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especto de cuánto de ello aprendieron en los programas educativos, con<br />

lo que se carece de información útil para retroalimentar a los propios<br />

programas respecto de sus contenidos y su pedagogía.<br />

La extremadamente baja cobertura de los programas de educación de<br />

adultos en la región, junto con las altas cifras —que disminuyen muy<br />

poco— de adultos en rezago escolar, indican que tenemos problemas<br />

serios de calidad de la oferta en su capacidad de motivar y,<br />

consecuentemente, de atraer y de retener a los adultos; esto es, se trata<br />

de una oferta que no resulta relevante y no logra efectivamente<br />

aprendizajes útiles para la vida.<br />

Si no es posible definir qué significa la “calidad” de la educación en<br />

general, menos aún la calidad de la educación de adultos. Varias son las<br />

razones: la primera es que la calidad de la educación adquiere sentido<br />

sólo en términos relativos: cuando se le compara con otro programa u otro<br />

país o el pasado o un parámetro deseado. No puede definirse en sí<br />

misma. La segunda razón es que la calidad de la educación, también la de<br />

adultos, no representa un punto de llegada. Cuando se alcanza una meta<br />

de calidad, en ese mismo momento es posible plantear una nueva, de<br />

forma que la búsqueda de la calidad es lo que dota de dinamismo a todo<br />

proyecto educativo. Y la tercera es que se trata de un fenómeno<br />

multicausal —las causas más importantes son las contextuales, pero<br />

también las hay personales, así como un amplio conjunto de causas<br />

propias del servicio mismo y de la manera como se ofrece—. De esta<br />

forma, la falta de calidad no puede resolverse haciendo una sola cosa,<br />

sino que exige un enfoque multifactorial y sinérgico.<br />

En cambio sí se puede caracterizar la calidad de la educación, y también<br />

la de la educación de los adultos. El concepto como tal es complejo y está<br />

compuesto de al menos cuatro elementos, en orden de importancia: 1) La<br />

relevancia, a la que ya hicimos referencia. Un programa que no es<br />

relevante para los adultos en cuestión no puede ser, desde ninguna<br />

perspectiva, un programa de calidad. Por este componente comienza su<br />

evaluación. 2) La eficacia, que se refiere a la capacidad de un programa<br />

de lograr los resultados esperados con todos sus beneficiarios. Aquí es<br />

donde cobra sentido conocer los aprendizajes logrados, pues éstos son<br />

los objetivos que realmente importan. 3) La equidad. Entender la<br />

educación de adultos como un derecho de todos al aprendizaje significa,<br />

en efecto, que todos los adultos a los que se ha definido como<br />

beneficiarios logren los propósitos buscados. Pero como todos los jóvenes<br />

y adultos y todos los contextos son distintos, no es posible tratarlos de la<br />

misma manera. Hay que darle a cada quien lo que necesita, y más a los<br />

que más necesitan. Tratándose de un derecho, la equidad necesariamente<br />

constituye una parte importante del concepto de calidad. 4) La eficiencia.<br />

Este cuarto componente aparece en último lugar intencionalmente. Se<br />

Aportes conceptuales de la educación de personas jóvenes y adultas 171

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