Caballo de Troya 6 - IDU

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26.10.2014 Views

vertido hasta el estacionario: seis segundos y seis décimas. -Caudalímetro... Dame caudalímetro... -Lo previsto... Treinta y cuatro... -Roger... Entendí treinta y cuatro... -OK... Afirmativo... Treinta y cuatro coma treinta y dos... -¡Preparados!... -Membrana exterior activada... -¡Incandescencia!... ¡Ya! Y el ordenador disparó los circuitos de incandescencia que cubrían el fuselaje, destruyendo así cualquier germen vivo que hubiera podido adherirse a la estructura. Esta precaución, como detallé en su momento, resultaba esencial para evitar la posterior inversión tridimensional de los mencionados gérmenes en los distintos «ahora» a los que nos «desplazábamos». Las consecuencias de un involuntario «ingreso» de tales organismos en «otro tiempo» hubieran sido fatales. -Siete... Ocho... -¡OK!... ¡Inversión! A los nueve segundos y dos décimas del despegue -antes, incluso, de lo previsto-, «Santa Claus» nos llevó, al fin, al instante decisivo: la inversión axial de las partículas subatómicas de la totalidad del módulo. E hizo retroceder los ejes del tiempo de los swivels a los ángulos previamente establecidos: los correspondientes a las 6 horas del miércoles, 15 de agosto del año 25 de nuestra era. E imagino que, como era habitual, la «aniquilación» fue acompañada del inevitable «trueno». 15 DE AGOSTO, MIÉRCOLES (AÑO 25) -¡Jasón!... ¡No veo!... ¡Oh, Dios mío!... No recuerdo más. Ni siquiera acerté a desviar la mirada hacia mi hermano... Algo se clavó en mi cerebro. Fue un lanzazo... Después llegaron los círculos. La oscuridad y unos círculos concéntricos... Una espiral luminosa que invadió la mente... Y caí... Caí despacio, a cámara lenta, en un abismo negro e interminable... Después, nada. Silencio. Pero el Destino tuvo piedad... Cuando desperté, un Eliseo sudoroso y demacrado pujaba por arrancarme la escafandra. Dijo algo, pero no comprendí. -¡Jasón, responde!... ¡No me dejes con este monstruo!... ¡Lo ha conseguido!... Pensé que estábamos muertos. Aquello no era real. 93

¡Dios!... ¿Qué había ocurrido?... ¿Dónde habíamos ido a parar? ¿Y la nave?... El cielo quiso que, lentamente, fuera recuperándome. Sólo entonces empecé a entender. Mis temores se cumplieron. Algo falló. Algo se vino abajo en el momento de la inversión axial. Pero, ¿y la «cuna»?... ¡Dios!... ¡Estaba en tierra! Me desembaracé del solícito Eliseo y, de un salto, me planté frente a los controles. -¡Calma! -terció mi compañero-. Él lo ha hecho todo... Estamos a salvo... Si no fuera tu «novio» me casaría con él.. Necesité algunos minutos para captar el sentido de las refrescantes palabras. Inspeccioné el panel de mando. Miré por las escotillas. Volví de nuevo a «Santa Claus»... Afirmativo. El ordenador, en automático, había rematado la operación. ¡Y de qué forma! Nada quedó al azar. La computadora, fiel al plan director, hizo descender el módulo. Silenció el J 85 y, en el colmo de la eficacia, desplegó la totalidad de los sistemas y cinturones de seguridad. Eliseo, con un leve y afirmativo movimiento de cabeza, confirmó lo que tenía a la vista. Y tuvo la gentileza de felicitarme: -Mayor..., nunca más volveré a dudar... ¡Eres el mejor! Me senté en silencio y fijé la mirada en los dígitos verdes que anunciaban el nuevo «ahora». Tuve que hacer un esfuerzo. Un sudor frío y una ligera inestabilidad entorpecían los pensamientos. «6 horas y 20 minutos..., del 15 de agosto, miércoles... Año 25 de nuestra era (778 A.U.C. y 3786 del cómputo judío)». Me costó reaccionar. Si el retroceso fue planificado para «aparecer» a las seis de la mañana, esos veinte minutos de más representaban el tiempo que habíamos permanecido inconscientes... ¡Dios!... Aquello era realmente grave. Eliseo, como yo, presentaba un aspecto preocupante. La palidez era extrema... Sin embargo, a decir verdad, coordinación motora, fluidez de pensamientos y estado general del organismo eran relativamente buenos. Ésa, al menos, fue la sensación. Pero lo primero era lo primero. Tiempo habría para intentar averiguar qué diablos sucedió en la inversión de masa. Estábamos vivos. Eso era lo que contaba..., y no era poco. Ahora, lo prioritario era la «cuna» y nuestra situación en el «nuevo tiempo». Chequeamos todos los parámetros. «Santa Claus» ofreció un balance prometedor: «Tiempo invertido: 16 segundos y 6 décimas. Consumo total de combustible: 86,32 kilos.» 94

¡Dios!... ¿Qué había ocurrido?... ¿Dón<strong>de</strong> habíamos ido a parar? ¿Y la nave?...<br />

El cielo quiso que, lentamente, fuera recuperándome. Sólo entonces empecé<br />

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momento <strong>de</strong> la inversión axial.<br />

Pero, ¿y la «cuna»?... ¡Dios!... ¡Estaba en tierra!<br />

Me <strong>de</strong>sembaracé <strong>de</strong>l solícito Eliseo y, <strong>de</strong> un salto, me planté frente a los<br />

controles.<br />

-¡Calma! -terció mi compañero-. Él lo ha hecho todo... Estamos a salvo... Si<br />

no fuera tu «novio» me casaría con él..<br />

Necesité algunos minutos para captar el sentido <strong>de</strong> las refrescantes palabras.<br />

Inspeccioné el panel <strong>de</strong> mando. Miré por las escotillas. Volví <strong>de</strong> nuevo a<br />

«Santa Claus»...<br />

Afirmativo. El or<strong>de</strong>nador, en automático, había rematado la operación. ¡Y <strong>de</strong><br />

qué forma!<br />

Nada quedó al azar. La computadora, fiel al plan director, hizo <strong>de</strong>scen<strong>de</strong>r el<br />

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los sistemas y cinturones <strong>de</strong> seguridad.<br />

Eliseo, con un leve y afirmativo movimiento <strong>de</strong> cabeza, confirmó lo que tenía<br />

a la vista. Y tuvo la gentileza <strong>de</strong> felicitarme:<br />

-Mayor..., nunca más volveré a dudar... ¡Eres el mejor!<br />

Me senté en silencio y fijé la mirada en los dígitos ver<strong>de</strong>s que anunciaban el<br />

nuevo «ahora». Tuve que hacer un esfuerzo. Un sudor frío y una ligera inestabilidad<br />

entorpecían los pensamientos.<br />

«6 horas y 20 minutos..., <strong>de</strong>l 15 <strong>de</strong> agosto, miércoles... Año 25 <strong>de</strong> nuestra era<br />

(778 A.U.C. y 3786 <strong>de</strong>l cómputo judío)».<br />

Me costó reaccionar. Si el retroceso fue planificado para «aparecer» a las seis<br />

<strong>de</strong> la mañana, esos veinte minutos <strong>de</strong> más representaban el tiempo que<br />

habíamos permanecido inconscientes...<br />

¡Dios!... Aquello era realmente grave.<br />

Eliseo, como yo, presentaba un aspecto preocupante. La pali<strong>de</strong>z era extrema...<br />

Sin embargo, a <strong>de</strong>cir verdad, coordinación motora, flui<strong>de</strong>z <strong>de</strong> pensamientos<br />

y estado general <strong>de</strong>l organismo eran relativamente buenos. Ésa, al<br />

menos, fue la sensación.<br />

Pero lo primero era lo primero. Tiempo habría para intentar averiguar qué<br />

diablos sucedió en la inversión <strong>de</strong> masa. Estábamos vivos. Eso era lo que<br />

contaba..., y no era poco.<br />

Ahora, lo prioritario era la «cuna» y nuestra situación en el «nuevo tiempo».<br />

Chequeamos todos los parámetros.<br />

«Santa Claus» ofreció un balance prometedor:<br />

«Tiempo invertido: 16 segundos y 6 décimas. Consumo total <strong>de</strong> combustible:<br />

86,32 kilos.»<br />

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