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Y apreté el paso, ansioso por ingresar en el Ravid y concluir esta fase <strong>de</strong> la<br />
misión.<br />
Una vez más, el Destino fue benevolente con quien esto escribe.<br />
18 AL 24 DE JUNIO<br />
La misma tar<strong>de</strong> <strong>de</strong>l sábado, 17, sin tropiezo ni percance, este explorador<br />
abrazaba a su hermano. Todo en el «portaaviones» discurría a entera satisfacción.<br />
A <strong>de</strong>cir verdad, tanta paz empezó a preocuparme. No era muy<br />
normal...<br />
Esa noche fue <strong>de</strong>dicada, única y exclusivamente, al <strong>de</strong>scanso. Eliseo lo entendió<br />
y, aunque ardía en <strong>de</strong>seos <strong>de</strong> preguntar y exponer lo <strong>de</strong>scubierto en los<br />
análisis <strong>de</strong> la sangre <strong>de</strong> la Señora, <strong>de</strong>jó que me recuperara.<br />
A la mañana siguiente, con el alma y el corazón pictóricos, le puse al corriente<br />
<strong>de</strong> cuanto había visto y oído en la prolongada estancia en la Ciudad Santa y en<br />
el cementerio <strong>de</strong> Nazaret. No hizo muchos comentarios. No merecía la pena.<br />
El <strong>de</strong>stino <strong>de</strong> los «embajadores <strong>de</strong>l reino» estaba claro. Y la valiosa información,<br />
como era habitual, fue transferida al banco <strong>de</strong> datos <strong>de</strong> «Santa<br />
Claus».<br />
Eliseo, por su parte, no menos feliz, me mostró los informes y los resultados<br />
<strong>de</strong> sus investigaciones en torno a la sangre que este explorador, como se<br />
recordará, tuvo la fortuna <strong>de</strong> recoger en Nazaret, cuando María, la madre <strong>de</strong>l<br />
Maestro, resultó levemente lesionada en la nariz.<br />
El provi<strong>de</strong>ncial lienzo y la no menos oportuna hemorragia nasal <strong>de</strong> la Señora<br />
nos permitirían redon<strong>de</strong>ar otra <strong>de</strong>cisiva misión, «especial y encarecidamente<br />
encomendada por los directores <strong>de</strong> <strong>Caballo</strong> <strong>de</strong> <strong>Troya</strong>. Como ya comenté, en<br />
aquellos momentos, los requerimientos <strong>de</strong> Curtiss nos parecieron lógicos y<br />
normales. Como científicos, la posible paternidad <strong>de</strong> José era un reto apasionante.<br />
Más tar<strong>de</strong>, aparentemente por casualidad (?), mi hermano fue a<br />
<strong>de</strong>scubrir «algo» que nos horrorizó y nos hizo dudar <strong>de</strong> la bondad <strong>de</strong> semejante<br />
«petición». Pero <strong>de</strong>mos tiempo al tiempo...<br />
Ambos éramos conscientes <strong>de</strong> que el referido lienzo había empapado la<br />
sangre <strong>de</strong> la mujer. Yo era testigo. Sin embargo, fieles al procedimiento y a<br />
los protocolos establecidos por los responsables <strong>de</strong> la Operación, los primeros<br />
ensayos se orientaron hacia las cuestiones básicas: i<strong>de</strong>ntificación <strong>de</strong> la<br />
muestra como sangre humana, sexo, etc.. Por último, Eliseo centró sus esfuerzos<br />
en lo que realmente interesaba: el grupo sanguíneo. Las pruebas<br />
fueron contun<strong>de</strong>ntes. La Señora portaba el «B».<br />
Esto nos situó ante el final <strong>de</strong> la experiencia. Sabíamos que el Hijo <strong>de</strong>l Hombre<br />
pertenecía al grupo «AB» y conocíamos igualmente, como digo, el <strong>de</strong> la madre.<br />
Sólo restaban dos operaciones, no menos <strong>de</strong>licadas y <strong>de</strong>finitivas: averiguar<br />
los respectivos grupos sanguíneos <strong>de</strong> José y Amos, así como los ADN <strong>de</strong> todos<br />
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