Caballo de Troya 6 - IDU

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26.10.2014 Views

lemente hacia el siglo IV, se adueñó de la festividad -heredada entonces por los romanos-, convirtiéndola, «por real decreto», en la «Navidad»... También el segundo texto evangélico -el de Lucas- fue escrutado con minuciosidad. El resultado -cómo no- nos decepcionó. Para empezar, el médico de Antioquía no conoció personalmente a la Señora. La información, en consecuencia, no fue de primera mano. (Lucas pudo convertirse al cristianismo, e iniciar el seguimiento de su maestro, Pablo de Tarso, hacia el año 47, aproximadamente. María, por su parte, al morir Jesús, contaba alrededor de 50 años de edad. En el 47, por tanto, de haber estado viva, rondaría casi los 70. Es decir, difícilmente pudo coincidir con Lucas. Todas las noticias apuntan a que falleció uno o dos años después de la crucifixión, en el año 30.) Partíamos, pues, de un hecho casi seguro: el evangelista recibió los datos de segundas o terceras personas. ¿Cuándo empezó a escribir? Todos los indicios señalan una época: tras la muerte de Pablo, en el año 67. Esto nos situaba, como mínimo, a 40 de la desaparición del Maestro. ¡Cuarenta años!... ¿Era fácil reconocer la verdad después de tanto tiempo? Evidentemente, la tarea no era sencilla. Y mucho menos si, como sospechamos, ya circulaban las torcidas interpretaciones sobre la supuesta virginidad de la Señora. Quizá Lucas no tergiversó deliberadamente los hechos. Quizá se limitó a escuchar y copiar lo que era de dominio público entre los primeros cristianos. Aunque también cabe la posibilidad ya apuntada con el texto de Mateo: que alguien, mucho después, cambiara ese pasaje..., «porque así convenía». Sea como fuere, lo cierto es que el aludido capítulo es otro cúmulo de errores y falsedades... Ni Nazaret era una «ciudad», ni María una «virgen», ni se hallaba «desposada», ni José era de la «casa de David», ni el ángel mencionó jamás que Dios le daría el trono de dicho rey, ni la Señora pronunció las palabras que cita Lucas -«¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?»-, ni Gabriel se refirió a la «sombra del Altísimo», ni aquél era el sexto mes del embarazo de Isabel, ni María, en fin, se proclamó jamás como «la esclava del Señor»... Aunque ya fue incluido en otro lugar de este diario, entiendo que es oportuno y benéfico recordar ahora el texto del verdadero parlamento del ángel a la joven esposa de José. La diferencia con el del escritor sagrado (?) es elocuente... «Vengo por mandato de aquel que es mi Maestro, al que deberás amar y mantener. A ti, María, te traigo buenas noticias, ya que te anuncio que tu concepción ha sido ordenada por el cielo... »A su debido tiempo serás madre de un hijo. Le llamarás "Yehosua" (Jesús o Yavé salva) e inaugurará el reino de los cielos sobre la Tierra y entre los 81

hombres... »De esto, habla tan sólo a José y a Isabel, tu pariente, a quien también he aparecido y que pronto dará a luz un niño cuyo nombre será Juan. Isabel prepara el camino para el mensaje de liberación que tu hijo proclamará con fuerza y profunda convicción a los hombres. No dudes de mi palabra, María, ya que esta casa ha sido escogida como morada terrestre de este niño del Destino... »Ten mi bendición. El poder del Más Alto te sostendrá... »El Señor de toda la Tierra extenderá sobre ti su protección.» El mensaje es transparente. «Concepción ordenada por el cielo...» Eso no significaba que Dios fuera a modificar las naturales leyes de la herencia, haciendo concebir a María sin la participación de su esposo. Siempre he creído que ese magnífico y poderoso Padre tiene la facultad para lograr que alguien engendre al estilo de lo apuntado por los evangelistas. Pero también sé que, por encima de todo, es un Dios sensato y respetuoso con sus propias leyes. Si el Maestro deseaba ser un hombre -en todo el sentido de la palabra-, ¿por qué empezar con una alteración tan singular? No es lógico, a no ser que fueran los propios hombres quienes, en su afán por enaltecer a Jesús, cambiaran la realidad. Como siempre, somos nosotros quienes hacemos a Dios a nuestra imagen y semejanza... «E inaugurará el reino de los cielos sobre la Tierra y entre los hombres.» ¿Cuándo, el ángel, hace alusión al trono de David o a la casa de Jacob? ¿No es más espléndido que el Hijo del Hombre viniera a abrir los ojos de toda la Humanidad, en lugar de tomar posesión del «gobierno» de una nación? Los primeros cristianos, en efecto, arrinconaron muy pronto las advertencias del Resucitado. Y como buenos judíos no desaprovecharon la oportunidad, identificando al Maestro con el Mesías prometido... Y de nuevo creo que olvido algo importante. Lo he mencionado de pasada, pero entiendo que conviene profundizar en ello. Dije que la Señora estaba convencida de la concepción «no humana» de su Hijo. Pues bien, ¿cómo era esto posible? ¿Cuál fue su razonamiento? Si María, cuando se quedó encinta, se hallaba legalmente casada, manteniendo las lógicas relaciones sexuales con José, ¿por qué afirmaba que Jesús fue engendrado de forma sobrenatural? La clave, en mi opinión, era Isabel, su prima lejana. Fue, simplemente, una deducción. Si la madre de Juan, el Bautista, estaba incapacitada para tener hijos y, sin embargo, alumbró al Anunciador, eso quería decir que dicho embarazo fue cosa del Altísimo. Y si ambos niños -Juan y Jesús- tenían prácticamente la misma misión (así lo adelantó el ángel), ¿por qué la concepción de su Hijo iba a ser diferente? El argumento tenía cierta lógica. Y la Señora, como digo, lo hizo suyo. En definitiva, esta pretensión pudo más que 82

lemente hacia el siglo IV, se adueñó <strong>de</strong> la festividad -heredada entonces por<br />

los romanos-, convirtiéndola, «por real <strong>de</strong>creto», en la «Navidad»... También<br />

el segundo texto evangélico -el <strong>de</strong> Lucas- fue escrutado con minuciosidad. El<br />

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Para empezar, el médico <strong>de</strong> Antioquía no conoció personalmente a la Señora.<br />

La información, en consecuencia, no fue <strong>de</strong> primera mano. (Lucas pudo<br />

convertirse al cristianismo, e iniciar el seguimiento <strong>de</strong> su maestro, Pablo <strong>de</strong><br />

Tarso, hacia el año 47, aproximadamente. María, por su parte, al morir Jesús,<br />

contaba alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> 50 años <strong>de</strong> edad. En el 47, por tanto, <strong>de</strong> haber estado<br />

viva, rondaría casi los 70. Es <strong>de</strong>cir, difícilmente pudo coincidir con Lucas.<br />

Todas las noticias apuntan a que falleció uno o dos años <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la crucifixión,<br />

en el año 30.)<br />

Partíamos, pues, <strong>de</strong> un hecho casi seguro: el evangelista recibió los datos <strong>de</strong><br />

segundas o terceras personas.<br />

¿Cuándo empezó a escribir?<br />

Todos los indicios señalan una época: tras la muerte <strong>de</strong> Pablo, en el año 67.<br />

Esto nos situaba, como mínimo, a 40 <strong>de</strong> la <strong>de</strong>saparición <strong>de</strong>l Maestro. ¡Cuarenta<br />

años!...<br />

¿Era fácil reconocer la verdad <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> tanto tiempo? Evi<strong>de</strong>ntemente, la<br />

tarea no era sencilla. Y mucho menos si, como sospechamos, ya circulaban las<br />

torcidas interpretaciones sobre la supuesta virginidad <strong>de</strong> la Señora. Quizá<br />

Lucas no tergiversó <strong>de</strong>liberadamente los hechos. Quizá se limitó a escuchar y<br />

copiar lo que era <strong>de</strong> dominio público entre los primeros cristianos. Aunque<br />

también cabe la posibilidad ya apuntada con el texto <strong>de</strong> Mateo: que alguien,<br />

mucho <strong>de</strong>spués, cambiara ese pasaje..., «porque así convenía».<br />

Sea como fuere, lo cierto es que el aludido capítulo es otro cúmulo <strong>de</strong> errores<br />

y falseda<strong>de</strong>s...<br />

Ni Nazaret era una «ciudad», ni María una «virgen», ni se hallaba «<strong>de</strong>sposada»,<br />

ni José era <strong>de</strong> la «casa <strong>de</strong> David», ni el ángel mencionó jamás que Dios<br />

le daría el trono <strong>de</strong> dicho rey, ni la Señora pronunció las palabras que cita<br />

Lucas -«¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?»-, ni Gabriel se<br />

refirió a la «sombra <strong>de</strong>l Altísimo», ni aquél era el sexto mes <strong>de</strong>l embarazo <strong>de</strong><br />

Isabel, ni María, en fin, se proclamó jamás como «la esclava <strong>de</strong>l Señor»...<br />

Aunque ya fue incluido en otro lugar <strong>de</strong> este diario, entiendo que es oportuno<br />

y benéfico recordar ahora el texto <strong>de</strong>l verda<strong>de</strong>ro parlamento <strong>de</strong>l ángel a la<br />

joven esposa <strong>de</strong> José. La diferencia con el <strong>de</strong>l escritor sagrado (?) es elocuente...<br />

«Vengo por mandato <strong>de</strong> aquel que es mi Maestro, al que <strong>de</strong>berás amar y<br />

mantener. A ti, María, te traigo buenas noticias, ya que te anuncio que tu<br />

concepción ha sido or<strong>de</strong>nada por el cielo...<br />

»A su <strong>de</strong>bido tiempo serás madre <strong>de</strong> un hijo. Le llamarás "Yehosua" (Jesús o<br />

Yavé salva) e inaugurará el reino <strong>de</strong> los cielos sobre la Tierra y entre los<br />

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