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Como se recordará, este estricto acatamiento <strong>de</strong> las reglas <strong>de</strong> la religión judía<br />
por parte <strong>de</strong>l lí<strong>de</strong>r y los suyos provocaría lamentables enfrentamientos con<br />
Pablo y sus seguidores.<br />
Sencillamente, esas «presencias» <strong>de</strong>l Maestro ante cientos <strong>de</strong> paganos y<br />
prosélitos colocaban a la naciente iglesia en una posición tan <strong>de</strong>licada como<br />
innecesaria. Y optaron por no echar más leña al fuego, suprimiéndolas. Si uno<br />
revisa lo escrito por los evangelistas, observará que no hay mención alguna a<br />
las apariciones en Fila<strong>de</strong>lfia, Alejandría, Tiro y Sicar. Sólo Pablo, sin entrar en<br />
<strong>de</strong>talles comprometedores, refiere que, en una <strong>de</strong> esas apariciones <strong>de</strong>l rabí,<br />
los testigos fueron más <strong>de</strong> quinientos hermanos (1 Cor. 15, 6). Entiendo que<br />
habla <strong>de</strong> lo ocurrido el 29 <strong>de</strong> abril, sábado, en la playa <strong>de</strong> Saidan, cuando el<br />
Resucitado se presentó ante más <strong>de</strong> quinientos felah y am-ha-arez. Hábilmente,<br />
Pablo evita mencionar que muchos <strong>de</strong> aquellos hombres y mujeres,<br />
vecinos <strong>de</strong> los alre<strong>de</strong>dores, eran gentiles y prosélitos.<br />
Hoy, lógicamente, al leer los textos sagrados (?), uno tiene la impresión <strong>de</strong><br />
que no hubo más apariciones que las mencionadas. No podía ser <strong>de</strong> otra<br />
forma. Y no sólo por lo que acabo <strong>de</strong> referir. Todo eso, aun siendo importante,<br />
no fue lo más grave. En mi opinión, lo que arrinconó <strong>de</strong>finitivamente esas<br />
cuatro trascen<strong>de</strong>ntales «presencias» <strong>de</strong>l Maestro, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> su muerte y<br />
resurrección, fue el contenido <strong>de</strong> los sucesivos mensajes.<br />
«Aquello» chocaba frontalmente con la Tora, con la tradición, con el sentimiento<br />
<strong>de</strong> superioridad <strong>de</strong>l pueblo elegido y, sobre todo, con la filosofía que<br />
empezaba a fraguar en el grupo dominante.<br />
«Dentro <strong>de</strong>l reino <strong>de</strong> mi Padre -dijo Jesús a los griegos- no hay ni habrá judíos<br />
ni gentiles.»<br />
«Recibid en vuestra comunidad -manifestó en Fila<strong>de</strong>lfia ante buen número <strong>de</strong><br />
arab-, con agradable comprensión y afecto fraternal, a todos los hermanos<br />
consagrados a la divulgación <strong>de</strong> la buena nueva. Sean judíos o gentiles.<br />
Griegos o romanos. Persas o etíopes.»<br />
«El Padre me ha enviado -aclaró finalmente en la ciudad <strong>de</strong> Alejandría ante<br />
griegos, egipcios y judíos- para establecer algo que no es propiedad <strong>de</strong><br />
ninguna raza, nación, ni tampoco <strong>de</strong> ningún grupo especial <strong>de</strong> educadores o<br />
predicadores... ¡Prestad atención!: este evangelio no <strong>de</strong>be ser confiado exclusivamente<br />
a los sacerdotes.»<br />
Las directísimas y transparentes alusiones <strong>de</strong> Jesús no podían ser aceptadas<br />
en ese tiempo y, mucho menos, recogidas en los textos evangélicos. Insisto<br />
una y otra vez: el mensaje no era compatible con las circunstancias y prácticas<br />
<strong>de</strong> aquellos hombres. Por eso, sin duda, lo repitió con tanta insistencia.<br />
Pero hubo algo más. Algo que <strong>de</strong>jó a Pedro y a los suyos fuera <strong>de</strong> juego...<br />
Sabedor <strong>de</strong> lo que iba a suce<strong>de</strong>r, el Resucitado se presenta en la casa <strong>de</strong><br />
Nico<strong>de</strong>mo, en Jerusalén, y en la primera vigilia <strong>de</strong> la noche, con la totalidad <strong>de</strong><br />
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