trecho y volvió a ascender en una cuesta tan larga y<br />

pronunciada que Jude notó que la espalda presionaba con fuerza contra el respaldo. A<br />

mitad de la ascensión, el camino comenzó a deteriorarse. Había largos tramos sin barrera<br />

de protección y la calzada estaba llena de piedras y tierra que se habían desprendido.<br />

Jude conducía despacio y en zigzag para sortear los obstáculos. En determinado<br />

momento, cuando el coche pasó por encima de un montón de tierra y las ruedas<br />

delanteras se elevaron, creyó percibir un movimiento en el retrovisor. Parecía como si<br />

más atrás, en el mismo camino, hubiera un coche ascendiendo por una pronunciada<br />

cuesta. A partir de entonces no le quitó ojo al retrovisor, pero el otro coche no tardó en<br />

desaparecer tras un promontorio. Al fin, su automóvil coronó la cumbre y Jude vio<br />

aparecer ante sí la pequeña altiplanicie sobre la que se alzaban las casas y las calles de<br />

Jerome.<br />

La calle mayor estaba llena de grietas y socavones, pero no se hallaba del todo<br />

desierta. Vio varios coches y a media docena de personas caminando por las calles. Una<br />

de las aceras estaba llena de escaparates de tiendas. Muchas de éstas se hallaban<br />

cerradas y sumamente deterioradas, pero otros locales estaban abiertos: una pizzería, un<br />

bar, una cafetería y un museo. La calle describía una curva y volvía sobre sí misma a un<br />

segundo nivel, donde las estructuras de madera se alzaban formando extraños ángulos.<br />

En el centro estaba el viejo edificio de tres pisos del hotel Central. Las barandillas de sus<br />

triples balcones parecían en perfecto estado de conservación. El camino continuaba más<br />

allá.<br />

Jude, haciendo caso a su instinto, siguió hacia adelante montaña arriba. Junto al<br />

camino había postes telefónicos inclinados o caídos, casas a medio terminar y viejas y<br />

renegridas cabañas abandonadas hacía décadas.<br />

Tres minutos más tarde, llegó a un camino lateral de tierra. Se metió por él y,<br />

kilómetro y medio más adelante, encontró una pequeña población. Estacionó el coche, lo<br />

cerró y echó a andar por el centro de la única calle. En los alrededores no había nadie.<br />

Vio una antigua barbería, con el escaparate roto y las hierbas trepando por los viejos<br />

asientos de cuero. Toda una sección de las fachadas se había derrumbado hacia atrás y,<br />

por encima de los restos de las casas, se veía un espectacular panorama de valles verdes<br />

y rojas colinas que se prolongaba hasta perderse de vista.<br />

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