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posterior y paulatinamente, exhumados y <strong>de</strong>positados en la cripta correspondiente.<br />
En este caso, en la que ocupaba el extremo <strong>de</strong>recho <strong>de</strong>l talud<br />
calcáreo.<br />
El hallazgo me reconfortó. Si existía un or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> exhumación -como era<br />
presumible-, estas hileras, las que confirmaron mis sospechas, tenían que ser<br />
las más antiguas. En el paño opuesto, así lo recordaba, el pequeño cementerio<br />
presentaba una superficie todavía virgen, dispuesta para nuevos enterramientos.<br />
Pues bien, en las tilas cercanas a esa zona en reserva, quien esto<br />
escribe había <strong>de</strong>scubierto la estela que perpetuaba la memoria <strong>de</strong> José y <strong>de</strong> su<br />
hijo Amos. En resumen: dicha hilera -la número once- era más «mo<strong>de</strong>rna» y,<br />
en consecuencia, los huesos allí sepultados <strong>de</strong>berían <strong>de</strong> haber sido rescatados<br />
bastantes años más tar<strong>de</strong>.<br />
Comprobé la argumentación sobre el terreno. El camposanto sumaba trece<br />
hileras. A partir <strong>de</strong> ahí, hasta el lugar don<strong>de</strong> se levantaba la choza, la tierra se<br />
hallaba libre y, como digo, preparada para nuevos «inquilinos».<br />
La cuestión, ahora, se centraba en otro punto no menos problemático.<br />
Aceptando que la hilera «once» fuera una <strong>de</strong> las más recientes (?) (José<br />
llevaba muerto veintidós años y su hijo dieciocho), ¿a cuál <strong>de</strong> las criptas<br />
fueron trasladados?<br />
El dilema, obviamente, no era fácil. Y me <strong>de</strong>jé arrastrar por el sentido común.<br />
Si los huesos <strong>de</strong> las dos filas iniciales <strong>de</strong>l cementerio se hallaban en la gruta <strong>de</strong><br />
la <strong>de</strong>recha (la que acababa <strong>de</strong> abrir), los exhumados en el lado opuesto quizá<br />
habían ido a parar a la ubicada en el otro extremo, es <strong>de</strong>cir, la más «mo<strong>de</strong>rna»<br />
(?). Naturalmente, lo <strong>de</strong> «mo<strong>de</strong>rna» era otra suposición <strong>de</strong> este optimista<br />
explorador...<br />
Y dado que ahí terminaban las especulaciones, opté por la citada cripta. Fui a<br />
situarme frente a la muela y tecleé, «volatilizándola». El segundo estampido<br />
volvió a paralizarme.<br />
Afiné los sentidos. Observé la choza, el bosque <strong>de</strong> olivos y el sen<strong>de</strong>rillo que<br />
trepaba hacia lo alto <strong>de</strong>l Nebí.<br />
Nuevos e inquietos vuelos <strong>de</strong> las rapaces. Más ansiedad. Y, al fin, <strong>de</strong>splomándose<br />
<strong>de</strong>spacio, como una nevada, el maravilloso silencio...<br />
Entré con idénticas precauciones. La humedad gobernaba también aquel<br />
lugar. Y «alguien» -digo yo que ese ángel con nombre <strong>de</strong> mujer: «Intuición»-<br />
pasó <strong>de</strong> puntillas junto a este tenso explorador. El susurro, aunque claro y<br />
preciso, fue rechazado...<br />
«Esta vez sí.»<br />
La gruta artificial, algo más <strong>de</strong>sahogada que la anterior, guardaba una forma<br />
muy similar: había sido excavada en círculo, con una altura máxima ligeramente<br />
superior a la mía (1,80 metros). En las pare<strong>de</strong>s, también a corta<br />
distancia <strong>de</strong>l tosco pavimento, se alineaban otros huecos. Sumé diez. Y en las<br />
hornacinas, sendas cajas o arquetas <strong>de</strong> caliza. En dos <strong>de</strong> ellas, a diferencia <strong>de</strong><br />
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