Caballo de Troya 6 - IDU

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26.10.2014 Views

Jesús de Nazaret, complacido con la insaciable curiosidad de mi compañero, sonrió condescendiente. -Eso depende de Él... Pero, generalmente, cuando el niño es capaz de tomar su primera decisión moral. -¿Y le acompaña hasta la muerte? - -Y más allá de la muerte. Recuerda: sois inmortales. El Padre, cuando da, no lo hace a medias... Eliseo quedó pensativo. Jesús le observó y, sorprendiéndonos, exclamó: «M-Dilo... Ésa es una buena pregunta... Mi hermano, descompuesto, balbuceó: -Pero, ¿cómo lo haces? ¿Cómo sabes lo que estoy pensando? El Maestro señaló el blanco y dormido rostro del Hermón y recordó algo que olvidábamos con frecuencia. -Ha llegado mi hora. Tú lo sabes. Aquí y ahora he recuperado lo que es mío... Pregunta. ¿Qué sucede con la «chispa» cuando alguien mata a su hermano o se suicida? El ingeniero, nervioso, esbozó una sonrisa. -Eso... ¿Qué pasa con la «criatura» si termino con una vida? -Lo más triste y lamentable, querido ángel, no es únicamente que atentes contra la vida, patrimonio exclusivo de la divinidad, sino que, súbitamente, sin previo aviso, suspendas la labor de la «chispa». Literalmente: la dejas huérfana... -En otras palabras: una patada en el trasero del Jefe... -Correcto -rió Jesús-... admitiendo que el «Barbas» tenga trasero. Y matizó: -Con una acción así se demora, no se suspende, la escalada hacia el Padre. Dejadme que insista: sois inmortales. Nadie puede privaros de esa herencia. Ab-bá os la ha entregado por adelantado. -¡Inmortales! -Sí, Jasón... como suena. Ése es mi mensaje. A eso vengo... ¿Te parece importante? Y le abrí el corazón: -Para gente como yo, perdida y sin horizonte, lo más importante. Pero necesitado de concreción, de objetivos físicos y palpables, pregunté: -Está bien, Señor. Te hemos entendido. Todo consiste en descubrir, en buscar al Jefe. Pero, ¿qué más?, ¿cómo lo materializo? El Maestro -lo sé- esperaba ansioso esta cuestión. Y pronunció la frase clave: -Abandónate en sus manos. Le miré atónito. -¿Nada más? -Nada más. Eso es todo. -Pero... El Maestro tenía esa virtud. Hacía fácil lo difícil. Y se apresuró a vaciar las dudas. -Él se ha sometido a tu voluntad. Él está en tu interior, humilde, silencioso y pendiente de tus deseos de prosperar mental y espiritualmente. Haz tú lo 275

mismo. Entrégate a él. No seas tonto y aprovecha: abandónate en sus manos. Deja que se haga su voluntad. No fui capaz de reaccionar. ¿Cómo era posible? ¿Eso era todo? Jesús entró de nuevo en mis atropelladas ideas e intentó apaciguarlas. -Os haré otra revelación... Alimentó el suspense con unas gotas de silencio y, finalmente, cuando nos tuvo en la palma de la mano, anunció: -Yo conozco al Padre. Vosotros, todavía no... Os hablo, pues, con la verdad. ¿Sabéis cuál es el mejor regalo que podéis hacerle? Eliseo y yo nos miramos. Ni idea... -El más exquisito, el más singular y acertado obsequio que la criatura humana puede presentar al Jefe es hacer su voluntad. Nada le conmueve más. Nada resulta más rentable... Mi hermano, tan perplejo como yo, confundió el sentido de estas palabras. -¿Quieres decir que debemos negarnos a nosotros mismos? Jesús de Nazaret, comprendiendo, se apresuró a enmendar el error de Eliseo. -No, yo no he dicho eso. Hacer la voluntad del Padre no significa esclavitud ni renuncia. Tus ideas son tuyas. También tus iniciativas y decisiones. Hacer la voluntad de Ab-ba es confiar. ¡Es un estilo de vida. Es saber y aceptar que estás en sus manos. Que Él dispone. Que Él dirige. Que Él cuida. -Entiendo. Estás diciendo: «es mi voluntad que se haga su voluntad». -Exacto, Jasón. Tú lo has dicho. Cuando un hijo adopta esa suprema y sublime decisión, el salto hacia la fusión con la «chispa» interior es gigantesco. Ésa es la clave. A partir de ahí, nada es igual. La vida cambia. Todo cambia. Y el Jefe responde... Nueva pausa. Inspiró profundamente. Con ansiedad. Y dijo algo que jamás olvidaríamos. Algo que, poco a poco, iríamos verificando. -El Padre responde y una fuerza benéfica, arrolla-dora, se pone al servicio de esa criatura. Cuando el hombre dice «estoy en tus manos» lo da todo. Y Ab-ba convierte a ese hijo en un gigante. Ni él mismo llega a reconocerse. Es mucho más de lo que aparentemente es. -¿Una fuerza arrolladora? De pronto recordé. ¿Qué ocurrió en lo alto del Ravid? Un día, sin previo aviso, sin razón aparente, nos sentimos llenos, inundados, de una extraña y singular «fuerza». ¿Era esto a lo que se refería el Galileo? El Maestro me miró y volvió a negar con la cabeza. -No, mi perplejo ángel, esa «fuerza» tiene otro origen y otro nombre... Lo había hecho de nuevo. Acababa de colarse en mi mente... Sonrió burlón y continuó: -Esa «fuerza» que tanto os intriga descendió sobre los hombres por expreso deseo del Creador de este universo. Se llama Espíritu de la Verdad. Pero de ello, si os parece, hablaremos en su momento. Eliseo no aceptó. 276

mismo. Entrégate a él. No seas tonto y aprovecha: abandónate en sus manos.<br />

Deja que se haga su voluntad.<br />

No fui capaz <strong>de</strong> reaccionar. ¿Cómo era posible? ¿Eso era todo?<br />

Jesús entró <strong>de</strong> nuevo en mis atropelladas i<strong>de</strong>as e intentó apaciguarlas.<br />

-Os haré otra revelación...<br />

Alimentó el suspense con unas gotas <strong>de</strong> silencio y, finalmente, cuando nos<br />

tuvo en la palma <strong>de</strong> la mano, anunció:<br />

-Yo conozco al Padre. Vosotros, todavía no... Os hablo, pues, con la verdad.<br />

¿Sabéis cuál es el mejor regalo que podéis hacerle?<br />

Eliseo y yo nos miramos. Ni i<strong>de</strong>a... -El más exquisito, el más singular y<br />

acertado obsequio que la criatura humana pue<strong>de</strong> presentar al Jefe es hacer su<br />

voluntad. Nada le conmueve más. Nada resulta más rentable...<br />

Mi hermano, tan perplejo como yo, confundió el sentido <strong>de</strong> estas palabras.<br />

-¿Quieres <strong>de</strong>cir que <strong>de</strong>bemos negarnos a nosotros mismos? Jesús <strong>de</strong> Nazaret,<br />

comprendiendo, se apresuró a enmendar el error <strong>de</strong> Eliseo.<br />

-No, yo no he dicho eso. Hacer la voluntad <strong>de</strong>l Padre no significa esclavitud ni<br />

renuncia. Tus i<strong>de</strong>as son tuyas. También tus iniciativas y <strong>de</strong>cisiones. Hacer la<br />

voluntad <strong>de</strong> Ab-ba es confiar. ¡Es un estilo <strong>de</strong> vida. Es saber y aceptar que<br />

estás en sus manos. Que Él dispone. Que Él dirige. Que Él cuida.<br />

-Entiendo. Estás diciendo: «es mi voluntad que se haga su voluntad». -Exacto,<br />

Jasón. Tú lo has dicho. Cuando un hijo adopta esa suprema y sublime <strong>de</strong>cisión,<br />

el salto hacia la fusión con la «chispa» interior es gigantesco. Ésa es la clave.<br />

A partir <strong>de</strong> ahí, nada es igual. La vida cambia. Todo cambia. Y el Jefe respon<strong>de</strong>...<br />

Nueva pausa. Inspiró profundamente. Con ansiedad. Y dijo algo que jamás<br />

olvidaríamos. Algo que, poco a poco, iríamos verificando.<br />

-El Padre respon<strong>de</strong> y una fuerza benéfica, arrolla-dora, se pone al servicio <strong>de</strong><br />

esa criatura. Cuando el hombre dice «estoy en tus manos» lo da todo. Y Ab-ba<br />

convierte a ese hijo en un gigante. Ni él mismo llega a reconocerse. Es mucho<br />

más <strong>de</strong> lo que aparentemente es.<br />

-¿Una fuerza arrolladora?<br />

De pronto recordé. ¿Qué ocurrió en lo alto <strong>de</strong>l Ravid? Un día, sin previo aviso,<br />

sin razón aparente, nos sentimos llenos, inundados, <strong>de</strong> una extraña y singular<br />

«fuerza». ¿Era esto a lo que se refería el Galileo?<br />

El Maestro me miró y volvió a negar con la cabeza.<br />

-No, mi perplejo ángel, esa «fuerza» tiene otro origen y otro nombre...<br />

Lo había hecho <strong>de</strong> nuevo. Acababa <strong>de</strong> colarse en mi mente...<br />

Sonrió burlón y continuó:<br />

-Esa «fuerza» que tanto os intriga <strong>de</strong>scendió sobre los hombres por expreso<br />

<strong>de</strong>seo <strong>de</strong>l Creador <strong>de</strong> este universo. Se llama Espíritu <strong>de</strong> la Verdad. Pero <strong>de</strong><br />

ello, si os parece, hablaremos en su momento.<br />

Eliseo no aceptó.<br />

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