Caballo de Troya 6 - IDU
Caballo de Troya 6 - IDU Caballo de Troya 6 - IDU
Pero surgió el primer problema... «Denario» y yo nos interrogamos mutuamente. Ninguno cayó en la cuenta. Entre las provisiones adquiridas a los Tiglat no figuraba el imprescindible manojo de «cerillas». Aquellas largas astillas previamente embadurnadas en azufre y que eran activadas al choque del pedernal. Discutimos. Busqué entre los sacos. Negativo. Ni rastro de las dichosas «cerillas». El Maestro escuchó y, advirtiendo la naturaleza del conflicto, fue a su tienda. Al poco, depositando en mis pecadoras manos un puñado de «fósforos», sentenció burlón: -¡Vaya par de ángeles! Instantes después, gracias a mi hermano, claro está, un aromático fuego danzaba rojo, alto y con ganas, llamando la atención de un madrugador y curioso Venus. A partir de ese momento -dada mi preclara inutilidad- me limité a vigilar y sostener las llamas, asistiendo, entre incrédulo y divertido, al ir y venir de los esforzados y muy serios «cocineros». ¡Quién lo hubiera dicho! ¡Jesús de Nazaret cocinando...! Primero extendió una amplia estera de hoja de palma sobre la hierba. Después organizó los cacharros y dispuso ingredientes y viandas. Eliseo, atentísimo, cumplió las instrucciones del chef. Tomó media docena de blancas y hermosas manzanas sirias y comenzó el rallado. Sonreí para mis adentros. No lo había visto tan concentrado ni en las operaciones de vuelo de la «cuna»... De pronto, al llegar al corazón de la primera fruta, se detuvo. E, indeciso, preguntó: -Señor, ¿qué hago con el lebab? (En arameo, la palabra lebab tenía un doble sentido: corazón y mente.) Jesús, absorto en el batido de una salsa, replicó sin levantar la vista del cuenco de madera: -¿Qué le ocurre?... ¿Está inquieta? Comprendí. El Maestro, distraído, interpretó el término como «mente». -¿Inquieta? No, Señor... Es que no sé qué hacer con él. -Olvida las preocupaciones. Disfruta del momento... -Pero... -Comprendo... -se resignó Jesús, agitando con fuerza la mezcla-. La echas de menos... ¿Es guapa? El ingeniero, perplejo, miró el corazón que sostenía entre los dedos. -¿Guapa?... No, Señor... -¿No es guapa? -prosiguió sin dejar de golpear la salsa-. ¡Qué raro!... ¿Y cuál es el problema? ¿Por qué te inquietas? -Señor -intentó aclarar el cada vez más confuso «pinche»-, es una tappuah... 245
Nuevo enredo. Tappuah (manzana) era utilizado también como piropo. Equivalía a «dulce», «sabrosa», «deseable» (referido, naturalmente, a una mujer bella). -¿En qué quedamos? ¿Es o no tappuah? -Sí, pero... No pude contenerme y rompí a reír, alertando al ensimismado «cocinero jefe». Jesús alzó la vista y Eliseo, mostrándole el corazón de la tappuah, insistió rojo como una amapola: -Yo no tengo novia, Señor... Hablaba del corazón. ¿Lo rallo o no? Naturalmente, al descubrir el equívoco, las carcajadas regresaron al mahaneh, contagiando a las primeras estrellas. Y las vi parpadear, desconcertadas. Así era aquel maravilloso Hombre... La cena no se demoró. Ensalada «made in María», la de la «palomas». Una receta aprendida de su madre. Disfrutamos y repetimos: manzanas ralladas, palitos de una legumbre parecida al apio, nueces, pasas de Corinto (sin grano) y una suave y disgestiva salsa integrada por aceite, sal, miel, vinagre y un chorreón de vino. Después, tocino magro a la brasa y queso en abundancia. No pude por menos de felicitarles. Y mi hermano, satisfecho y mordaz, tendió la mano, obligándome a besarla. Pero el de Nazaret, que no le iba a la zaga en el sentido del humor, hizo otro tanto. Ese beso, sin embargo, fue distinto. Y me estremecí... La noche nos sorprendió. La temperatura descendió ligeramente y el firmamento, atento, con una luz de lujo, se arremolinó sobre el Hermón, sabedor de a «quién» iluminaba y protegía. Hasta el cometa Halley, oportunísimo, asomó una breve cabellera por el oeste de la pulsante Procyon... No, las estrellas no se equivocaban. Aquélla, efectivamente, sería una noche histórica. Inolvidable. Al menos para nosotros... Allí, concluida la cena, al amor del fuego, con el rítmico e incansable croar de las ranas junto al nahal Hermón, tendría lugar la primera de una serie de conversaciones con el Hijo del Hombre. Unas conversaciones íntimas. Sinceras. Reveladoras... Prácticamente, excepción hecha de la última semana, cada jornada, a la misma hora, como algo minuciosamente «programado», el Maestro habló, abriendo mentes y corazones. Y así, suavemente, nos fue preparando... No ha sido fácil. A pesar de los muchos apuntes y notas, tomados siempre tras las animadas tertulias y en el silencio de la tienda, algunas de sus ideas y palabras, muy probablemente, se perdieron. Pero ha quedado lo fundamental. Las claves... Y entiendo que debo ser honesto. No todo lo que dijo puede ser recogido aquí 246
- Page 196 and 197: los bajaban hasta que, finalmente,
- Page 198 and 199: -puede que los kittim- habían aban
- Page 200 and 201: Mi hermano preguntó, pero no supe
- Page 202 and 203: -¿Qué pasa? ¿Qué has visto? Y t
- Page 204 and 205: haciéndose con las cuerdas, nos in
- Page 206 and 207: Tomé la iniciativa y, midiendo las
- Page 208 and 209: dos reconfortantes y apetitosos pla
- Page 210 and 211: ordenó que consumiera el citado es
- Page 212 and 213: La familia, ingenua y feliz, rió e
- Page 214 and 215: Casi podía tocarlas con las manos.
- Page 216 and 217: -¿Qué te ocurre?... ¡Despierta!
- Page 218 and 219: antiguo volcán anegado por las cor
- Page 220 and 221: me dejó confuso. E, inseguro, preg
- Page 222 and 223: Finalmente me uní a Eliseo y, curi
- Page 224 and 225: dijo. Mi padre y yo nos referimos a
- Page 226 and 227: desnudo cuello, destrozándolo. E,
- Page 228 and 229: interpuso, sujetándolo. Y despacio
- Page 230 and 231: Ot, envarado, no se movió. E imagi
- Page 232 and 233: El jovencito fue a sentarse bajo el
- Page 234 and 235: Lástima que el profesor Beals, de
- Page 236 and 237: Asentí. -¿Crees que nos hemos pre
- Page 238 and 239: Sólo recuerdo que, sin poder conte
- Page 240 and 241: novedad: en esos momentos, mucho m
- Page 242 and 243: mente enterradas, de casi tres metr
- Page 244 and 245: posible. El Hijo del Hombre era una
- Page 248 and 249: y ahora. El mundo no lo entendería
- Page 250 and 251: Mi hermano buscó mi parecer. -Y t
- Page 252 and 253: -Eso obedece a los designios del Pa
- Page 254 and 255: arbas. » -¿Y por qué con barbas?
- Page 256 and 257: ¿«Tableteo»? Sí y, además, tos
- Page 258 and 259: Una hora después, el imprevisible
- Page 260 and 261: Su imagen sí quedaría en este mun
- Page 262 and 263: -... ¿Sabéis que el humor -revel
- Page 264 and 265: Jesús parpadeó. Relajó los coraz
- Page 266 and 267: -Obviamente... -¡Lástima! -lament
- Page 268 and 269: Dime, querido ángel, ¿crees que e
- Page 270 and 271: -Pero, ¿cómo es eso?, ¿cómo un
- Page 272 and 273: -¿Crees que he venido a este mundo
- Page 274 and 275: hombre respeta la Ley. Ahora es el
- Page 276 and 277: Jesús de Nazaret, complacido con l
- Page 278 and 279: -¿Tú enviaste a ese Espíritu? -A
- Page 280 and 281: -Pensadlo. Ya me diréis... Mejor d
- Page 282 and 283: Eliseo y quien esto escribe, casi m
- Page 284 and 285: definitiva, tenéis diferentes conc
- Page 286 and 287: Nazaret debía esperar. Yo, en camb
- Page 288 and 289: -De la fe. -Eso tiene gracia -terci
- Page 290 and 291: Obedecí, naturalmente. Y el cayado
- Page 292 and 293: Él te sostiene y te da... antes de
- Page 294 and 295: maneció atento a cualquier sonido.
Pero surgió el primer problema...<br />
«Denario» y yo nos interrogamos mutuamente. Ninguno cayó en la cuenta.<br />
Entre las provisiones adquiridas a los Tiglat no figuraba el imprescindible<br />
manojo <strong>de</strong> «cerillas». Aquellas largas astillas previamente embadurnadas en<br />
azufre y que eran activadas al choque <strong>de</strong>l pe<strong>de</strong>rnal.<br />
Discutimos. Busqué entre los sacos. Negativo. Ni rastro <strong>de</strong> las dichosas «cerillas».<br />
El Maestro escuchó y, advirtiendo la naturaleza <strong>de</strong>l conflicto, fue a su tienda.<br />
Al poco, <strong>de</strong>positando en mis pecadoras manos un puñado <strong>de</strong> «fósforos»,<br />
sentenció burlón:<br />
-¡Vaya par <strong>de</strong> ángeles!<br />
Instantes <strong>de</strong>spués, gracias a mi hermano, claro está, un aromático fuego<br />
danzaba rojo, alto y con ganas, llamando la atención <strong>de</strong> un madrugador y<br />
curioso Venus.<br />
A partir <strong>de</strong> ese momento -dada mi preclara inutilidad- me limité a vigilar y<br />
sostener las llamas, asistiendo, entre incrédulo y divertido, al ir y venir <strong>de</strong> los<br />
esforzados y muy serios «cocineros».<br />
¡Quién lo hubiera dicho! ¡Jesús <strong>de</strong> Nazaret cocinando...!<br />
Primero extendió una amplia estera <strong>de</strong> hoja <strong>de</strong> palma sobre la hierba. Después<br />
organizó los cacharros y dispuso ingredientes y viandas.<br />
Eliseo, atentísimo, cumplió las instrucciones <strong>de</strong>l chef. Tomó media docena <strong>de</strong><br />
blancas y hermosas manzanas sirias y comenzó el rallado.<br />
Sonreí para mis a<strong>de</strong>ntros. No lo había visto tan concentrado ni en las operaciones<br />
<strong>de</strong> vuelo <strong>de</strong> la «cuna»...<br />
De pronto, al llegar al corazón <strong>de</strong> la primera fruta, se <strong>de</strong>tuvo. E, in<strong>de</strong>ciso,<br />
preguntó:<br />
-Señor, ¿qué hago con el lebab?<br />
(En arameo, la palabra lebab tenía un doble sentido: corazón y mente.)<br />
Jesús, absorto en el batido <strong>de</strong> una salsa, replicó sin levantar la vista <strong>de</strong>l<br />
cuenco <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra:<br />
-¿Qué le ocurre?... ¿Está inquieta?<br />
Comprendí. El Maestro, distraído, interpretó el término como «mente».<br />
-¿Inquieta? No, Señor... Es que no sé qué hacer con él.<br />
-Olvida las preocupaciones. Disfruta <strong>de</strong>l momento...<br />
-Pero...<br />
-Comprendo... -se resignó Jesús, agitando con fuerza la mezcla-. La echas <strong>de</strong><br />
menos... ¿Es guapa?<br />
El ingeniero, perplejo, miró el corazón que sostenía entre los <strong>de</strong>dos.<br />
-¿Guapa?... No, Señor...<br />
-¿No es guapa? -prosiguió sin <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> golpear la salsa-. ¡Qué raro!... ¿Y cuál<br />
es el problema? ¿Por qué te inquietas?<br />
-Señor -intentó aclarar el cada vez más confuso «pinche»-, es una tappuah...<br />
245