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Caballo de Troya 6 - IDU

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en plena fiesta <strong>de</strong> la Pascua, colmó la paciencia <strong>de</strong> los judíos. Jamás los<br />

perdonaron. Des<strong>de</strong> entonces, las refriegas e insultos mutuos estuvieron a la<br />

or<strong>de</strong>n <strong>de</strong>l día.<br />

Afortunadamente, nadie nos molestó. Y el viernes, 16, dos horas antes <strong>de</strong>l<br />

ocaso, este explorador se <strong>de</strong>spedía <strong>de</strong> los discípulos a las puertas <strong>de</strong> Nazaret.<br />

Ellos continuaron hacia la cercana Caná y quien esto escribe, fiel al plan<br />

previsto, ro<strong>de</strong>ó la concurrida fuente, ingresando con prisas en la blanca y<br />

polvorienta senda que enlazaba la al<strong>de</strong>a <strong>de</strong> la Señora con Séforis, la capital <strong>de</strong><br />

la baja Galilea.<br />

El propósito, en principio, no era complicado. Ascen<strong>de</strong>ría por la falda norte <strong>de</strong>l<br />

Nebí Sain -un camino bien conocido por este torpe explorador y en el que ya<br />

había sufrido un lamentable inci<strong>de</strong>nte-, situándome frente al cementerio <strong>de</strong><br />

Nazaret antes <strong>de</strong> la caída <strong>de</strong>l sol. Una vez allí, ya veríamos...<br />

Si cálculos y razonamientos no fallaban, con el crepúsculo, a la entrada <strong>de</strong>l<br />

shabbat (el día sagrado para los judíos), el reducido camposanto <strong>de</strong>bería<br />

verse libre <strong>de</strong> toda suerte <strong>de</strong> visitantes. La ley y la tradición eran inflexibles.<br />

En sábado, por ejemplo, estaba prohibido el traslado <strong>de</strong> los muertos a las<br />

sepulturas. Más aún: ni siquiera <strong>de</strong>bía moverse uno solo <strong>de</strong> los miembros <strong>de</strong>l<br />

difunto, aunque estaba autorizada la ceremonia <strong>de</strong> lavado y embalsamamiento.<br />

Esto me tranquilizó..., en parte. ¿Y qué suce<strong>de</strong>ría con el enterrrador<br />

y la inseparable plañi<strong>de</strong>ra? ¿Continuarían en el lugar? Por supuesto, sólo<br />

había un medio para salir <strong>de</strong> dudas...<br />

La proximidad <strong>de</strong>l sábado jugó a mi favor. Los felah que habitualmente<br />

trabajaban en las cercanías <strong>de</strong>l camino acababan <strong>de</strong> abandonar las faenas. No<br />

tuve problemas. Ascendí veloz por la la<strong>de</strong>ra <strong>de</strong>l Nebí y, a medio camino <strong>de</strong> la<br />

cima, el apretado olivar me hizo una señal. Aquél era el punto. Me <strong>de</strong>svié<br />

hacia la izquierda y, lentamente, camuflado entre los árboles, fui a asomarme<br />

a mi objetivo. El breve cuadrilátero, <strong>de</strong> unos cincuenta metros <strong>de</strong> lado, se<br />

presentó tranquilo y silencioso. Aparentemente se hallaba <strong>de</strong>sierto. Pero no<br />

quise precipitarme. El recuerdo <strong>de</strong> la última y <strong>de</strong>sastrosa incursión entre las<br />

ochenta estelas <strong>de</strong> piedra me frenó en seco. Esta vez obraría sobre seguro. Si<br />

era necesario anularía a la «burrita» y a su compañero... Inspeccioné la choza<br />

<strong>de</strong> paja y adobe que se levantaba al este, y que servía <strong>de</strong> refugio al sepulturero<br />

y a la prostituta, pero, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> don<strong>de</strong> me encontraba, no percibí nada<br />

anormal.<br />

¿Qué hacía?<br />

Si la pareja se hallaba ausente, aquél podía ser el momento...<br />

Intenté serenarme. ¿Tenía prisa? Sí y no... En realidad, la operación, tal y<br />

como fue concebida, <strong>de</strong>bería ejecutarse durante la noche. Esto reduciría<br />

riesgos. Y aguanté en el filo <strong>de</strong>l olivar que amurallaba el cementerio. El sol,<br />

<strong>de</strong>sapareciendo ya tras los 488 metros <strong>de</strong>l Nebí, seguiría iluminando alre<strong>de</strong>dor<br />

<strong>de</strong> una hora.<br />

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