Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
Su imagen sí quedaría en este mundo, pero «confeccionada» por otras manos...<br />
Como <strong>de</strong>cía con regularidad, «quien tenga oídos...».<br />
La tercera autolimitación -<strong>de</strong> mayor calado si cabe- nos <strong>de</strong>jó perplejos. Alguna<br />
vez lo pensé, pero, francamente, no imaginé a qué obe<strong>de</strong>cía su firme y<br />
<strong>de</strong>cidido celibato. Pues bien -<strong>de</strong> acuerdo con sus palabras-, la <strong>de</strong>cisión <strong>de</strong> no<br />
contraer matrimonio y no <strong>de</strong>jar <strong>de</strong>scen<strong>de</strong>ncia formaba parte también <strong>de</strong> la<br />
rígida «normativa» (?) divina. Eso -dijo- era lo aconsejado por su Padre. Y<br />
como Creador no podía infringir la ley. Una ley, obviamente, que escapaba a<br />
nuestra comprensión. Pero lo aceptamos. No había, pues, «razones» oscuras,<br />
ni tampoco religiosas, en dicha actitud. Sencillamente, eso era lo dispuesto,<br />
antes, incluso, <strong>de</strong> su encarnación. Ése era el «or<strong>de</strong>n» establecido por lo Alto.<br />
Y no le faltaba razón. Si un escrito <strong>de</strong> su puño y letra, o bien un dibujo <strong>de</strong><br />
aquel hermoso rostro, hubieran originado auténticas conmociones en el futuro,<br />
¿qué se supone que habría ocurrido con unos hijos, nietos, etc., <strong>de</strong>l Hijo<br />
<strong>de</strong> Dios?<br />
Por supuesto, no <strong>de</strong>jé pasar la excelente ocasión y pregunté:<br />
-Señor, ¿significa esto que prefieres el celibato al matrimonio?<br />
Jesús, leyendo en mi corazón, se apresuró a corregirme.<br />
-Sabes que no he dicho eso. Y sé igualmente por qué lo planteas. Pues toma<br />
buena nota: el matrimonio es tan digno como la <strong>de</strong>cisión <strong>de</strong> permanecer célibe.<br />
En el reino <strong>de</strong> mi Padre no hay matrimonios, tal y como vosotros lo<br />
entendéis. Pero eso no importa ahora. Aquí, en la fraternidad humana, tanto<br />
uno como otro tiene su papel y su justificación. Pero, ¡ojo, mi querido<br />
«mensajero»!, transmite bien mis palabras... Ningún célibe <strong>de</strong>berá consi<strong>de</strong>rarse<br />
superior, ni más capacitado, a la hora <strong>de</strong> pregonar o practicar mi<br />
mensaje...<br />
Y añadió rotundo y sin contemplaciones.<br />
-... Buscar al «Barbas», y hacer su voluntad, no <strong>de</strong>pen<strong>de</strong> <strong>de</strong> la categoría social,<br />
<strong>de</strong> las riquezas y, mucho menos, <strong>de</strong>l estado civil. Y te diré más: ni siquiera<br />
está sujeto a la inteligencia... El gran secreto <strong>de</strong> la existencia humana,<br />
<strong>de</strong>scubrir al «Jefe», sólo pue<strong>de</strong> ser <strong>de</strong>svelado con la voluntad. Si lo <strong>de</strong>seas,<br />
sólo si lo <strong>de</strong>seas, hallarás al Padre y habrás triunfado en la vida...<br />
El Maestro, entonces, atravesando el ána<strong>de</strong> con un largo palo, lo sometió al<br />
fuego, flameándolo y purificándolo. Y así permaneció unos instantes, con la<br />
vista fija en las llamas. Después, como si <strong>de</strong>spertara, proclamó solemne:<br />
-Queridos hijos... ¿Veis las lenguas <strong>de</strong> fuego?... Pues ése, en cierto modo, es<br />
el trabajo que le aguarda al Hijo <strong>de</strong>l Hombre...<br />
Eliseo, recompuesto, le interrumpió, alegrando el corazón <strong>de</strong>l Maestro y no<br />
digamos el <strong>de</strong> este explorador. Ambos, creo, echábamos <strong>de</strong> menos sus<br />
bromas...<br />
-¡Bombero!... ¿Piensas ejercer como la militia vi.-gilum?<br />
259