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Darnton, John - Experimento

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—No sé. Es un simple mote.<br />

—Mi nombre es más que un mote. Es una historia.<br />

El viejo se acomodó en el sillón y Skyler se sentó junto a Raisin en la cama.<br />

—Kuta es una palabra gullah, una lengua que hablan los de por aquí, aunque de eso<br />

vosotros no sabéis nada. Significa tortuga. Me llaman así porque cuando nací era tan<br />

pequeño que cabía en la palma de la mano de la partera y nadie esperaba que viviese. La<br />

partera dijo: «Este niñito no es más grande que una tortuga.» Y tenía razón. Pero yo<br />

sacudía bien las piernas, y las seguí sacudiendo y logré vivir. Continuaron llamándome<br />

Kuta incluso cuando crecí y me hice mayor.<br />

—¿Y eso qué es? —preguntó Raisin señalando una trompeta que colgaba de un<br />

clavo de la pared.<br />

—Eso —dijo Kuta, orgulloso—, es mi instrumento. —Fulminó a Raisin con la mirada<br />

y añadió—: ¿Siempre haces tantas preguntas, o es la serpiente la que habla?<br />

Pero no aguardó a oír la respuesta. Les contó una larga historia de su juventud, de<br />

los tiempos en que tocaba la trompeta con bandas de jazz que actuaban en el continente.<br />

Habló de los bares de Nueva Orleans y de su vida durante las giras, cuando tocaba a diez<br />

dólares por noche, los perdía jugando y se despertaba por la mañana junto a mujeres<br />

hermosas cuyos nombres no lograba recordar.<br />

—No hay nada como la vida del viajero —declaró frotándose la grisácea barba que<br />

le cubría la negra y curtida barbilla—. Hace que uno sea más tolerante. Es bueno para el<br />

alma. El hombre necesita viajar tanto como los peces necesitan el océano.<br />

Y mientras Kuta hablaba, Skyler miró a Raisin y se dio cuenta de que su compañero<br />

también estaba fascinado.<br />

Aquel primer día la visita de los dos muchachos duró más de una hora. Kuta los<br />

despidió a la puerta de la cabaña, recostado el grueso corpachón contra la jamba.<br />

—¿Podemos venir otra vez a visitarte? —preguntó Raisin antes de marchar. Kuta se<br />

acarició reflexivamente el mentón.<br />

—Ya sabéis que os está prohibido venir por aquí.<br />

Un largo silencio. Al fin, el viejo los miró de arriba abajo, como tomándoles la talla.<br />

—De acuerdo. Supongo que no habrá inconveniente, siempre y cuando no se lo<br />

contéis a nadie. Y a esos condenados ordenanzas menos que a nadie. No quiero<br />

problemas.<br />

Mientras volvían hacia el Laboratorio, Raisin a la pata coja y Skyler prestándole el<br />

apoyo de su hombro, no dejaron de hablar. Skyler llevaba años sin ver a Raisin tan<br />

entusiasmado. Parecía como si de pronto se hubiera abierto ante ellos todo un mundo<br />

nuevo y lleno de posibilidades.<br />

—Debemos tener cuidado —dijo Skyler cuando ya se aproximaban al campus—.<br />

¿Serás capaz de caminar sin cojear?<br />

—Pues claro que sí.<br />

Y fue capaz.<br />

Los muchachos regresaron al cabo de seis días. Encontraron a Kuta sentado bajo<br />

una palmera, remendando la red que tenía extendida sobre la arena ante sí. Raisin se<br />

adelantó y fue a sentarse sobre una roca a metro y medio de distancia. Se quedó<br />

observando en silencio cómo las huesudas manos negras metían y sacaban de la red una<br />

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