Caballo de Troya 6 - IDU

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aquella interesante conversación. Eliseo decía bien. Dos de los evangelistas -Mateo y Lucas- aseguran que María concibió a Jesús «por obra y gracia del Espíritu Santo». Nosotros sabíamos que no fue así, pero, ¿de dónde partió semejante noticia? Tomamos el primer texto y lo desguazamos, analizándolo con frialdad. ¿Cómo supo Mateo Leví de aquella información? Primera posibilidad: ¿se lo comunicó la propia Señora? Sinceramente, lo dudé. Ella, por supuesto, creía firmemente en la concepción «no humana» de su hijo. Así lo manifestó muchas veces. Nunca lo entendí pero, insisto, lo respeté. Y digo que dudé porque, de haber contado a Mateo cuanto aconteció en aquellos meses previos al alumbramiento, la Señora nunca hubiera inventado lo que asegura el escritor sagrado (?). Podía estar equivocada en sus apreciaciones, pero jamás mentía. Me explico. El evangelista afirma que María se encontró encinta «antes de empezar a estar juntos». Es decir, antes de estar casados legalmente. Esto nunca lo hubiera dicho la Señora. Como ya informé en su momento, cuando la mujer se quedó embarazada de Jesús, hacía ocho meses que había contraído matrimonio con José. Más claro: tanto el anuncio del ángel, como la concepción, tuvieron lugar después de las bodas (éstas se celebraron en marzo del año «menos ocho» y la visita de Gabriel y el inmediato embarazo se registraron en noviembre de ese mismo año). Lo escrito por Mateo, por tanto, es erróneo: no fue durante los esponsales o «noviazgo» cuando María quedó encinta, sino mucho después... Si esto es así, la siguiente afirmación -«José resolvió repudiarla en secreto»- tampoco se sostiene. Imagino la cara de la Señora si alguien se hubiera atrevido a plantearle semejante despropósito... En cuanto al célebre sueño del perplejo José, el evangelista no dice toda la vedad. Si la información procedía de la Señora, el escritor sagrado (?) volvió a manipularla. María sabía lo que ocurrió. Sabía que la auténtica preocupación de su esposo era otra. Lo que realmente obsesionaba al entonces carpintero era lo mismo, poco más o menos, que tenía confundido a quien esto escribe. A saber: «cómo un niño concebido por humanos podía ser divino». El resto del mensaje, proporcionado en el sueño, tampoco se ajusta a los hechos. La Señora, insisto, nunca faltó a la verdad. ¿Cómo entender, entonces, la categórica afirmación de que su marido era de la casa de David? Era ella la única descendiente del famoso rey... ¿Pecados? ¿Vino Jesús al mundo para salvar a su pueblo de los pecados? Esto, evidentemente, no fue cosa de la Señora. Ella supo de las palabras del Resucitado en todas las apariciones. En ninguna se refirió jamás a «salvar a su pueblo de sus pecados». Alguien, efectivamente, volvió a «meter la mano».. En suma: en mi humilde opinión, lo escrito por Mateo no procedía de la madre del Maestro. 79

Segunda posibilidad: ¿recibió la información de la familia de Jesús, de sus compañeros, los apóstoles, o de otros seguidores? Nadie está capacitado para negarlo. Obviamente, entra dentro de lo posible. Sin embargo, si así fue, detecto algo que no encaja con Mateo. El evangelista era galileo. Conocía las tradiciones y leyes judías. ¿Qué quiero decir? Muy simple: Mateo Leví difícilmente habría afirmado que María se quedó encinta antes de contraer matrimonio. De ser así, Jesús de Nazaret -como ya expliqué en páginas anteriores- hubiera sido calificado como mamzer (bastardo). Nada de esto ocurrió. Si lo narrado en el texto, supuestamente sagrado, fuera cierto, la vergüenza y la marginación habrían caído como una losa sobre la Señora, sobre su familia y, naturalmente, sobre el Maestro. Y sus actos y palabras no habrían tenido el menor eco social. Sus enemigos no le hubieran perdonado. No, Mateo no era un irresponsable. No creo que esas afirmaciones sobre la virginidad nacieran de su pluma... Tercera posibilidad: una vez más..., alguien metió la mano en el primitivo texto de Mateo. Poco importa quién y cuándo. Lo triste, lo lamentable, es que deformó la realidad. Una realidad, la magnífica maternidad de la Señora, que no precisaba de adorno alguno. Porque, en definitiva, ésa parece ser la razón que movió al «manipulador o manipuladores» a modificar los hechos. La historia se repetía. El Hijo del Hombre -su figura, en suma- debía ser «vendido» con todos los honores. ¿Y qué decían las más antiguas y regias leyendas?: dioses, héroes y avalares en general nacieron siempre de una virgen. En Alejandría, por ejemplo, mucho antes de Jesús de Nazaret, el pueblo celebraba el 6 de enero el alumbramiento del dios Fon. Un ser nacido de la virgen Kore. En esa fecha, tras una ceremonia nocturna, las gentes marchaban en procesión hasta la gruta en la que había nacido el dios. Lo tomaban en sus brazos, lo paseaban y, finalmente, lo devolvían a la cueva en la última vigilia: la del canto del gallo. Al abandonar el santuario, el grito era unánime: «La virgen ha dado a luz... Aumenta la luz.» Y otro tanto sucedía en el vecino reino de la Nabatea, al sureste de Israel. Allí, en los templos de Petra, otra virgen -«Chaabou»- alumbraba al no menos célebre dios Dusares... (Esta festividad pagana serviría después a los árabes cristianos para fijar la fecha del nacimiento de Jesús en el mencionado 6 de enero.) ¿Fueron estos, u otros mitos, los que condicionaron la verdad, reduciéndola a lo que hoy leen los creyentes? Personalmente, así lo creo. Basta echar una ojeada a la Historia para comprobar que las iglesias no tuvieron el menor reparo en hacer suyos algunos de estos mitos. Ejemplo: la Natividad. Cualquier investigador medianamente avisado sabe que ese «25 de diciembre» no fue el día del nacimiento de Jesús, sino la usurpación de una vieja celebración, igualmente pagana. Desde la más remota antigüedad, sirios y egipcios festejaban en dicha fecha lo que denominaban «la victoria del sol». Es decir, el lógico alargamiento de los días. Y la iglesia católica, ni corta ni perezosa, proba- 80

aquella interesante conversación.<br />

Eliseo <strong>de</strong>cía bien. Dos <strong>de</strong> los evangelistas -Mateo y Lucas- aseguran que María<br />

concibió a Jesús «por obra y gracia <strong>de</strong>l Espíritu Santo». Nosotros sabíamos<br />

que no fue así, pero, ¿<strong>de</strong> dón<strong>de</strong> partió semejante noticia?<br />

Tomamos el primer texto y lo <strong>de</strong>sguazamos, analizándolo con frialdad.<br />

¿Cómo supo Mateo Leví <strong>de</strong> aquella información?<br />

Primera posibilidad: ¿se lo comunicó la propia Señora? Sinceramente, lo dudé.<br />

Ella, por supuesto, creía firmemente en la concepción «no humana» <strong>de</strong> su hijo.<br />

Así lo manifestó muchas veces. Nunca lo entendí pero, insisto, lo respeté. Y<br />

digo que dudé porque, <strong>de</strong> haber contado a Mateo cuanto aconteció en aquellos<br />

meses previos al alumbramiento, la Señora nunca hubiera inventado lo<br />

que asegura el escritor sagrado (?). Podía estar equivocada en sus apreciaciones,<br />

pero jamás mentía. Me explico. El evangelista afirma que María se<br />

encontró encinta «antes <strong>de</strong> empezar a estar juntos». Es <strong>de</strong>cir, antes <strong>de</strong> estar<br />

casados legalmente. Esto nunca lo hubiera dicho la Señora. Como ya informé<br />

en su momento, cuando la mujer se quedó embarazada <strong>de</strong> Jesús, hacía ocho<br />

meses que había contraído matrimonio con José. Más claro: tanto el anuncio<br />

<strong>de</strong>l ángel, como la concepción, tuvieron lugar <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> las bodas (éstas se<br />

celebraron en marzo <strong>de</strong>l año «menos ocho» y la visita <strong>de</strong> Gabriel y el inmediato<br />

embarazo se registraron en noviembre <strong>de</strong> ese mismo año). Lo escrito<br />

por Mateo, por tanto, es erróneo: no fue durante los esponsales o «noviazgo»<br />

cuando María quedó encinta, sino mucho <strong>de</strong>spués...<br />

Si esto es así, la siguiente afirmación -«José resolvió repudiarla en secreto»-<br />

tampoco se sostiene. Imagino la cara <strong>de</strong> la Señora si alguien se hubiera<br />

atrevido a plantearle semejante <strong>de</strong>spropósito...<br />

En cuanto al célebre sueño <strong>de</strong>l perplejo José, el evangelista no dice toda la<br />

vedad. Si la información procedía <strong>de</strong> la Señora, el escritor sagrado (?) volvió<br />

a manipularla. María sabía lo que ocurrió. Sabía que la auténtica preocupación<br />

<strong>de</strong> su esposo era otra. Lo que realmente obsesionaba al entonces carpintero<br />

era lo mismo, poco más o menos, que tenía confundido a quien esto escribe.<br />

A saber: «cómo un niño concebido por humanos podía ser divino».<br />

El resto <strong>de</strong>l mensaje, proporcionado en el sueño, tampoco se ajusta a los<br />

hechos. La Señora, insisto, nunca faltó a la verdad. ¿Cómo enten<strong>de</strong>r, entonces,<br />

la categórica afirmación <strong>de</strong> que su marido era <strong>de</strong> la casa <strong>de</strong> David? Era<br />

ella la única <strong>de</strong>scendiente <strong>de</strong>l famoso rey...<br />

¿Pecados? ¿Vino Jesús al mundo para salvar a su pueblo <strong>de</strong> los pecados?<br />

Esto, evi<strong>de</strong>ntemente, no fue cosa <strong>de</strong> la Señora. Ella supo <strong>de</strong> las palabras <strong>de</strong>l<br />

Resucitado en todas las apariciones. En ninguna se refirió jamás a «salvar a<br />

su pueblo <strong>de</strong> sus pecados». Alguien, efectivamente, volvió a «meter la mano»..<br />

En suma: en mi humil<strong>de</strong> opinión, lo escrito por Mateo no procedía <strong>de</strong> la madre<br />

<strong>de</strong>l Maestro.<br />

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