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Caballo de Troya 6 - IDU

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egresaba...<br />

Sí y no.<br />

La duda se <strong>de</strong>spejó en segundos.<br />

Al poco, en el claro, vimos aparecer a Eliseo..., y a cinco individuos más.<br />

El corazón dio un vuelco y avisó. E, instintivamente, eché mano <strong>de</strong>l cayado.<br />

Las voces <strong>de</strong> Tiglat, aterrado, confirmaron la intuición.<br />

-¡Son ellos!... ¡Los «bucoles»!...<br />

Salí bajo la lluvia y or<strong>de</strong>né al muchacho que se mantuviera a mis espaldas.<br />

Pero, <strong>de</strong>scompuesto, argumentó con razón:<br />

-¡Oh, señor Baal!... ¡Protégenos!... ¡Ellos van armados!... ¡Tú, en cambio,<br />

sólo tienes una vara!<br />

Insistí.<br />

-¡No temas!... ¡Ahora verás la fuerza <strong>de</strong> la razón!<br />

-¿La razón? -se burló el guía-. ¡Ésos no entien<strong>de</strong>n <strong>de</strong> razones!<br />

Caminaban <strong>de</strong>spacio. Al vernos se <strong>de</strong>tuvieron. En cabeza marchaba un sujeto<br />

<strong>de</strong> corta estatura, huesudo y cubierto únicamente, al igual que el resto <strong>de</strong> sus<br />

compinches, con un oscuro y empapado saq <strong>de</strong> piel <strong>de</strong> oso, similar al <strong>de</strong>l<br />

cadáver que habíamos <strong>de</strong>jado atrás. En la mano izquierda portaba una pesada<br />

maza, erizada <strong>de</strong> clavos. Le faltaba la mitad <strong>de</strong> la pierna <strong>de</strong>recha. Una<br />

pata <strong>de</strong> palo negra y chorreante abrazaba el muñón a la altura <strong>de</strong> la rodilla.<br />

Tiglat lo i<strong>de</strong>ntificó.<br />

-Ése es «Al», el jefe...<br />

Detrás, pálido e impotente, mi hermano. Y a sus espaldas, amenazándole con<br />

los afilados hierros <strong>de</strong> tres gladius, otros tantos hetep o bandidos, igualmente<br />

silenciosos y mal encarados. Por último, cerrando el cortejo, un quinto rufián,<br />

más alto que los <strong>de</strong>más, tocado con un turbante rojo y tirando <strong>de</strong> las riendas<br />

<strong>de</strong>l onagro.<br />

Los cuerpos se iluminaron al paso <strong>de</strong> uno <strong>de</strong> los relámpagos, brillando en un<br />

azul verdoso.<br />

Me preparé. Y no sé por qué, elegí el clavo <strong>de</strong>l láser <strong>de</strong> gas. Mi intención,<br />

naturalmente, era asustarlos y ponerlos en fuga. Pero, en esta oportunidad,<br />

sólo acertaría a medias...<br />

El cojo se volvió. Cuchicheó con los que vigilaban a Eliseo y, acto seguido,<br />

avanzó <strong>de</strong> nuevo y en solitario hacia la sabina.<br />

El adolescente, parapetado <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> este explorador, anunció:<br />

-No hay salida... Dale cuanto pida...<br />

No repliqué. Y acaricié el clavo, ajustando la potencia.<br />

Mi hermano, entonces, hizo una señal. Se llevó la mano <strong>de</strong>recha al cuello y la<br />

<strong>de</strong>slizó como un cuchillo.<br />

Mensaje recibido.<br />

Ésa, por lo visto, era la síntesis <strong>de</strong> la breve charla sostenida por los ladrones.<br />

Muy bien. A<strong>de</strong>lante...<br />

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