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Caballo de Troya 6 - IDU

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mediato un abismo. Y el Maestro, naturalmente, fue tachado <strong>de</strong> loco.<br />

Después, conforme pasaron los días, fui dándome cuenta. Aquel voluntario<br />

retiro en el macizo <strong>de</strong>l Hermón constituyó una etapa clave en la vida <strong>de</strong>l Hijo<br />

<strong>de</strong>l Hombre. En primer lugar, como ya mencioné, «recuperó lo que era legítimamente<br />

suyo». Fue, sin duda, un momento histórico. Jesús <strong>de</strong> Nazaret, el<br />

hombre, «<strong>de</strong>spertó» a la divinidad. Por último, en esas semanas, «ató cabos».<br />

Se preparó. Digamos que puso en or<strong>de</strong>n las i<strong>de</strong>as. Su mente y naturaleza<br />

humanas (las palabras no me ayudan) «aprendieron» a convivir (?) con la<br />

otra «naturaleza». Y sospecho que se hicieron una, aunque ambas, físicamente,<br />

eran in<strong>de</strong>pendientes. No he podido profundizar en ello. Mi cerebro no<br />

da para tanto. Pero así fue.<br />

¡Lástima que nadie mencionara este <strong>de</strong>cisivo aislamiento al norte <strong>de</strong> la<br />

Gaulanitis!<br />

¿Aislamiento? No <strong>de</strong>l todo...<br />

A lo largo <strong>de</strong> aquella semana recibimos una visita. Una inesperada visita...<br />

Recuerdo que fue el jueves, 30 <strong>de</strong> agosto. Poco más o menos hacia la hora<br />

«décima» (las cuatro <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>) vimos aparecer en la meseta a dos casi<br />

olvidados personajes.<br />

El Maestro se hallaba ausente.<br />

En un primer momento, Eliseo y yo no supimos qué hacer. Y, recelosos, los<br />

<strong>de</strong>jamos avanzar.<br />

Pero todo fue más fácil <strong>de</strong> lo que suponíamos...<br />

Los Tiglat, padre e hijo, tirando <strong>de</strong>l onagro, saludaron cordiales. La verdad es<br />

que me extrañó. Nuestra <strong>de</strong>spedida junto al refugio <strong>de</strong> piedra no fue muy<br />

cálida...<br />

Tampoco entendí por qué se <strong>de</strong>cidieron a incumplir lo pactado con el «extraño<br />

galileo». El joven fenicio, como dije, <strong>de</strong>bía <strong>de</strong>positar las provisiones en el<br />

lugar ya mencionado, sin pisar el campamento. Eso era lo acordado con el<br />

Maestro.<br />

La explicación llegó <strong>de</strong> inmediato. Tiglat padre, sin <strong>de</strong>mora ni ro<strong>de</strong>os, mi miró<br />

directamente a los ojos y, con una sombra <strong>de</strong> tristeza, solicitó disculpas «por<br />

el torpe comportamiento <strong>de</strong> su joven e irreflexivo hijo»:<br />

-Te ruego aceptes mis excusas. Esa reacción no es propia <strong>de</strong> mi gente...<br />

Sinceramente, había olvidado lo acaecido con Oí. Resté importancia al suceso<br />

y, en el mismo tono, afable y sincero, les pedí que lo olvidaran. El cabeza <strong>de</strong><br />

familia, sin embargo, hizo una señal al jovencito y éste, a<strong>de</strong>lantándose, bajando<br />

los ojos, repitió la petición <strong>de</strong> perdón.<br />

Revolví los negros cabellos <strong>de</strong>l muchacho y, sonriente, le recordé una <strong>de</strong> sus<br />

frases:<br />

-Tenías razón... Tu padre no es un buen hombre. Es el mejor...<br />

Acto seguido, en silencio, procedieron a la <strong>de</strong>scarga <strong>de</strong> las viandas. Y al<br />

concluir, tras un escueto «que Baal os bendiga», hicieron a<strong>de</strong>mán <strong>de</strong> retirarse.<br />

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