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Caballo de Troya 6 - IDU

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cometido y mi amigo escapó con bien <strong>de</strong>l encontronazo. Lo peor llegaría<br />

<strong>de</strong>spués...<br />

A la mañana siguiente, al inspeccionar el lugar, nos vinimos abajo. Los voraces<br />

jabalíes habían dado buena cuenta <strong>de</strong> muchas <strong>de</strong> las provisiones. Pero<br />

el Destino, compasivo, acudió en auxilio <strong>de</strong> estos <strong>de</strong>solados exploradores. Ese<br />

mismo jueves, 13, el joven Tiglat reponía la maltrecha <strong>de</strong>spensa, aliviando la<br />

penosa situación. A partir <strong>de</strong>l inci<strong>de</strong>nte con el chazir <strong>de</strong>cidimos montar<br />

guardia durante las noches, iluminando el paraje con la fogata.<br />

Por un lado me alegré. La incursión <strong>de</strong> los jabalíes nos obligaría a unos turnos<br />

<strong>de</strong> vigilancia que, en cierto modo, hicieron la espera más corta y distraída.<br />

Pero el infortunio siguió rondando el mahaneh...<br />

Poco <strong>de</strong>spués, en el transcurso <strong>de</strong> la penúltima noche en el Hermón, recibiríamos<br />

una segunda «visita». Una sigilosa y <strong>de</strong>structora «visita».<br />

Aparentemente, todo discurrió con normalidad. Ni Eliseo ni yo <strong>de</strong>tectamos<br />

nada extraño. Sin embargo, con las primeras luces <strong>de</strong>l domingo, 16, <strong>de</strong>scubrimos<br />

el nuevo <strong>de</strong>sastre.<br />

Apagué el fuego y, siguiendo la costumbre, antes <strong>de</strong> retirarme a <strong>de</strong>scansar,<br />

entré en el refugio <strong>de</strong> pieles <strong>de</strong>l Maestro, inspeccionándolo.<br />

¡Dios santo!<br />

No supe si reír o llorar. También era mala pata...<br />

Reclamé a gritos a mi compañero y, señalando el rincón don<strong>de</strong> almacenábamos<br />

las viandas, le invité a examinarlas. Y así lo hizo. Al ver «aquello»,<br />

<strong>de</strong>sconcertado, retrocedió y, pálido, preguntó:<br />

-¿Qué es eso?<br />

El ingeniero sabía muy qué era lo que cubría materialmente las provisiones.<br />

Lo que lo <strong>de</strong>scompuso fue el número y la ferocidad <strong>de</strong> los «visitantes».<br />

Sinceramente, yo tampoco supe explicarlo. ¿Cómo <strong>de</strong>monios llegaron allí?<br />

Era increíble. ¡Las había a miles!<br />

Días más tar<strong>de</strong>, «Santa Claus» ofrecería cumplida respuesta.<br />

La comida, lisa y llanamente, apareció infestada por una constelación <strong>de</strong><br />

Camponotus sanctus, una insaciable hormiga arbórea, dueña y señora <strong>de</strong> los<br />

bosques <strong>de</strong> cedros. Estos insectos, especialmente activos durante la noche,<br />

se las ingeniaron para penetrar en la tienda, arrasando carnes, pescados y<br />

cuanto hallaron <strong>de</strong>sprotegido.<br />

Como es fácil <strong>de</strong> imaginar, el resto <strong>de</strong> la mañana fue consumido en un vano<br />

batallar contra las rojizas y tercas camponotus. Y la <strong>de</strong>spensa, nuevamente,<br />

quedó «bajo mínimos». Sólo se salvaron los huevos y los recipientes que<br />

contenían sal, aceite, vinagre y miel.<br />

Y en ello estábamos cuando, <strong>de</strong> improviso, escuchamos un lejano y familiar<br />

canturreo.<br />

Sería, poco más o menos, la hora «nona» (las tres <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>).<br />

¡El Maestro!<br />

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