Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
invadió una sensación amarga. Era paradójico. Se trataba <strong>de</strong> un triunfo. Sin<br />
embargo, mi espíritu se ensombreció. Quizá estábamos cruzando una frontera<br />
sagrada. No lo sé...<br />
Lo cierto es que, en mitad <strong>de</strong> aquel <strong>de</strong>sasosiego, un pensamiento terminó por<br />
instalarse en mi corazón, confundiéndose <strong>de</strong>finitivamente. Y no porque<br />
afectara a mis principios religiosos, totalmente inexistentes, sino porque,<br />
como científico, me <strong>de</strong>scabalgó. No conseguía encajar lo que acababa <strong>de</strong> ver<br />
-la «huella genética» <strong>de</strong>l Maestro- con otra no menos incuestionable realidad:<br />
su divinidad.<br />
Este explorador fue testigo <strong>de</strong> excepción. Había visto, verificado y -si se me<br />
permite- «tocado» esa divinidad. La resurrección y posteriores apariciones no<br />
<strong>de</strong>jaban lugar a dudas. Sin embargo, como digo, «aquello» no cuadraba en mi<br />
corto conocimiento. Si concepción y naturaleza física <strong>de</strong>l rabí <strong>de</strong> Galilea eran<br />
absolutamente humanas, ¿dón<strong>de</strong> o cómo ubicar ese otro innegable rasgo que<br />
completaba la esencia <strong>de</strong> Jesús? ¿Debía buscar en los genes? Las investigaciones<br />
fueron transparentes. En el código genético no hallamos nada anormal.<br />
Entonces, ¿fue adquirida a posteriori? Pero, ¿cómo?, ¿cómo consiguió esa<br />
divinidad?<br />
Naturalmente, me enredé. No tenía respuestas. Pero, terco, subido en el<br />
ridículo pe<strong>de</strong>stal <strong>de</strong> la Ciencia, seguí buscando..., y hundiéndome.<br />
Los padres terrenales no disfrutaban <strong>de</strong> ese po<strong>de</strong>r. Por tanto, no pudieron<br />
transmitirlo. Pero estaba allí, en alguna parte...<br />
Recuerdo que, al final, impotente, me quedé en blanco. Y el Destino, supongo<br />
que compa<strong>de</strong>cido, me lanzó un cabo.<br />
«Quizá la divinidad -me dije en uno <strong>de</strong> los escasos momentos <strong>de</strong> luci<strong>de</strong>z- no<br />
sea pariente <strong>de</strong> la genética. ¿No estaré midiendo con varas distintas? ¿Des<strong>de</strong><br />
cuándo, querido Jasón, lo adimensional (la divinidad) es comparable a lo<br />
puramente material?»<br />
Me rendí.<br />
Y al retornar al módulo y compartir estas inquietu<strong>de</strong>s con mi hermano, Eliseo<br />
replicó con su proverbial lógica:<br />
-¿Por qué te atormentas? Cuando le veas..., pregúntaselo.<br />
Me <strong>de</strong>sarmó. Llevaba razón. Así lo haría en cuanto diéramos el ansiado tercer<br />
«salto» en el tiempo.<br />
Y sin po<strong>de</strong>r contenerse <strong>de</strong>jó en el aire otra <strong>de</strong>licada cuestión. Una interrogante<br />
que también martilleaba en mi cerebro <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que acertásemos a probar la<br />
paternidad biológica <strong>de</strong>l contratista <strong>de</strong> obras:<br />
-Si el Maestro fue engendrado como cualquier ser humano, ¿por qué los<br />
evangelios y creyentes le asignan una concepción sobrenatural?<br />
El asunto, obviamente, nos llevó muy lejos...<br />
Ya lo toqué en su momento, pero, en honor a mi <strong>de</strong>saparecido hermano y a lo<br />
que pudo ser la verdad, volveré sobre él, trazando las líneas maestras <strong>de</strong><br />
78