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Caballo de Troya 6 - IDU

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gramado».<br />

En cuanto al día a día <strong>de</strong> estos pictóricos exploradores, fue simple y espartano.<br />

Quien esto escribe se ocupaba en el repaso <strong>de</strong> las notas. Atendía junto a mi<br />

hermano los mo<strong>de</strong>stos quehaceres domésticos, nos relajábamos en la «piscina»<br />

o caminábamos por los alre<strong>de</strong>dores, siempre sorprendidos por la<br />

magnífica naturaleza. Y cada jornada, con el ocaso, el instante culminante: el<br />

retorno <strong>de</strong> Jesús <strong>de</strong> Nazaret. Después, tras la cena, las ansiadas tertulias...<br />

Aquel martes, sin embargo, 21 <strong>de</strong> agosto, sería diferente. Veamos por qué...<br />

Recuerdo que, tras asearnos y fregotear los cacharros en la «piscina <strong>de</strong> yeso»,<br />

al penetrar <strong>de</strong> nuevo en la tienda y disponerme a escribir, «algo» me llamó la<br />

atención. Revisé apuntes y memoria y, efectivamente, caí en la cuenta...<br />

Busqué a Eliseo y, entre aturdido y alborozado, anuncié:<br />

-¿Sabes qué día es hoy?<br />

El ingeniero, burlón, replicó:<br />

-¿De qué tiempo? ¿Del nuestro o <strong>de</strong>l actual?<br />

Le mostré uno <strong>de</strong> los pergaminos y leyó:<br />

-«Veintiuno <strong>de</strong> agosto»... ¿Y qué?<br />

-¿No lo recuerdas?... Hoy es su cumpleaños.<br />

-¿Hoy?<br />

El rostro <strong>de</strong>l amigo se iluminó.<br />

-Su cumpleaños... Y hace...»<br />

-Creo que treinta y uno... ¿Se te ocurre algo? «Permaneció pensativo. Después,<br />

prosiguiendo con la limpieza <strong>de</strong>l hogar, soltó un lacónico «pue<strong>de</strong> ser...»<br />

No le saqué una sola palabra más. Y, encogiéndose <strong>de</strong> hombros, regresé a lo<br />

mío. A <strong>de</strong>cir verdad, no me quedé tranquilo. Conocía a Eliseo y sabía que su<br />

calenturienta imaginación <strong>de</strong>scansaría...<br />

Al poco, sin embargo, estas reflexiones se vieron súbitamente interrumpidas.<br />

Allí estaba otra vez...<br />

Salí intrigado. Mi hermano, en pie, con las manos sobre los ojos y a manera <strong>de</strong><br />

visera, oteaba el flanco oriental <strong>de</strong> la meseta. Pero el sol, frontal y rasante, no<br />

nos permitió ver con claridad.<br />

-¿Estás oyendo? -preguntó el ingeniero a media voz-. Esto es <strong>de</strong> locos...<br />

Asentí.<br />

¡Eran «disparos»!... ¡Auténticas ráfagas!<br />

Y el eco jugueteó en las cumbres, asustando a los inquilinos <strong>de</strong>l cedro gigante.<br />

No había duda. «Aquello» era real.<br />

Tomé la «vara <strong>de</strong> Moisés» y, <strong>de</strong>cidido a <strong>de</strong>spejar la irritante incógnita, me<br />

encaminé hacia las «cascadas». Eliseo, <strong>de</strong>trás, siguió con la cantinela.<br />

-Jasón, estamos alucinando...<br />

En la última fila <strong>de</strong> cedros nos <strong>de</strong>tuvimos. Y, ocultos, fuimos a <strong>de</strong>scubrir el<br />

origen <strong>de</strong>l increíble «tableteo».<br />

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