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uscar. Y, al entregárselo, exclamó <strong>de</strong>spacio y solemne:<br />
-¡Felicida<strong>de</strong>s!... Un regalo <strong>de</strong> otro mundo para el «gordo» <strong>de</strong> todos los<br />
mundos...<br />
El Maestro, perplejo, no supo qué <strong>de</strong>cir.<br />
Mi hermano, sin querer, equivocó una <strong>de</strong> las palabras. En lugar <strong>de</strong> utilizar el<br />
arameo mare (Señor) pronunció merí, que en hebreo significa «cebado» o<br />
«gordo». Y arruinó la bien estudiada frase.<br />
-Mare, le corregí aturdido.<br />
Pero el voluntarioso ingeniero que, al parecer, ensayó el momento una y otra<br />
vez, no se percató <strong>de</strong>l lapsus y siguió en sus trece.<br />
-Sí, eso, merí... Un regalo <strong>de</strong> otro mundo para el «gordo» <strong>de</strong> todos los<br />
mundos... El Maestro, comprendiendo el baile <strong>de</strong> letras, sonrió benevolente,<br />
tomando el vástago <strong>de</strong> olivo. Pero, incapaz <strong>de</strong> resistir la tentación, volvió a<br />
echar mano <strong>de</strong> aquel incombustible sentido <strong>de</strong>l humor, replicando:<br />
-¡Gracias!... ¡Gracias, mi querida «reina»!<br />
No pu<strong>de</strong> contenerme y solté una carcajada.<br />
Siguiendo el involuntario juego <strong>de</strong> Eliseo, el rabí alteró el término nialak<br />
(ángel), cambiándolo por mal...kah (reina).<br />
Mi hermano, sin embargo, feliz con el obsequio, no percibió el doble lenguaje.<br />
Jesús terminó alzándose y, tras observar el retoño tan celosamente conservado,<br />
colocó su mano <strong>de</strong>recha sobre el hombro <strong>de</strong> mi amigo, exclamando:<br />
-Un regalo <strong>de</strong> otro mundo para el Señor <strong>de</strong> todos los mundos... No podías<br />
<strong>de</strong>finirlo mejor...<br />
-...Lo plantaremos como símbolo <strong>de</strong> la paz... La paz interior: la más ardua...<br />
Acto seguido se retiró a la tienda, guardando el vástago que nos entregara el<br />
general Curtiss. Al quedarnos solos le felicité. Fue una i<strong>de</strong>a excelente. En el<br />
fondo, el mejor <strong>de</strong> los <strong>de</strong>stinos para el humil<strong>de</strong> olivo... Algún tiempo <strong>de</strong>spués,<br />
aprovechando una «especialísima circunstancia», el rabí cumpliría su palabra,<br />
plantando el vástago en otro no menos «entrañable lugar». Y allí creció. Y allí<br />
se encuentra, aunque muy pocos conocen su mágica y verda<strong>de</strong>ra historia...<br />
Pero <strong>de</strong> eso hablaré en su momento.<br />
Aquella noche, verda<strong>de</strong>ramente, sería histórica e inolvidable. También el Hijo<br />
<strong>de</strong>l Hombre se reservaba una sorpresa. Algo insinuó a su llegada al campamento,<br />
pero, sinceramente, tras el inci<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> la escudilla, la ruina <strong>de</strong>l<br />
ána<strong>de</strong> y la entrega <strong>de</strong>l obsequio, lo olvidamos por completo.<br />
El Maestro se aproximó a las llamas. Nunca olvidaré su expresión. Nos miró en<br />
silencio. Se hallaba serio, pero los ojos, <strong>de</strong> nuevo, hablaron. Fue un «discurso»<br />
breve y elocuente. Pocas veces, hasta ese instante, había percibido en<br />
su mirada tanto amor y comprensión. Fue como una marea. Intensa. Arrolladora.<br />
Y nos invadió, erizándonos el cabello.<br />
No movimos un músculo. Algo estaba a punto <strong>de</strong> suce<strong>de</strong>r. Lo sabía. Podía<br />
palparlo...<br />
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