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Caballo de Troya 6 - IDU

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evangelio no era eso. La buena nueva, repito, no era propiedad <strong>de</strong> nadie y<br />

nadie ostentaba atribuciones especiales. En la aparición número doce, en<br />

Alejandría, lo <strong>de</strong>jó muy claro: «El Padre me ha enviado para establecer algo<br />

que no es propiedad <strong>de</strong> ninguna raza, nación, ni tampoco <strong>de</strong> ningún grupo<br />

especial <strong>de</strong> educadores o predicadores.»<br />

Concluido el relato sobre la tercera «presencia», en la que el Resucitado reprocha<br />

a Tomás su incredulidad, el evangelista se <strong>de</strong>tiene <strong>de</strong> pronto. Es como<br />

si Juan Zebe<strong>de</strong>o no recordara o no lo hiciera con suficiente precisión. Y salva<br />

la situación con una frase en la que reconoce, implícitamente, que hubo más<br />

apariciones:<br />

«Jesús realizó en presencia <strong>de</strong> los discípulos otras muchas señales que no<br />

están escritas en este libro...»<br />

Interesante.<br />

Él, como el resto, sabía la verdad. Pero...<br />

Más a<strong>de</strong>lante, en el capítulo 21, suce<strong>de</strong> algo curioso que parece confirmar lo<br />

ya referido anteriormente: alguien «metió la mano» en el texto joánico. Alguien<br />

no se contentó con lo expuesto por Juan en torno a las apariciones <strong>de</strong>l<br />

Maestro y añadió una más. Lo malo es que, al hacerlo, amén <strong>de</strong> faltar a la<br />

verdad, mutilando y <strong>de</strong>formando las conversaciones <strong>de</strong> Jesús con sus íntimos<br />

en la playa <strong>de</strong> Saidan, no contabilizó las «presencias» narradas por el Zebe<strong>de</strong>o<br />

y, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> la mano, metió la pata...<br />

El «intruso», en el versículo 14 <strong>de</strong> dicho Epílogo, dice que «ésta fue ya la<br />

tercera vez que Jesús se manifestó a los discípulos <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> resucitar <strong>de</strong><br />

entre los muertos».<br />

Lástima. Si hubiera tenido la precaución <strong>de</strong> sumar las apariciones que cita<br />

Juan habría comprobado que la añadida por él era la cuarta... A saber: aparición<br />

<strong>de</strong>l Maestro a la Magdalena, junto al sepulcro; a los íntimos en el cenáculo<br />

y -ocho días <strong>de</strong>spués- a la totalidad <strong>de</strong> los discípulos (incluido Tomás).<br />

Como <strong>de</strong>cía, un relato sesgado, en el que tan sólo se ofrecen las «presencias»<br />

<strong>de</strong> Jesús a los «embajadores <strong>de</strong>l reino» y a María, la <strong>de</strong> Magdala. En otras<br />

palabras: doce testigos. ¿Y qué ocurrió con los otros 1 500? ¿Se borraron <strong>de</strong><br />

la memoria <strong>de</strong> Juan?<br />

Por supuesto que no...<br />

En cuanto al segundo testimonio evangélico -el <strong>de</strong> Marcos-, el <strong>de</strong>sbarajuste,<br />

manipulación y censura tampoco se quedan cortos.<br />

Echemos un vistazo.<br />

En el capítulo 16, versículos 9 al 20, el evangelista (o quien se encargara <strong>de</strong><br />

enmendarle la plana) da fe <strong>de</strong> tres únicas apariciones. Y todas, claro está, a<br />

los <strong>de</strong> siempre: a los íntimos y a la Magdalena. Del resto, ni palabra...<br />

En el texto, a<strong>de</strong>más, convenientemente camuflada, se <strong>de</strong>sliza otra falsedad.<br />

Los individuos que «iban camino <strong>de</strong> una al<strong>de</strong>a», y a quienes se presenta el<br />

Resucitado, no eran dos <strong>de</strong> los apóstoles, como sugiere Marcos (?), sino<br />

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