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Caballo de Troya 6 - IDU

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posterior y paulatinamente, exhumados y <strong>de</strong>positados en la cripta correspondiente.<br />

En este caso, en la que ocupaba el extremo <strong>de</strong>recho <strong>de</strong>l talud<br />

calcáreo.<br />

El hallazgo me reconfortó. Si existía un or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> exhumación -como era<br />

presumible-, estas hileras, las que confirmaron mis sospechas, tenían que ser<br />

las más antiguas. En el paño opuesto, así lo recordaba, el pequeño cementerio<br />

presentaba una superficie todavía virgen, dispuesta para nuevos enterramientos.<br />

Pues bien, en las tilas cercanas a esa zona en reserva, quien esto<br />

escribe había <strong>de</strong>scubierto la estela que perpetuaba la memoria <strong>de</strong> José y <strong>de</strong> su<br />

hijo Amos. En resumen: dicha hilera -la número once- era más «mo<strong>de</strong>rna» y,<br />

en consecuencia, los huesos allí sepultados <strong>de</strong>berían <strong>de</strong> haber sido rescatados<br />

bastantes años más tar<strong>de</strong>.<br />

Comprobé la argumentación sobre el terreno. El camposanto sumaba trece<br />

hileras. A partir <strong>de</strong> ahí, hasta el lugar don<strong>de</strong> se levantaba la choza, la tierra se<br />

hallaba libre y, como digo, preparada para nuevos «inquilinos».<br />

La cuestión, ahora, se centraba en otro punto no menos problemático.<br />

Aceptando que la hilera «once» fuera una <strong>de</strong> las más recientes (?) (José<br />

llevaba muerto veintidós años y su hijo dieciocho), ¿a cuál <strong>de</strong> las criptas<br />

fueron trasladados?<br />

El dilema, obviamente, no era fácil. Y me <strong>de</strong>jé arrastrar por el sentido común.<br />

Si los huesos <strong>de</strong> las dos filas iniciales <strong>de</strong>l cementerio se hallaban en la gruta <strong>de</strong><br />

la <strong>de</strong>recha (la que acababa <strong>de</strong> abrir), los exhumados en el lado opuesto quizá<br />

habían ido a parar a la ubicada en el otro extremo, es <strong>de</strong>cir, la más «mo<strong>de</strong>rna»<br />

(?). Naturalmente, lo <strong>de</strong> «mo<strong>de</strong>rna» era otra suposición <strong>de</strong> este optimista<br />

explorador...<br />

Y dado que ahí terminaban las especulaciones, opté por la citada cripta. Fui a<br />

situarme frente a la muela y tecleé, «volatilizándola». El segundo estampido<br />

volvió a paralizarme.<br />

Afiné los sentidos. Observé la choza, el bosque <strong>de</strong> olivos y el sen<strong>de</strong>rillo que<br />

trepaba hacia lo alto <strong>de</strong>l Nebí.<br />

Nuevos e inquietos vuelos <strong>de</strong> las rapaces. Más ansiedad. Y, al fin, <strong>de</strong>splomándose<br />

<strong>de</strong>spacio, como una nevada, el maravilloso silencio...<br />

Entré con idénticas precauciones. La humedad gobernaba también aquel<br />

lugar. Y «alguien» -digo yo que ese ángel con nombre <strong>de</strong> mujer: «Intuición»-<br />

pasó <strong>de</strong> puntillas junto a este tenso explorador. El susurro, aunque claro y<br />

preciso, fue rechazado...<br />

«Esta vez sí.»<br />

La gruta artificial, algo más <strong>de</strong>sahogada que la anterior, guardaba una forma<br />

muy similar: había sido excavada en círculo, con una altura máxima ligeramente<br />

superior a la mía (1,80 metros). En las pare<strong>de</strong>s, también a corta<br />

distancia <strong>de</strong>l tosco pavimento, se alineaban otros huecos. Sumé diez. Y en las<br />

hornacinas, sendas cajas o arquetas <strong>de</strong> caliza. En dos <strong>de</strong> ellas, a diferencia <strong>de</strong><br />

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