Nº 31, Septiembre 2010 - Centro de Estudios Garrigues

COLABORACIÓN EXTRAORDINARIA
Pablo García Molina
Chief Information Officer, vicepresidente asociado, profesor adjunto de la Universidad de Georgetown y profesor del Centro de Estudios Garrigues.
Consejero de dirección del Electronic Privacy Information Center
La responsabilidad profesional
y el uso de la tecnologia en el
derecho
El informe de la Fundación Carnegie
del 2007 sobre la educación de los abogados
en Estados Unidos identifica cuatro
aspectos fundamentales para mejorar
la productividad y competitividad de
las nuevas generaciones de abogados.
Uno de ellos es el desarrollo de métodos
de práctica profesional efectivos, incluido
el uso eficiente y responsable de las
tecnologías de las comunicaciones y de
la información.
Las tecnologías de las comunicaciones
y de la información han alterado
la práctica de muchas profesiones, incluida
la del Derecho. Además de sus
ventajas, estas tecnologías presentan
riesgos para quienes dependen de ellas
en el ejercicio de su labor profesional.
La falta de conocimientos tecnológicos
y de disciplina personal puede dañar la
reputación profesional de los abogados,
comprometer a sus bufetes y perjudicar
los intereses de sus clientes.
El correo electrónico
El ser humano ha conseguido demostrar
que se puede usar un medio
de comunicación tan sofisticado como
el correo electrónico desconectando la
parte del cerebro que alberga el sentido
común. Independientemente del
ritmo de trabajo y del volumen de información
tratado, un profesional no debe
enviar correos electrónicos de trabajo
sin controles de calidad ni supervisión.
Esto resulta cada vez más difícil porque
muchos de los trabajadores en las modernas
sociedades de la información,
incluídos los abogados, gestionan muchas
de sus comunicaciones electrónicas
desde sus dispositivos móviles,
Blackberries e iPhones, entre otros, con
pantallas pequeñas y en situaciones de
estrés o distracción.
Insistir en esto puede parecer una
obviedad innecesaria, pero no lo es:
antes de enviar un mensaje es imprescindible
leerlo de nuevo íntegramente,
prestando atención a las secciones del
mensaje que quedan mas allá de la parte
visible de la pantalla. Es fundamental
identificar a los destinatarios y comprobar
que sus direcciones son las correctas
y están en los campos del mensaje
apropiados. Algunos programas de
correo electrónico intentan reconocer al
destinatario a partir de las primeras letras
de la dirección. Sin embargo, errores
de teclado y ambigüedades en los
directorios pueden producir resultados
inesperados y embarazosos.
Estos riesgos aumentan cuando una
cadena de correos electrónicos tiene
varios destinatarios o listas de distribución.
En estos casos, pulsar el botón de
Enviar o Enviar a Todos con el contenido
equivocado puede ser el primer paso
hacia un calvario personal y profesional.
Los despachos de abogados y las
empresas destinan recursos en asegurarse
que sus sistemas de correo son
seguros y resisten los ataques informáticos.
Utilizar el correo personal para
cuestiones laborales presenta riesgos
innecesarios. Por ejemplo, hasta mediados
de enero del 2010, era relativamente
fácil entrar en la cuenta Google
de cualquier persona que se encontrara
en la misma red inalámbrica, tal y como
demostraron en el año 2009 dos de los
estudiantes de la Facultad de Derecho
de la Universidad de Georgetown, uno
por motivos cuestionables y el otro por
servicio a la comunidad universitaria.
Los telefonos móviles y los
ordenadores portátiles
Todavía no he perdido un teléfono
móvil. Ello tal vez sea debido a que
cada vez que me separo de mi iPhone
más de 10 metros, noto un dolor punzante
en el costado derecho. Aún así,
protejo mi teléfono con una contraseña
porque los teléfonos inteligentes como
los Blackberries y los iPhones contienen
gran cantidad de información
confidencial, desde datos de contacto
confidenciales de socios y colaboradores,
hasta intercambios de mensajes de
correo electrónico y texto con clientes
y socios.
Sin embargo, sí he perdido un ordenador
portátil. En el aeropuerto de Washington,
esperando a tomar un avión
camino de Las Vegas. Cuando embarqué,
ya en vuelo, me di cuenta de que
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