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Caballo de Troya 6 - IDU

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Probablemente no hubo mala intención. Era judíos -no lo olvi<strong>de</strong>mos- y no<br />

lograron librarse <strong>de</strong> la mano <strong>de</strong> hierro (la Ley) que gobernaba vidas e i<strong>de</strong>as.<br />

Fue ese condicionamiento lo que les hizo reflexionar y sepultar los hechos.<br />

¿Por qué?<br />

Esbozaré algunas posibles razones. El corazón me dice que no estoy equivocado...<br />

Primera: las mujeres.<br />

Y no me refiero a la mera circunstancia <strong>de</strong> que llegaran a ser testigos. Eso<br />

podían aceptarlo. Lo que, en cambio, repugnaba a sus costumbres y entendimiento<br />

fue lo acaecido en la quinta aparición. Como se recordará, en dicha<br />

«presencia», el Resucitado reivindicó el papel <strong>de</strong> la mujer en la difusión <strong>de</strong>l<br />

reino. Fue claro y tajante. «Vosotras -afirmó ante veinticinco hebreas- también<br />

estáis llamadas a proclamar la liberación <strong>de</strong> la Humanidad por el<br />

evangelio <strong>de</strong> la unión con Dios...»<br />

Y por si surgía alguna duda, añadió:<br />

«... Id por el mundo entero anunciando este evangelio y confirmar a los<br />

creyentes en la fe...»<br />

Jesús <strong>de</strong> Nazaret, en <strong>de</strong>finitiva, conocedor <strong>de</strong> la pésima situación social <strong>de</strong> la<br />

mujer y a<strong>de</strong>lantándose a la Historia, recuerda que todos, varones y hembras,<br />

son iguales a la hora <strong>de</strong> manejar los asuntos <strong>de</strong>l reino.<br />

La or<strong>de</strong>n <strong>de</strong>l rabí, sin embargo, no agradó a los tercos y machistas judíos.<br />

¿Consi<strong>de</strong>rar como iguales a las «mentirosas e impuras por naturaleza?»<br />

Ni soñarlo...<br />

Y la aparición en cuestión fue <strong>de</strong>sterrada. Nunca existió.<br />

Las mujeres, por supuesto, no sólo no fueron equiparadas a los «sagrados<br />

embajadores <strong>de</strong>l reino», sino que, en el colmo <strong>de</strong> la <strong>de</strong>sobediencia a lo<br />

prescrito por el Hijo <strong>de</strong> Dios, continuaron anuladas y menospreciadas.<br />

¿Exagero?<br />

Creo que no. Y como muestra <strong>de</strong> lo que afirmo, he aquí unas frases <strong>de</strong>l, insisto,<br />

nefasto Pablo <strong>de</strong> Tarso. En su epístola primera a los Corintios (14, 33-36)<br />

escribe con una <strong>de</strong>sfachatez que hoy provoca sonrojo e indignación:<br />

«Como en todas las iglesias <strong>de</strong> los santos, las mujeres cállense en las<br />

asambleas, porque no les toca a ellas hablar, sino vivir sujetas, como dice la<br />

Ley. Si quieren apren<strong>de</strong>r algo, que en casa pregunten a sus maridos, porque<br />

no es <strong>de</strong>coroso para la mujer hablar en la iglesia.»<br />

¿Y éste era el hombre que <strong>de</strong>cía venerar a Jesús <strong>de</strong> Nazaret?<br />

Sin comentarios...<br />

Más <strong>de</strong> una vez me lo he preguntado. Si la primitiva iglesia y los evangelistas<br />

hubieran respetado hechos y palabras, y más concretamente esta quinta<br />

aparición, ¿seguirían los cristianos polemizando sobre el papel <strong>de</strong> la mujer en<br />

la obra <strong>de</strong>l rabí <strong>de</strong> Galilea?<br />

Pero no fue éste el único, ni el más doloroso silencio...<br />

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