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Caballo de Troya 6 - IDU

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-¿Qué te ocurre?... ¡Despierta!<br />

Los fríos y <strong>de</strong>nsos goterones terminaron <strong>de</strong>volviéndome a la realidad. Me<br />

puse en pie y, aturdido, me excusé.<br />

-¿Otra pesadilla?<br />

Asentí en silencio.<br />

-Te lo dije... Anoche abusamos <strong>de</strong>l jolo<strong>de</strong>tz y <strong>de</strong>l maldito arac. Pero, ¿qué<br />

diablos haces aquí afuera?<br />

Respondí como pu<strong>de</strong>, improvisando. Tampoco <strong>de</strong>seaba abrumarlo con mis<br />

extrañas inquietu<strong>de</strong>s y las no menos locas ensoñaciones.<br />

¿Locas?<br />

Hoy sé que algunos sueños no son tan <strong>de</strong>menciales ni absurdos como parecen<br />

a simple vista...<br />

20 DE AGOSTO, LUNES<br />

Regresamos al taller. La familia se afanaba ya en el <strong>de</strong>sayuno y en los preparativos<br />

para la partida.<br />

El reciente sueño, sin embargo, me tenía perplejo. Seguía viendo la cara <strong>de</strong><br />

aquel «Curtiss» y la calavera <strong>de</strong> la muerte.<br />

¡Qué extraño!<br />

Me aproximé a la portezuela e inspeccioné el cielo. El brillante firmamento<br />

había sido borrado <strong>de</strong> un plumazo. Durante la noche, un inesperado frente<br />

borrascoso escapó <strong>de</strong>l Mediterráneo, cubriendo parte <strong>de</strong> la Gaulanitis. Y la<br />

lluvia, benéfica, <strong>de</strong>scargó sobre valles y colinas.<br />

¡Qué extraño! También en el sueño llovía torrencial-mente...<br />

E intenté espantar la absurda coinci<strong>de</strong>ncia. Estábamos don<strong>de</strong> estábamos. El<br />

alba llegaba puntual, encendiendo montañas. Sólo <strong>de</strong>bía preocuparme <strong>de</strong>l<br />

inminente viaje. Con un poco <strong>de</strong> suerte, hoy estaríamos con Él...<br />

¡Al fin!<br />

El cabeza <strong>de</strong> familia terminó uniéndose a este <strong>de</strong>sconcertado explorador. Me<br />

vio observar las negras y veloces masas nubosas y, captando una supuesta<br />

inquietud por el cambio atmosférico, quiso tranquilizarme.<br />

-Pasará pronto...<br />

En parte tenía razón. Estas borrascas eran bastante comunes en los veranos<br />

<strong>de</strong> la alta Galilea. Y <strong>de</strong> la misma y súbita forma en que se presentaban, así se<br />

alejaban. En esta oportunidad, sin embargo, el espectáculo <strong>de</strong> los «yunques»,<br />

inmensos como torres, castigándose mutuamente con fulgurantes culebrinas,<br />

me <strong>de</strong>jó inquieto. ¿Pasarían? Con esto no habíamos contado. Si la lluvia no<br />

cesaba, el viaje peligraría.<br />

Compartimos el <strong>de</strong>sayuno y hacia la hora «tercia» (las nueve), tal y como<br />

pronosticara Tiglat, escampó. Los cumulonimbos, no obstante, continuaron<br />

<strong>de</strong>sembarcando por el oeste, sombreando el paisaje y obligando al sol a<br />

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