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Caballo de Troya 6 - IDU

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dijo. Mi padre y yo nos referimos a él como el «extraño galileo».<br />

Y, curioso, se a<strong>de</strong>lantó a nuestros pensamientos.<br />

-¿Cuál es su gracia? -Yesua...<br />

-Jesús...<br />

-Jesús <strong>de</strong> Nazaret -precisé sin disimular un cierto orgullo-. Un «ah», un<br />

hermano...<br />

-Pero vosotros sois extranjeros. ¿Cómo podéis llamar hermano a un yehuday<br />

[judío]?<br />

-Este yehuday no es como los <strong>de</strong>más...<br />

-¿Es rico?<br />

El ingeniero, encantado ante la sinceridad <strong>de</strong>l joven fenicio, rió con ganas. Y<br />

replicó con la verdad.<br />

-Su corazón es inmensamente rico...<br />

-Comprendo... Es un judío que no teme a ese <strong>de</strong>spiadado Yavé.<br />

-Es un ser humano.<br />

-¿Humano y judío? Imposible... -Ya veo que no te agradan -sentenció Eliseo.<br />

-No me gusta su Dios. Los vuelve locos. Discrimina. Se consi<strong>de</strong>ran en posesión<br />

<strong>de</strong> la verdad. Nos <strong>de</strong>sprecian.<br />

-¿La verdad? -intervine-. ¿Qué es para ti la verdad?<br />

No lo dudó. Señaló las piedras cónicas y, seguro <strong>de</strong> sí mismo, afirmó:<br />

-Mi padre dice que la verdad, si existe, no está en los dioses, ni tampoco en las<br />

leyes. La verdad está por llegar.<br />

-Y si algún día llega, ¿sabrás reconocerla?<br />

Asintió tímidamente.<br />

-Creo que sí. Según mi padre, la verdad va directa al corazón. Lo sabré porque<br />

me hará temblar. Pero no <strong>de</strong> miedo, sino <strong>de</strong> emoción...<br />

-Tu padre es un hombre sabio.<br />

-Mi padre -corrigió a Eliseo- es bueno. Él se <strong>de</strong>ja guiar por el instinto. Os<br />

contaré algo...<br />

Pero la confesión quedó en suspenso. Unos gruesos y aislados goterones nos<br />

pusieron en guardia.<br />

Tiglat inspeccionó la cumbre <strong>de</strong>l Hermón. Negros nubarrones empezaban a<br />

peinarla. Se alzó y, autoritario, nos metió prisa.<br />

-Prosigamos. Eso tiene mal aspecto...<br />

No le faltaba razón. Los «Cb», animados por fortísimas corrientes ascen<strong>de</strong>ntes,<br />

se habían vuelto montañosos, con alturas superiores a los diez kilómetros.<br />

La base <strong>de</strong> los cumulonimbos <strong>de</strong>scendió y los jirones, veloces,<br />

ocultaron las nieves. Las culebrinas, escapando <strong>de</strong> yunque en yunque y<br />

precipitándose rabiosas sobre los cada vez más oscuros bosques, dieron el<br />

primer aviso. Una espectacular tormenta estaba a punto <strong>de</strong> sorpren<strong>de</strong>rnos. Y<br />

los truenos, secos, todavía distantes, terminaron avivando la marcha.<br />

Fue instantáneo. El contacto con la lluvia resucitó la vieja y, aparentemente,<br />

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