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Caballo de Troya 6 - IDU

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turbulentos. «Algo» férreo e invisible lo impulsaba hacia el gran Padre Azul.<br />

Pero, ¿quién era Él? ¿A qué obe<strong>de</strong>cía este irrefrenable «tirón»? ¿Por qué su<br />

corazón se empeñaba en hablar a las gentes <strong>de</strong> su Padre Celestial? Y la lucha<br />

-una batalla ignorada igualmente por los escritores sagrados (?)- se prolongó,<br />

feroz, hasta ese mes <strong>de</strong> elul, cuando el Maestro estaba a punto <strong>de</strong> cumplir 31<br />

años...<br />

¡Dios santo!<br />

Este «hallazgo», revalidado <strong>de</strong>spués por los innumerables prodigios, me<br />

mantuvo en vela durante muchas noches.<br />

¿Estábamos en la presencia <strong>de</strong> un Dios! Sin embargo, por más que lo observaba<br />

y estudiaba, no era capaz <strong>de</strong> distinguir la frontera entre lo puramente<br />

humano y lo divino. Lo a<strong>de</strong>lanto y lo confieso humil<strong>de</strong>mente: fue un misterio.<br />

Científicamente carezco <strong>de</strong> explicación. Pero así fue.<br />

¡Un Dios hombre!<br />

Mejor dicho, un Dios a la búsqueda <strong>de</strong>l hombre...<br />

¡Un Dios niño!<br />

Mejor dicho, un Dios anulado. Inmolado durante años en la espesa y torpe<br />

naturaleza humana. La más baja <strong>de</strong> la creación...<br />

¡Un Dios in<strong>de</strong>fenso!<br />

Mejor dicho, un Dios <strong>de</strong>samparado..., voluntariamente.<br />

Demasiados enigmas para este pobre e inútil explorador. ..<br />

Y otro dato más, escuchado <strong>de</strong> sus propios labios: justo en esos días, durante<br />

la estancia en el Hermón, una vez asumida la genuina naturaleza divina, el<br />

Maestro pudo haber abandonado el mundo <strong>de</strong> su encarnación.<br />

Al plantear la insólita y <strong>de</strong>sconocida posibilidad, Eliseo, pasmado, preguntó:<br />

-¿Qué dices? ¿Hablas en serio?<br />

Naturalmente. A pesar <strong>de</strong> sus continuas bromas, el Maestro siempre hablaba<br />

en serio.<br />

-Mi trabajo -manifestó- ha sido culminado. He cumplido la voluntad <strong>de</strong>l Padre.<br />

Ahora conozco al hombre. De haber regresado a mi lugar habría recibido la<br />

soberanía que me pertenece. Pero...<br />

Hizo una pausa. Nos miró con ternura y añadió:<br />

-Pero me he sometido al Padre...<br />

Eliseo, impaciente, le cortó.<br />

-¿Y qué ha dicho el «Jefe»?<br />

El Galileo, <strong>de</strong>sarmado, interrumpió lo que iba a <strong>de</strong>cir. Y, entre risas, preguntó<br />

a su vez:<br />

-¿El Jefe?<br />

-Sí -apremió el ingeniero señalando al no menos atónito firmamento-, el<br />

«Barbas»...»<br />

-¿El «Barbas»?<br />

-El Padre... Tú me entien<strong>de</strong>s, Señor... Yo, al Padre, me lo imagino así..., con<br />

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