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Darnton, John - Experimento

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horizonte y Skyler distinguió la mansión por entre las sombras de los robles que la<br />

rodeaban. Los líquenes que colgaban de las ramas oscurecían la fachada, pero la luna se<br />

reflejaba en las ventanas superiores dando la sensación de que éstas se hallaban<br />

iluminadas por dentro.<br />

Skyler se volvió un momento a mirar hacia atrás y vio a Julia deslizándose desde<br />

detrás de un árbol hasta el pedestal de la estatua de una diosa griega. Iluminada por el<br />

resplandor de la luna, su imagen grácil y vulnerable se le quedó grabada en la cabeza<br />

para siempre.<br />

Tumbado en el fino colchón que cubría su camastro de madera, Skyler escuchaba<br />

los sonidos de las respiraciones de los que dormían a su alrededor, algo que llevaba toda<br />

la vida escuchando. Trataba de no pensar en Patrick. Casi le parecía que los ritmos<br />

estaban ligeramente alterados, que se notaba la ausencia de uno de ellos.<br />

Estaba seguro de que habría un servicio fúnebre y Baptiste pronunciaría unas<br />

palabras, como lo había hecho en otros servicios. Skyler tampoco quería recordar<br />

aquellos otros servicios.<br />

Tratando de distraerse, pensó en el pasado, cuando él era joven y todo era distinto.<br />

La isla era para él un universo inexplorado. Cómo le encantaban aquellos paseos<br />

científicos por el bosque, para conocer las plantas y los insectos. Qué feliz se había<br />

sentido en las señaladas ocasiones, como el cumpleaños de Baptiste, en las que las<br />

puertas de la casa grande se abrían para ellos. Cómo le encantaban las noches que<br />

pasaban a la intemperie observando los cielos a través de telescopios para conocer las<br />

estrellas; por las mañanas, al despertar, se quedaba quieto e inmóvil, identificando a los<br />

pájaros por sus trinos y contemplando cómo los primeros y pálidos rayos del sol rielaban<br />

sobre las aguas.<br />

A los pequeños les llamaban jiminis, aunque nunca les habían explicado el origen ni<br />

el significado de tal palabra. Todos eran más o menos de la misma edad, con un par de<br />

años de diferencia como máximo, por lo que se sentían especialmente unidos.<br />

Durante los años de infancia, en el Laboratorio se sintieron seguros y bien. Ni a<br />

Skyler ni a ninguno de sus compañeros se les ocurrió nunca preguntarse por qué ellos no<br />

tenían padres, aunque sabían que los niños del continente —«del otro lado»— sí los<br />

tenían. Les decían que, en realidad, los médicos mayores eran sus padres, y que eran<br />

muy afortunados por tener «veinte padres en vez de dos», veinte venerables figuras que<br />

atendían a los niños según principios científicos y los trataban a todos por igual.<br />

Y, en cualquier caso, Skyler y los otros jiminis eran especiales. Eran «pioneros de la<br />

ciencia», partícipes de un nobilísimo experimento. En aquel paraíso isleño vivirían largas y<br />

fructíferas existencias, bajo un régimen de pureza mental y salud corporal. Con suerte,<br />

nunca conocerían «el otro lado», aquel vertedero de contaminación y violencia. «El otro<br />

lado» sólo lo conocerían a través de las películas y los programas de televisión que, en<br />

ocasiones especiales, les permitían ver.<br />

Pero la isla no era un completo paraíso. Estaban los interminables reconocimientos<br />

médicos, las píldoras y las vacunas, las muestras de sangre y orina, la calistenia y las<br />

normas que prohibían practicar juegos que encerrasen riesgos de lesiones físicas. Y<br />

luego estaban también los ordenanzas, tres en total, y los tres parecidísimos y con el<br />

mismo peculiar mechón blanco en el cabello, que los mandaban como severos hermanos<br />

mayores. Resultaba difícil no sentir antipatía hacia ellos.<br />

Skyler recordaba con claridad el lejano momento, ya hacía de ello más de diez años,<br />

en que comenzó a sentir las inquietudes. Tenía por entonces catorce años. Como tantos<br />

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