dominical - La Opinión de Zamora

X / dominical La Opinión - El Correo / Domingo, 27 de mayo de 2007
“Progresistas”, de Moreno
Luzón
EL PROGRESISMO NACIO EN CADIZ, EN 1812, CRECIO Y TOMO FORMA BAJO EL
REINADO ISABELINO Y SE DESARROLLO EN LA RESTAURACION. AL PRINCIPIO
FUE UNA IDEOLOGIA CLANDESTINA, REVOLUCIONARIA, PROCLIVE A LOS
PRONUNCIAMIENTOS CUARTELARIOS –AUNQUE ESTO NO SOLO ERA UNA
ESPECIFICIDAD PROGRESISTA–. TOCO EL PODER DURANTE LA I REPUBLICA,
REGRESO CASI A LA CLANDESTINIDAD EN LA EPOCA DEL TURNO PACIFICO Y, 50
AÑOS DESPUES DE LA DE 1873, VOLVIO CON LA II REPUBLICA. DE TODO ESTO,
CENTRANDOSE EN ONCE PROTAGONISTAS DE ESTA EPOCA, HABLA “PROGRESISTAS”
(TAURUS, 2006), UNA COLECCION DE VIDAS MEMORABLES QUE AHORA EDITA EL
PROFESOR JAVIER MORENO LUZON.
●
SAUL FERNANDEZ
El sistema liberal es un
abanico que poco a poco se
abre para mostrar una variedad
ideológica que va del conservadurismo
al socialismo republicano.
La historia del liberalismo coincide
con la del siglo XIX, una centuria
alargada que en España llegó a 1931,
el comienzo del siglo XX. Luego vino
una brecha de cuarenta años. Y
hasta ahora.
Javier Moreno Luzón, de la Universidad
Complutense, es el responsable
de la edición de “Progresistas”,
una colección de vidas memorables
que recuentan un fragmento de la historia
de las ideas políticas españolas.
Comienza con la de Álvaro Flórez
Estrada y termina con la del canario
Juan Negrín –escribe sobre el último
presidente republicano el profesor
Enrique Moradiellos–; 150 años de
reformismo de todas las clases: de los
afrancesados a los socialistas, pasando
por el progresismo revolucionario,
el republicanismo federal y el reformismo
melquiadista.
Once biografías para resumir una
complejidad ideológica tan notoria como
es el progresismo resultan pocas
biografías. El abanico liberal se va a
abriendo con sosiego y cada paso Moreno
Luzón se lo hace encarnar a un
personaje determinado. Las tesis
afrancesadas y del radicalismo británico
son las propias de Álvaro Flórez
Estrada, el primer economista salido
tras las Cortes gaditanas, las de la
Constitución envidiada en Europa, en
un momento en que Europa, casi toda
ella, era pasto todavía del Antiguo Régimen.
El liberalismo se enfrenta al
absolutismo y vence en Francia y en
España resiste unos pocos meses, hasta
que El Deseado se hace indeseable.
Las opiniones de Flórez Estrada eran
acordes con su tiempo, había que ir
extrayendo libertades básicas de un
sistema en el que no existía ninguna.
Dice Joaquín Varela –el autor de la
biografía del asturiano contenida en
“Progresistas”–: «A su juicio, las tierras
desamortizadas debían arrendarse
a los campesinos mediante un contrato
de enfiteusis por un período de cincuenta
años». Luego continúa: «De esta
forma se crearía una masa de pequeños
propietarios que se convertirían en
un firme apoyo del Estado». Esto es,
propiedad privada y no servidumbre.
María Cruz Romeo, autora de la biografía
de Joaquín María López, presidente
del Consejo de Ministros en
1843, escribe: «Ser liberal para López
quería decir, a la altura de 1834, levantar
sobre los cimientos del Estatuto
Real un régimen verdaderamente representativo,
fundado en los derechos
civiles y políticos, en la primacía de la
ley». Algo que, a fin de cuentas, parece
del todo razonable. Sin embargo, la
oposición a López era furibunda.
Vuelve a hablar María Cruz Romea:
150
años de
progresismo
Un libro repasa las grandes
biografías adscritas a la ideología
desde el Cádiz de 1812 a la muerte
de Negrín
A la izquierda, Juan Negrín. A la derecha, Melquiades Alvarez
Las tesis afrancesadas son propias
de Flórez Estrada, el primer
economista salido tras las Cortes
gaditanas
La estabilidad del país propugnada
por Cánovas fue de la mano del
caciquismo y el «pucherazo»
«Reconocer que el hombre, por el hecho
de serlo, tenía unos derechos consustanciales
era, a ojos de los moderados isabelinos,
pura metafísica y abstracción
que sólo conducían al desorden de la sociedad
civil y del Gobierno».
Tenemos, pues, en este recorrido por
las vidas de estos once próceres, el camino
hacia el presente. El Antiguo Régimen
aceptaba el derecho de propiedad,
pero sólo de la clase noble. El pueblo
era siervo y no tenía derechos, no era
dueño de su propio destino porque este
residía en el palacio real y estaba coronado.
El progresismo liberal, como el
abanico, se iba abriendo y mostrando la
cara oculta de una vida tutelada por la
Corona.
Con la Revolución de 1868 el progresismo
vuelve a tomar carta de naturaleza,
después de los pronunciamientos
militares conservadores o liberales,
después de un sistema isabelino colapsado
y ajeno a los designios de la nación
que, como tal, no existía y cuyo
funcionamiento no sería cierto hasta la
llegada de la República del 14 de abril.
El progresismo español tomó forma
y se acercó a la izquierda con Sanz del
Río y con sus alumnos más preclaros. El
profesor fue el que trajo a España las tesis
de Krause: «Exaltación de la razón,
reivindicación de la independencia de la
ciencia y la búsqueda de la armonía de
la Humanidad», escribe Fernando Martínez
en el capítulo dedicado a Salmerón.
El krausismo llegó al poder con la I
República, interrumpida, como era tradicional,
por el golpe de Pavía. Sin embargo,
el republicanismo –la evolución
lógica del progresismo– no quedó maltrecho.
Pasó a cierta clandestinidad con
el turno pacífico, el reparto del poder
entre conservadores y liberales. Ambos
aceptaron que, por ejemplo, la soberanía
nacional la compartieran el Rey y el
Parlamento, una vuelta atrás en los
avances que partieron de Cádiz. En
1812 en España se intentó abrir el abanico
de la modernidad y la modernidad
fue siempre contrahecha. En 1890 se
instauró el sufragio universal masculino,
en 1931 el femenino y entonces sí que
fue universal del todo. Lo que pasa es
que la estabilidad del país propugnada
por Cánovas siempre fue de la mano del
caciquismo, del «pucherazo». El país de
Cánovas era un país de mentira, pero es
que la historia es una suma de escalones,
sin el pasado no hay presente, sin
Cánovas no se entiende la II República.
Javier Moreno Luzón y el resto de
los autores de este libro detienen el análisis
del progresismo en Juan Negrín y
se olvidan de los primeros socialistas,
de los primeros liberales: Argüelles, por
ejemplo; Manuel Llaneza, Pablo Iglesias,
por poner algunos ejemplos... Tras
la brecha abierta por Franco el abanico
que empezó a abrirse en Cádiz se mostró
en su esplendor tras los años de Suárez
y de Felipe González, pero todo esto
va en otros libros.