You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
absurda ensoñación.<br />
«En las cercanías <strong>de</strong> un corpulento árbol, <strong>de</strong> pronto, comenzó a llover. Era<br />
una lluvia torrencial...»<br />
No pu<strong>de</strong> evitarlo. Me estremecí.<br />
¿Se cumpliría el sueño?<br />
Y en un postrer gesto <strong>de</strong> raciocinio traté <strong>de</strong> echar fuera la negra premonición.<br />
Imaginaciones...<br />
¿Dón<strong>de</strong> está el «corpulento árbol»? Esto es un pinar...<br />
Pero la «visión» no retrocedió.<br />
Al abandonar el asherat, el sen<strong>de</strong>rillo, encajonado entre la cerrada arboleda<br />
por la izquierda y el cada vez más impetuoso torrente y el resto <strong>de</strong> la maraña<br />
<strong>de</strong> pinos albares por la <strong>de</strong>recha, hizo lo que pudo. Y fue subiendo, metro a<br />
metro, sacrificándose y quedando reducido a una huella <strong>de</strong> apenas cincuenta<br />
centímetros. Obviamente, tuvimos que marchar <strong>de</strong> uno en uno.<br />
Tiglat sujetó en corto las riendas <strong>de</strong>l asno, tirando <strong>de</strong> él sin contemplaciones.<br />
Y la carga, más <strong>de</strong> una vez, fue a tropezar con las bajas e impertinentes ramas<br />
<strong>de</strong> los pinos. Un paso en falso <strong>de</strong>l onagro hubiera hecho peligrar las provisiones.<br />
Al filo mismo <strong>de</strong> la pista, por nuestra <strong>de</strong>recha, como <strong>de</strong>cía, el joven<br />
nahal Hermón saltaba inconsciente entre peñascos, provocando innumerables<br />
y nada recomendables rápidos.<br />
La lluvia arreció. Y las <strong>de</strong>scargas eléctricas <strong>de</strong>stellaron al frente, iluminando<br />
durante décimas <strong>de</strong> segundo un macizo negro y <strong>de</strong>sdibujado por los torreones<br />
borrascosos. Varias <strong>de</strong> las <strong>de</strong>tonaciones, muy cercanas, asustaron al voluntarioso<br />
jumento. Alzó la gran cabeza y se resistió a los tirones <strong>de</strong>l guía.<br />
El muchacho, experto, reclamó al perro y, en fenicio, le dio una or<strong>de</strong>n. Oí,<br />
introduciéndose entre las patas <strong>de</strong>l asno, le mordió los testículos. El onagro,<br />
dolorido, respondió con una violenta coz. Mano <strong>de</strong> santo. Al instante caminaba<br />
<strong>de</strong> nuevo.<br />
La temperatura bajó. Y conforme ganábamos la siguiente cota, la oscuridad<br />
se fue espesando.<br />
Nueva parada. Tiglat indicó el fondo <strong>de</strong>l sen<strong>de</strong>ro. Y entre la cortina <strong>de</strong> agua,<br />
alumbrado por las chispas, distinguimos otro ya familiar alboroto. El camino<br />
aparecía cortado por cuatro o cinco gran<strong>de</strong>s buitres. Y <strong>de</strong>duje que estábamos<br />
ante los mismos carroñeros que habíamos divisado en las cercanías <strong>de</strong><br />
Quinea.<br />
Como en el caso <strong>de</strong> las aves que <strong>de</strong>voraban a los «buco-les» en la ruta <strong>de</strong><br />
Damasco, éstas, igualmente nerviosas y agitadas, saltaban unas sobre otras,<br />
disputándose la presa.<br />
El guía volvió a gritar al basenji. Y el can, emprendiendo una veloz carrera, se<br />
lanzó hacia los ciegos buitres negros y leonados. Dos <strong>de</strong> ellos, sorprendidos,<br />
tuvieron el tiempo justo <strong>de</strong> abrir las enormes alas grises, <strong>de</strong>spegando con<br />
apuros. Un tercero no tuvo tanta suerte. Oí cayó sobre el largo, blanco y<br />
224