You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
ojillos <strong>de</strong> Orfeo, <strong>de</strong> Upcher, torcecuellos con traje <strong>de</strong> camuflaje, alondras <strong>de</strong><br />
pecho negro, collalbas rubias, gorriones chillones <strong>de</strong> cola blanca, roqueros <strong>de</strong><br />
cuellos azules y carpinteros sirios uniformados en blanco y negro emprendió<br />
una escandalosa y <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>nada fuga hacia el cedro gigante y bosques<br />
próximos. La perdicera no perdió un segundo. Y en un quiebro impecable<br />
atrapó en el aire a una <strong>de</strong> las alondras «laponas», atravesándola con las<br />
afiladas garras. La víctima sólo tuvo tiempo <strong>de</strong> emitir un chillido, similar al<br />
tañido <strong>de</strong> una campana. Segundos <strong>de</strong>spués, al alejarse, el lugar recobró su<br />
habitual aspecto. Y los damanes, tímidamente, ocuparon posiciones, disfrutando<br />
<strong>de</strong>l sol y <strong>de</strong> sus continuos juegos.<br />
La jornada, lenta y apaciblemente, fue extinguiéndose.<br />
Y ojos y corazones continuaron fijos en la muralla <strong>de</strong> cedros que nos aislaba y<br />
protegía. El Maestro no podía tardar...<br />
Hacia la «décima» (las cuatro), puntual, Jesús <strong>de</strong> Nazaret irrumpió en el<br />
campamento. Lo escuchamos en mitad <strong>de</strong> la espesura, cuando cruzaba las<br />
últimas hileras <strong>de</strong> cedros. Venía cantando. Y lo hacía a voz en grito.<br />
«Te dos gracias, Padre mío, <strong>de</strong> todo corazón... Cantaré tus maravillas...»<br />
Al principio no estuve seguro. Parecía un salmo.<br />
Al reunirse con estos boquiabiertos exploradores soltó el cal<strong>de</strong>ro que portaba<br />
y, sonriendo, alzó brazos y rostro hacia el azul <strong>de</strong>l cielo, rematando el canto<br />
con voz grave y templada:<br />
«Escucha mi ley, pueblo mío, tien<strong>de</strong> tu oído a las palabras <strong>de</strong> mi boca...Voy a<br />
abrirla en parábolas...»<br />
Esta vez lo i<strong>de</strong>ntifiqué. Salmo 78.<br />
Eliseo, curioso, se asomó al recipiente <strong>de</strong> hierro.<br />
-¡Nieve!<br />
El Maestro, en efecto, aprovechó la visita a la cumbre para hacer acopio <strong>de</strong>l<br />
inmaculado y siempre gratificante cargamento. Esa noche, sobre todo, resultaría<br />
especialmente útil.<br />
-Regalo <strong>de</strong>l Jefe -intervino el Galileo, refiriéndose a la nieve-. Hoy, queridos<br />
ángeles, es un día señalado...<br />
Mi hermano y yo nos miramos. Y creímos captar el sentido <strong>de</strong> las enigmáticas<br />
palabras. Entonces, <strong>de</strong>solado, hice una señal al ingeniero. Y éste, comprendiendo,<br />
respondió con una rápida sonrisa y un guiño.<br />
Debí suponerlo. Eliseo maquinaba algo. Naturalmente, no había olvidado el<br />
aniversario <strong>de</strong>l rabí.<br />
-¿Qué tramáis?<br />
Mi compañero, pillado in fraganti, se escurrió como pudo.<br />
-Nada, Señor..., cosas <strong>de</strong> ángeles...<br />
El Maestro, divertido, indicó la dirección <strong>de</strong> las «cascadas», animándonos a<br />
seguirlo. Era el momento <strong>de</strong>l baño.<br />
256