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<strong>de</strong>rramarse en estrechas y clan<strong>de</strong>stinas cascadas blancas, azules y doradas.<br />
Aquello no me gustó. La lluvia seguía allí, amenazante.<br />
Y el «sueño», <strong>de</strong> nuevo, tocó en mi hombro...<br />
Tiglat revisó la carga. El onagro propiedad <strong>de</strong>l Maestro aguantó sin problemas.<br />
El animal, alto, joven, y fuerte, recibió dos gran<strong>de</strong>s alforjas <strong>de</strong> junco, repletas<br />
<strong>de</strong> viandas. Y entre ambas, meticulosamente enrollada, la tienda <strong>de</strong> pieles <strong>de</strong><br />
cabra solicitada la noche anterior.<br />
Y ante nuestra sorpresa, el anfitrión solicitó que inspeccionáramos el cargamento.<br />
Me negué.<br />
El jefe <strong>de</strong>l clan, entonces, con voz autoritaria, or<strong>de</strong>nó al hijo que retornara a<br />
la casa.<br />
Comprendimos. Si no accedíamos, no había viaje...<br />
Legumbres, carne salada, pescado ahumado, huevos, aceite, dos log <strong>de</strong> sal<br />
(alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> un kilo), dos bats <strong>de</strong> vino (cinco litros), especias, harina, fruta<br />
en abundancia, un par <strong>de</strong> ána<strong>de</strong>s, seis gran<strong>de</strong>s y redondas hogazas <strong>de</strong> pan <strong>de</strong><br />
trigo, miel, dos botellas <strong>de</strong> ame y un obsequio <strong>de</strong> la casa: un cuarto <strong>de</strong> seah<br />
(unos cuatro kilos) <strong>de</strong> un excelente lomo <strong>de</strong> ciervo curado. El resto, la verdad,<br />
no lo recuerdo.<br />
Satisfecho el inventario -más que suficiente para una o dos semanas-, Eliseo<br />
echó mano <strong>de</strong> la bolsa, preguntando el importe.<br />
Tiglat, <strong>de</strong> nuevo, nos sorprendió.<br />
-Eso -proclamó con la misma contun<strong>de</strong>ncia-, a la llegada...<br />
-Pero...<br />
No hubo forma. Y tras agra<strong>de</strong>cer la confianza y hospitalidad <strong>de</strong> aquellas<br />
sencillas y entrañables gentes nos pusimos en camino.<br />
El joven Tiglat, en cabeza, tiró <strong>de</strong>l asno, tomando un sen<strong>de</strong>rillo que, <strong>de</strong> inmediato,<br />
se coló en el bosque <strong>de</strong> cipreses. A su lado, correteando arriba y<br />
abajo, Ot, el dócil basenji. Detrás, alegre, aliviado por el frescor <strong>de</strong> los «Cb»<br />
(cumulonimbos), mi hermano, cargando al hombro el saco <strong>de</strong> viaje. Por último,<br />
como siempre, este explorador ahora relativamente feliz y confiado. El<br />
nevado Hermón, apenas molestado por la base <strong>de</strong> los «Cb», estaba a la vista.<br />
¡Al fin!, me dije.<br />
Si los cálculos <strong>de</strong> Tiglat eran correctos, los cinco kilómetros que separaban<br />
Bet Jenn <strong>de</strong>l mahaneh, el campamento en el que permanecía Jesús <strong>de</strong> Nazaret,<br />
<strong>de</strong>berían ser cubiertos en dos o tres horas. Todo <strong>de</strong>pendía <strong>de</strong> la ruta<br />
elegida por el pequeño guía y, naturalmente, <strong>de</strong>l voluble Destino...<br />
Al principio <strong>de</strong>scendimos. Después, la estrechísima pista se en<strong>de</strong>rezó, escalando<br />
nuevas colinas.<br />
Cota «1500».<br />
Al mirar atrás, entre la arboleda, distinguí la media docena <strong>de</strong> casitas negras<br />
<strong>de</strong> Bet Jenn. Por <strong>de</strong>bajo, en la cota «1 198», el verdinegro lago Phiale, un<br />
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