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Jesús lo agra<strong>de</strong>ció. Le sonrió y prosiguió:<br />
-De acuerdo a la voluntad <strong>de</strong> mi Padre, ha llegado el momento <strong>de</strong> restablecer<br />
en mí mismo la auténtica i<strong>de</strong>ntidad <strong>de</strong>l Hijo <strong>de</strong>l Hombre. Mi verda<strong>de</strong>ra memoria,<br />
voluntariamente eclipsada durante esta encarnación, ha vuelto a mí...<br />
Y con ella, mi «otro espíritu»...<br />
Quedamos perplejos y confusos. Y, <strong>de</strong> pronto, una luz me iluminó. Creí enten<strong>de</strong>r<br />
lo que <strong>de</strong>cía. En el fondo estaba confirmando lo que ya explicó en el<br />
otro «ahora» y que fue <strong>de</strong>tallado en páginas prece<strong>de</strong>ntes.<br />
Sonrió <strong>de</strong> nuevo y, mirándome fijamente, asintió <strong>de</strong>spacio, convirtiéndose en<br />
cómplice <strong>de</strong> los súbitos recuerdos.<br />
-Así es, querido amigo, así es...<br />
Y durante un largo rato <strong>de</strong>scendió a los <strong>de</strong>talles, informando <strong>de</strong>l porqué <strong>de</strong> su<br />
presencia en este mundo.<br />
Al parecer -según dijo-, ésa era la voluntad <strong>de</strong> su querido Ab-bá, su Padre<br />
Celestial. Él, como Hijo <strong>de</strong> Dios, <strong>de</strong>bía vivir, conocer y experimentar <strong>de</strong> cerca<br />
la existencia terrenal <strong>de</strong> sus propias criaturas. Eso era lo establecido. Ese<br />
requisito resultaba vital e imprescindible para alcanzar la absoluta y <strong>de</strong>finitiva<br />
soberanía como Creador <strong>de</strong> su universo... Ése, en suma, era el precio para<br />
lograr la <strong>de</strong>finitiva entronización como rey <strong>de</strong> su propia creación.<br />
Y advirtiendo nuestra perplejidad recalcó:<br />
-No os atormentéis... Estáis en el principio <strong>de</strong> una larga travesía hacia el<br />
Padre. Ahora <strong>de</strong>be bastaros con mi palabra.<br />
-Entonces, si no he comprendido mal -terció el ingeniero-, tú eres un Dios...<br />
«camuflado»,<br />
El Maestro, <strong>de</strong>scabalgado, rió con ganas. No había duda. Las ingenuas y,<br />
aparentemente, infantiles cuestiones <strong>de</strong> Eliseo le fascinaban.<br />
-¿Un Dios escondido?... Sí, <strong>de</strong> momento...<br />
Le guiñó un ojo y añadió:<br />
-Y os diré más. Aunque tampoco es fácil <strong>de</strong> asimilar, <strong>de</strong> acuerdo con los <strong>de</strong>signios<br />
<strong>de</strong> Ab-ba, otro <strong>de</strong> los objetivos <strong>de</strong> esta experiencia humana consiste<br />
en «vivir» la fe y la confianza que yo mismo, como Creador, solicito <strong>de</strong> mis<br />
hijos respecto a ese magnífico Padre.<br />
Y subrayó con énfasis:<br />
-Vivir la fe y la confianza...<br />
-Pero, no comprendo..., ¿es que tú no tienes fe?<br />
La risa lo dobló <strong>de</strong> nuevo y, cuando acertó a recuperarse, aclaró:<br />
-Mi querido ángel..., yo soy la fe. Pero, aun así, conviene que sea probado.<br />
-Una experiencia... -musitó casi para sí el cada vez más <strong>de</strong>sconcertado Eliseo-.<br />
Tu encarnación en este planeta obe<strong>de</strong>ce a eso, a la necesidad <strong>de</strong> experimentar…<br />
-Es el plan divino. Sólo así puedo llegar a ser íntima y realmente misericordioso.<br />
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