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Caballo de Troya 6 - IDU

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cuestión <strong>de</strong> días o semanas...<br />

Y la euforia se disparó.<br />

Pero la equivocación fue más allá...<br />

Movidos por la mejor voluntad, <strong>de</strong>seosos <strong>de</strong> allanar el camino <strong>de</strong>l Señor y <strong>de</strong><br />

crear un propicio ambiente <strong>de</strong> hermandad, se lanzaron a una febril labor <strong>de</strong><br />

ayuda y reparación <strong>de</strong> injusticias. Y no quedó mendigo, indigente o necesitado<br />

en Jerusalén que no recibiera dinero o alimentos. Fue la locura. Invocando esa<br />

próxima parusía, muchos <strong>de</strong> los seguidores vendieron sus tierras, casa y<br />

propieda<strong>de</strong>s, repartiendo las riquezas entre los hermanos menos afortunados.<br />

Nada era <strong>de</strong> nadie y todo <strong>de</strong> todos.<br />

Si el «Señor Jesús» -como empezaban a llamar al Maestro- estaba a punto <strong>de</strong><br />

volver, y la Tierra sería equilibrio y bienestar, ¿qué sentido tenía el dinero?<br />

De poco sirvieron los sensatos llamamientos <strong>de</strong> gente como José <strong>de</strong> Arimatea,<br />

Bartolomé, María Marcos y la propia Señora, entre otros. Las peticiones <strong>de</strong><br />

pru<strong>de</strong>ncia eran como zumbidos <strong>de</strong> moscas en los oídos <strong>de</strong> aquellos exaltados.<br />

Nadie escuchaba. Yo, entristecido, no tuve más remedio que permanecer al<br />

margen.<br />

Naturalmente, como <strong>de</strong>mostraría la Historia, Jesús <strong>de</strong> Nazaret no retornó. El<br />

resto no es difícil <strong>de</strong> imaginar. La catástrofe fue inevitable. El Maestro no<br />

volvía y el mundo continuaba rodando...<br />

De este importante suceso, sin embargo, ninguno <strong>de</strong> los escritores sagrados<br />

(?) dice nada. No hace falta ser muy <strong>de</strong>spierto para enten<strong>de</strong>r por qué...<br />

Y ya que menciono tan trágica circunstancia, que provocaría infinidad <strong>de</strong><br />

conflictos y fricciones, no silenciaré un pensamiento que me ronda <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />

entonces. ¿Pudo ser ésta una <strong>de</strong> las causas que propició la casi absoluta falta<br />

<strong>de</strong> información sobre la faceta humana <strong>de</strong> Jesús? ¿Fue la firme creencia en el<br />

inmediato regreso <strong>de</strong>l Maestro la que restó importancia a los años anteriores<br />

a su vida <strong>de</strong> predicación?<br />

El ambiente, en fin, fue enrareciéndose y algunos <strong>de</strong> los íntimos y fieles<br />

seguidores <strong>de</strong>l rabí <strong>de</strong> Galilea terminaron por <strong>de</strong>spedirse, abandonando Jerusalén.<br />

A primeros <strong>de</strong> junio, por ejemplo, los gemelos <strong>de</strong> Alfeo, la Señora y<br />

Santiago, su hijo, marchaban hacia el yam. Juan Zebe<strong>de</strong>o los acompañó y<br />

quien esto escribe, francamente, se sintió aliviado. Aunque no tuve que soportar<br />

sus habituales <strong>de</strong>splantes, jamás me dirigió la palabra en aquellos días.<br />

Fue el único al que no me atreví a interrogar.<br />

Segundo suceso.<br />

Todo arrancó con Mateo Leví, el antiguo recaudador <strong>de</strong> impuestos. Recuerdo<br />

que, a los pocos días <strong>de</strong> la irrupción <strong>de</strong>l Espíritu en el cenáculo, el serio y parco<br />

galileo nos sorprendió a todos. Había empezado a escribir. Y lo hacía sin<br />

<strong>de</strong>scanso.<br />

Cuando me acerqué a él y, solícito y feliz, me tendió las hojas, quedé <strong>de</strong>sconcertado.<br />

En un pulcro arameo acababa <strong>de</strong> iniciar una especie <strong>de</strong> diario o<br />

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