Darnton, John - Experimento
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importaba que lo atendiese un médico joven que había ingresado hacía poco en la organización, podía darle cita para aquella misma tarde. Jude colgó el teléfono público con una amplia sonrisa en los labios y le mostró un puño con el pulgar levantado a Skyler. Por la expresión de desconcierto de éste, fue evidente que no tenía ni la más remota idea de lo que tal gesto significaba. Tizzie se reunió con ellos en la peluquería unisex de la avenida Lexington. Jude la llamó en cuanto hubo sacado a Skyler a escondidas de su edificio, a través del sótano y por la salida posterior. Skyler salió con una gorra de golf y unas gafas oscuras que ahora se hallaban junto a la pila en la que le estaban tiñendo el pelo de rubio. —Va a tener un aspecto ridículo —opinó la joven. —No, qué va. Además, cuanto menos se parezca a mí, mejor. —Comprendo. O sea que la mejor forma de que no se parezca a ti es que tenga pinta de fantoche, ¿no? A Jude no se le ocurrió ninguna respuesta. La peluquera, una joven que mascaba chicle, se les acercó. —Bueno, ¿qué ocurre? ¿Son ustedes gemelos y están cansados de parecerse? —Algo por el estilo —dijo Jude. —Puedo hacerle un corte estilo Leo. O quizá algo más juvenil. ¿Qué tal punki? Lo malo es que él ya parece más joven que usted. Y supongo que los dos quieren seguir pareciendo de la misma generación, ¿no? Jude asintió con la cabeza y la peluquera miró a Skyler. Éste, sentado en la silla de barbero, con un paño a rayas blancas y negras anudado en torno al cuello, contempló en el espejo su nueva cabellera rubia y luego miró significativamente hacia el reflejo de Tizzie. —Él quiere que le pregunte —insistió la peluquera. —Córteselo a cepillo —respondió Jude. —No me refiero a usted —dijo la mujer, y se volvió hacia Tizzie—: Usted es quien debe decirlo. Tizzie sonrió. —Hágale un bonito corte de pelo, como ése —repuso, señalando una gran foto de George Clooney que colgaba de la pared. —De acuerdo —dijo la estilista. —Tu embrujo ya está haciendo efecto —comentó Jude. La visita al médico fue una dura prueba. Costó mucho persuadir a Skyler de que entrase en la consulta, que se hallaba tras una pequeña puerta lateral contigua a una imponente entrada con toldo que daba a la calle Ochenta y seis. Jude se quedó fuera. Le había explicado a Skyler una y otra vez por qué era tan importante que se sometiese a un reconocimiento médico que estableciera de una vez por todas hasta qué punto se parecían ellos dos. Jude se dijo que Skyler debía de haber tratado con demasiados médicos en su corta vida. Su falta de ganas de pasar por un reconocimiento era comprensible, pero debía someterse a él para obtener las respuestas 123
que buscaban. Al fin, Jude convenció a Tizzie de que lo acompañara, y sólo entonces accedió Skyler a hacer lo que le pedían. Tizzie llamó al timbre y la recepcionista abrió la puerta desde su puesto. Skyler respingó sobresaltado al oír el zumbido de la apertura eléctrica. Su acompañante le explicó que la puerta permanecía cerrada para evitar que los de fuera entrasen, no para evitar que los de dentro salieran. El nerviosismo del paciente era tan evidente que la recepcionista, la misma que había hablado por teléfono con Jude, se sintió conmovida y sonrió con amabilidad al tender a Tizzie el historial médico de Jude. La mujer les dijo que trataría de que los atendieran cuanto antes. La sala de espera estaba casi llena y ocuparon las dos últimas sillas vacías. Tizzie preguntó a su compañero por la atención médica que recibían en la isla. Él le habló de los reconocimientos semanales, de los análisis de sangre y de orina, de la obsesión por las vitaminas y la comida dietética. —Dime una cosa: ¿disfrutabais todos de buena salud? —Sí, todos estábamos perfectamente. —Pero a veces alguien enfermaba. —Sí, claro que sí. —Y, a veces, el enfermo no se recuperaba. Eso fue lo que nos dijiste. —Los enfermos se recuperaban la mayor parte de las veces. Pero no siempre. —¿Y qué ocurría cuando no se recuperaban? —Se morían. —¿Así de simple? —Sí. No volvíamos a verlos. Asistíamos a sus funerales. —¿Conocíais vosotros la causa de las muertes? ¿Os daban algún tipo de explicación? —Pues no. Simplemente nos decían que habían muerto. —Pero, cuando no morían, ¿se recuperaban por completo? —Sí, aunque algunas veces les faltaba algo. Un ojo, por ejemplo. Tizzie quedó visiblemente impresionada. Apareció una enfermera con una tablilla entre las manos y miró a Skyler. —Hola, Jude —dijo—. Te has cambiado el pelo. Estás muy bien. Skyler trató de sonreír. —¿Qué te trae por aquí? Tizzie respondió por él. —Nada concreto. Sólo viene a hacerse un reconocimiento general. —Buena idea. Eso es lo que hay que hacer. Ven conmigo. Observó que Tizzie apretaba la mano de Skyler y éste se ponía en pie atemorizado. De camino hacia la sala de reconocimientos, la enfermera se volvió y lo miró a los ojos. —Espero que todo vaya bien —le dijo con sinceridad. Hora y media más tarde, después de que a Skyler le hubieron sacado muestras de todos los fluidos corporales posibles y de que le hubieran radiografiado cada hueso y examinado todos los orificios y protuberancias corporales, regresó a la sala de espera. Estaba nervioso, pero de una pieza, y su alegría fue evidente cuando vio a Tizzie leyendo una revista. Fueron hasta un mostrador en el que un letrero anunciaba: Las minutas deben pagarse al concluir la visita. Tizzie sacó un cheque que Jude había firmado en 124
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Jude colgó el teléfono público con una amplia sonrisa en los labios y le mostró un<br />
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evidente que no tenía ni la más remota idea de lo que tal gesto significaba.<br />
Tizzie se reunió con ellos en la peluquería unisex de la avenida Lexington. Jude la<br />
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—Va a tener un aspecto ridículo —opinó la joven.<br />
—No, qué va. Además, cuanto menos se parezca a mí, mejor.<br />
—Comprendo. O sea que la mejor forma de que no se parezca a ti es que tenga<br />
pinta de fantoche, ¿no?<br />
A Jude no se le ocurrió ninguna respuesta.<br />
La peluquera, una joven que mascaba chicle, se les acercó.<br />
—Bueno, ¿qué ocurre? ¿Son ustedes gemelos y están cansados de parecerse?<br />
—Algo por el estilo —dijo Jude.<br />
—Puedo hacerle un corte estilo Leo. O quizá algo más juvenil. ¿Qué tal punki? Lo<br />
malo es que él ya parece más joven que usted. Y supongo que los dos quieren seguir<br />
pareciendo de la misma generación, ¿no?<br />
Jude asintió con la cabeza y la peluquera miró a Skyler.<br />
Éste, sentado en la silla de barbero, con un paño a rayas blancas y negras anudado<br />
en torno al cuello, contempló en el espejo su nueva cabellera rubia y luego miró<br />
significativamente hacia el reflejo de Tizzie.<br />
—Él quiere que le pregunte —insistió la peluquera.<br />
—Córteselo a cepillo —respondió Jude.<br />
—No me refiero a usted —dijo la mujer, y se volvió hacia Tizzie—: Usted es quien<br />
debe decirlo.<br />
Tizzie sonrió.<br />
—Hágale un bonito corte de pelo, como ése —repuso, señalando una gran foto de<br />
George Clooney que colgaba de la pared.<br />
—De acuerdo —dijo la estilista.<br />
—Tu embrujo ya está haciendo efecto —comentó Jude.<br />
La visita al médico fue una dura prueba. Costó mucho persuadir a Skyler de que<br />
entrase en la consulta, que se hallaba tras una pequeña puerta lateral contigua a una<br />
imponente entrada con toldo que daba a la calle Ochenta y seis.<br />
Jude se quedó fuera. Le había explicado a Skyler una y otra vez por qué era tan<br />
importante que se sometiese a un reconocimiento médico que estableciera de una vez<br />
por todas hasta qué punto se parecían ellos dos. Jude se dijo que Skyler debía de haber<br />
tratado con demasiados médicos en su corta vida. Su falta de ganas de pasar por un<br />
reconocimiento era comprensible, pero debía someterse a él para obtener las respuestas<br />
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