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or<strong>de</strong>n. Fue inútil. Los rebel<strong>de</strong>s, empeñados en el error, <strong>de</strong>spreciaron todo<br />
intento <strong>de</strong> reconciliación.<br />
«Finalmente, ese Hijo divino tomó una <strong>de</strong>cisión: viajaría <strong>de</strong> incógnito hasta<br />
los lejanos mundos <strong>de</strong> los infractores, haciéndose pasar por tan mo<strong>de</strong>sto<br />
carpintero. Escogió uno <strong>de</strong> los planetas y allí nació como un hombre más. Y así<br />
vivió, sujeto a la carne, y enseñando la verdad a las gentes. Les mostró quién<br />
era en realidad el gran Dios. Habló <strong>de</strong>l espléndido futuro que les aguardaba y,<br />
sobre todo, recordó que eran hijos <strong>de</strong> ese maravilloso Padre.<br />
»Pero la fama <strong>de</strong> aquel Hombre-Dios terminó llegando a oídos <strong>de</strong> los príncipes<br />
rebel<strong>de</strong>s. Y sucedió que, en cierta ocasión, cuando el carpintero oraba en lo<br />
alto <strong>de</strong> una montaña nevada, dos <strong>de</strong> los traidores se presentaron ante él,<br />
sometiéndolo a toda clase <strong>de</strong> preguntas.<br />
-«¿Quién eres...? ¿Cómo te atreves a hablar <strong>de</strong> ese Dios?... ¿Quién te envía?»<br />
Por último, convencidos <strong>de</strong> que se hallaban ante el Hijo y soberano <strong>de</strong>l universo,<br />
le hicieron una proposición:<br />
-¡Únete a nosotros!<br />
Y el Hijo replicó:<br />
-«Hágase la voluntad <strong>de</strong>l Padre.»<br />
Los rebel<strong>de</strong>s, <strong>de</strong>rrotados, se retiraron. Y todo el universo, pendiente <strong>de</strong><br />
aquella entrevista, elogió la misericordia <strong>de</strong>l Hijo y soberano.<br />
Des<strong>de</strong> entonces, el Dios disfrazado <strong>de</strong> hombre y carpintero ostentaría también<br />
el título <strong>de</strong> Príncipe <strong>de</strong> la Tierra.<br />
Terminada la historia, el Maestro <strong>de</strong>scendió a los <strong>de</strong>talles, revelando algo que,<br />
con el paso <strong>de</strong> los siglos, resultaría igualmente <strong>de</strong>formado.<br />
Esto fue lo que acertamos a intuir:<br />
Tiempo atrás, mucho tiempo atrás, en una minúscula región <strong>de</strong> su universo<br />
(en la nuestra), tuvo lugar una insurrección, más o menos similar a la expuesta<br />
en el cuento. Mejor dicho, en el supuesto cuento.<br />
Un viejo conocido <strong>de</strong> los humanos -Luzbel-, jefe <strong>de</strong> esa casi insignificante<br />
parcela <strong>de</strong> la galaxia, se alzó contra el or<strong>de</strong>n establecido, protestando por el<br />
largo camino exigido para llegar al Paraíso. Al parecer, calificó esa «marcha»<br />
<strong>de</strong> «frau<strong>de</strong> total», dudando, incluso, <strong>de</strong> la existencia <strong>de</strong> Ab-bá. La rebelión,<br />
sin embargo, no alcanzó excesivo éxito. Sólo 30 o 40 mundos la secundaron.<br />
La Tierra fue uno <strong>de</strong> ellos.<br />
Pues bien, no <strong>de</strong>seando acudir a métodos más severos -a los que tenía legítimo<br />
<strong>de</strong>recho-, el magnánimo Hijo Creador <strong>de</strong> este universo optó por encarnarse<br />
y «camuflarse» entre las más mo<strong>de</strong>stas <strong>de</strong> sus criaturas. Justamente<br />
entre las que habitaban en uno <strong>de</strong> esos mundos en rebeldía. Y se hizo<br />
hombre. Y vivió como tal, anunciando a los infelices súbditos <strong>de</strong> los príncipes<br />
rebel<strong>de</strong>s dón<strong>de</strong> estaba la verdad y quién era Ab-bá.<br />
Pero la naturaleza divina <strong>de</strong>l humil<strong>de</strong> carpintero no pasó <strong>de</strong>sapercibida para<br />
los jefes planetarios que encabezaban la insurrección. Y dos <strong>de</strong> ellos -un alto<br />
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