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Caballo de Troya 6 - IDU

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siquiera recurrir ante los tribunales, aunque <strong>de</strong>mostraran que también ellos<br />

se habían convertido al judaísmo.<br />

Imagino que el hipotético lector habrá comprendido por dón<strong>de</strong> voy. En los<br />

tiempos <strong>de</strong> Jesús <strong>de</strong> Nazaret, un ger, un prosélito, era un ser <strong>de</strong>spreciado, sin<br />

padre legítimo y con escasos <strong>de</strong>rechos ante la Ley <strong>de</strong> Moisés. Ésta, al menos,<br />

era la corriente generalizada en los círculos más ortodoxos. Pero no eran<br />

éstos los únicos horrores que soportaban. Quizá más a<strong>de</strong>lante -al narrar la<br />

vida <strong>de</strong> predicación <strong>de</strong>l Maestro- tenga la oportunidad <strong>de</strong> volver sobre esta<br />

dramática situación.<br />

Está claro. Cuando los íntimos -judíos a fin <strong>de</strong> cuentas- recibieron las noticias<br />

sobre las diferentes apariciones <strong>de</strong>l rabí a gentiles y prosélitos <strong>de</strong> Fila<strong>de</strong>lfia,<br />

Alejandría, Tiro y el yam -por no hablar <strong>de</strong> los odiados samaritanos-, más <strong>de</strong><br />

uno torció el gesto, <strong>de</strong>saprobándolas.<br />

¿Qué era aquello?<br />

¡El Resucitado <strong>de</strong>partiendo con griegos, arab, tirios, fenicios y los «impuros<br />

samaritanos»!<br />

Hoy, lo sé, estos hechos pue<strong>de</strong>n resultar incomprensibles. ¿Es que los discípulos<br />

no habían aprendido nada? ¿No recordaban las enseñanzas <strong>de</strong>l Galileo?<br />

Naturalmente que sabían. Pero estaban don<strong>de</strong> estaban. La Ley era la Ley y<br />

ellos, como digo, nunca se apartaron <strong>de</strong> la férrea normativa judía. No conviene<br />

olvidarlo...<br />

Estos testigos también eran creyentes, pero su condición <strong>de</strong> ger casi los invalidaba.<br />

En varias ocasiones los vi discutir sobre el particular. Pero, francamente,<br />

en esos momentos, no fui consciente <strong>de</strong> la trascen<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> tales<br />

polémicas.<br />

¿Cómo equiparar a estos hombres y mujeres con los testigos judíos? Y lo que<br />

más los preocupaba: ¿cómo <strong>de</strong>cirle al pueblo que eran hermanos en la fe?<br />

¿Cómo valorar los testimonios <strong>de</strong> gente «sin padre legítimo», «sospechosos<br />

<strong>de</strong> prostitución e idolatría» y claramente con<strong>de</strong>nados por Yavé?<br />

No, aquello era <strong>de</strong>masiado. La referencia a estos sucesos en las predicaciones<br />

sólo habría conducido a críticas, burlas y, en suma, a una <strong>de</strong>preciación <strong>de</strong> la<br />

religión que estaban levantando. Una religión, insisto, en torno a la imagen y<br />

la resurrección <strong>de</strong>l «Señor Jesús».<br />

He aquí una cuestión que suelen olvidar los creyentes <strong>de</strong> hoy. Pedro y su<br />

grupo trabajaron durante mucho tiempo en la Ciudad Santa y en las tierras <strong>de</strong><br />

Palestina. Fue más tar<strong>de</strong> cuando algunos <strong>de</strong> los «embajadores <strong>de</strong>l reino» se<br />

<strong>de</strong>cidieron a probar fortuna en otros parajes <strong>de</strong>l Mediterráneo. ¿Cómo asumir,<br />

por tanto, estas apariciones en mitad <strong>de</strong> una cultura que <strong>de</strong>spreciaba a los<br />

prosélitos? ¿Cómo <strong>de</strong>cir y <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r que todo un Hijo <strong>de</strong> Dios había hecho<br />

iguales a individuos que la tradición y la sagrada Ley estimaban como in<strong>de</strong>seables?<br />

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