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Darnton, John - Experimento

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Cuando Jude se alejó de la mesa, Tizzie le puso a Skyler una mano sobre el brazo y<br />

le dirigió una sonrisa. Él, sin poderse contener y casi temblando, alzó una mano y la<br />

colocó sobre la de ella.<br />

—Ya sé que no es fácil —dijo Tizzie.<br />

Skyler no se atrevió a decir nada, pero la miró fijamente a los ojos.<br />

Cuando Jude regresó, los tres permanecieron callados durante un buen rato. Al fin<br />

Skyler rompió el silencio.<br />

—Dime algo —le dijo a Jude—. ¿Tú qué opinas? ¿Que yo soy tu clon o que tú eres<br />

mi clon?<br />

—Que tú eres mi clon.<br />

—¿Por qué?<br />

—Porque yo soy mayor.<br />

—Ya.<br />

—¿No estás de acuerdo?<br />

—Digamos que yo no lo veo así.<br />

—Pues ¿cómo lo ves?<br />

—Los dos procedemos del mismo óvulo. Tú, simplemente, fuiste el primero en<br />

usarlo.<br />

Cuando salían del bar, Jude se volvió hacia Skyler y sonrió.<br />

—Por cierto —dijo—. Hay otra cosa.<br />

—¿Qué?<br />

—Sé de buena fuente que durante el próximo año te van a salir las muelas del juicio.<br />

Y probablemente sufrirás de lo que los dentistas llaman alvéolo seco. Y, puedes creerme,<br />

te va a doler endemoniadamente.<br />

Jude fue en el metro hasta South Ferry y, mientras subía las escaleras que<br />

conducían a la terminal del ferry de Staten Island, decidió dar un rodeo. Había tomado<br />

una decisión pero no estaba orgulloso de ella.<br />

Se acercó a un quiosco de prensa y pidió un paquete de Camel. Rompió el celofán,<br />

golpeó la cajetilla contra el índice izquierdo y sacó un cigarrillo. Era asombroso, pensó, las<br />

mañas y ritos del hábito de fumar no se olvidaban. ¿Cuánto tiempo llevaba sin probar un<br />

cigarrillo? Casi dos años.<br />

Lo encendió con rápidos movimientos, no fuera a ser que su conciencia le creara<br />

dificultades y aspiró profundamente. Fue como si una mano invisible le estrujara los<br />

pulmones. Se mareó un poco y notó que la sangre le circulaba por las venas como si<br />

éstas se hubieran contraído. Luego llegó la incomparable sensación de calma.<br />

Pero la calma no tardó en convertirse en furiosos remordimientos. ¿Cómo podía ser<br />

tan débil? Trató de apaciguar su conciencia buscando excusas para su debilidad. A fin de<br />

cuentas, su vida se estaba volviendo del revés debido a causas que escapaban<br />

totalmente a su control. ¿Quién podría contenerse en unos momentos como aquéllos?<br />

Catapultó el cigarrillo con el dedo medio —otro viejo hábito— y escuchó el siseo cuando<br />

la colilla cayó en el agua. Después subió a bordo del ferry.<br />

No vio a Raymond por ninguna parte. Miró su reloj. Eran las diez en punto de la<br />

noche. Recorrió un par de veces las dos cubiertas, mirando a los pasajeros que<br />

permanecían sentados en los bancos de madera o apoyados en las barandillas<br />

exteriores: hombres de negocios y obreros que regresaban a casa, enamorados que<br />

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