Caballo de Troya 6 - IDU
Caballo de Troya 6 - IDU Caballo de Troya 6 - IDU
Tomé la iniciativa y, midiendo las palabras, expliqué que andábamos detrás de un viejo amigo. En parte fui fiel a la verdad. En el yam, otro antiguo conocido nos había proporcionado un par de importantes pistas: Bet Jenn y el nombre del muchacho. Padre, abuelo e hijo siguieron las aclaraciones con interés. Y sin hacer mención de la identidad del «amigo» al que pretendíamos encontrar añadí que, probablemente, en esos días, podía hallarse en algún lugar del «Genel-esh-Sheikh». Según esas mismas noticias, Tiglat hijo fue su ayudante, auxiliándole en el transporte de la impedimenta. Los tres, al unísono, asintieron en silencio. Y mi hermano y quien esto escribe, cruzando una triunfante mirada, respiramos aliviados. ¡Al fin! La información del anciano Zebedeo era correcta... El anfitrión tomó entonces la palabra y vino a ratificar cuanto acababa de exponer, añadiendo algunos preciosos datos. El «extraño galileo» llegó a la aldea a mediados de ese mes de agosto. Caminaba solo, con la única compañía de un onagro. Habló con el yoseb del clan (en este caso, el «jefe» era el propio Tiglat) y solicitó los servicios de alguien que pudiera abastecerlo de comida un par de veces por semana. Pagó por adelantado. En total, doce denarios de plata. Y Tiglat, aunque receloso, aceptó la oferta, encomendando el trabajo a su hijo. Cada lunes y jueves, de acuerdo con lo pactado, el joven cargaba el jumento y ascendía hasta un punto previamente convenido, muy próximo a un paraje que denominaban las «cascadas», casi a 2000 metros de altitud. -¿Lunes y jueves? Tiglat sonrió, comprendiendo el sentido de mi pregunta. -Así es. Como os dije, el señor Baal, nuestro dios, está con vosotros... Mañana, al alba, si lo deseáis, podéis acompañar al muchacho. ¿Otra vez la casualidad? Nada de eso... Aceptamos, siempre y cuando nos permitieran pagar por el servicio. Tiglat cuchicheó en fenicio al oído del abuelo. El anciano nos observó brevemente y, por último, aceptó la propuesta del yoseb. -Eso -intervino entonces Tiglat- lo dejamos a vuestra voluntad. Tampoco conviene tentar a Baal... Cerramos el trato y, previsor, los interrogué sobre la posibilidad de adquirir una tienda y viandas extras. Ningún problema. Antes de la partida, todo estaría dispuesto. Y Eliseo, atento y perspicaz, volvió sobre las recientes explicaciones del anfitrión. -¿«Extraño galileo»?... ¿Por qué extraño? Tiglat, rápido y ágil, no deseando empañar la sagrada hospitalidad, rectificó: 205
-No he pretendido ofender a vuestro amigo. Simplemente, me pareció raro que deseara vivir en soledad en un lugar tan aislado y... peligroso. Esta vez fui yo quien intervino. -¿Peligroso? -Estas montañas, estimados ger... -Yewani -corregí, intentando eliminar el despreciativo carácter del término «forastero»-, somos yewani [griegos]... Tiglat, indulgente, prosiguió con una media sonrisa. -... Estas montañas, estimados yewani, son una vergüenza. Aquí, en cualquier rincón, en cualquier cueva, se refugia lo peor del bandidaje. Últimamente, hasta los «bucoles» del Hule le han tomado gusto a nuestros bosques. Y raro es el día en que no tenemos noticia de algún asalto... El resto de los Tiglat asintió con la cabeza. -¿Comprendéis ahora? -Si es así -terció el ingeniero con evidente preocupación-, ¿por qué consientes que tu hijo cruces esas montañas dos veces por semana? -En eso, como en todo, estamos en las manos de Baal, nuestro señor... Tenemos que ganarnos la vida. No podemos escondernos como viejas asustadas... Y mañana, os lo aseguro, todo el kapar [la aldea] invocará al hijo de Aserá y de Él para que nada os ocurra. Agradecimos los buenos deseos. Lamentablemente, como espero tener ocasión de relatar, el sordo Baal no debió escuchar las plegarias de sus fieles y confiados hijos... -Padre -arrancó al fin el adolescente, sumando una nueva y negra nota al ya delicado panorama de los bandoleros-... y no olvides a dob. Algunos dicen que los han visto por las «cascadas»... Tiglat confirmó el anuncio del hijo, erizando los pelos de Eliseo y también los míos. En los parajes donde se hallaba el Maestro, según los lugareños, habían sido observadas algunas parejas de los temibles y poco sociables dob, los osos sirios, negros, de más de 200 kilos de peso y hasta dos metros de altura cuando se alzan sobre los cuartos traseros. Algunos judíos, y también gentiles, solían dedicarse a la captura de los oseznos, adiestrándolos para el trabajo en los circos o como atracciones ambulantes. Estos robos, obviamente, provocaban las iras de los montañeses. Como asegura el profeta Samuel muy acertadamente (II, 17-8), «no hay nada más peligroso que una osa a la que le hayan arrebatado la cría». Excelente perspectiva... Los sangrientos «bucoles» por doquier y, para colmo, los dob, merodeando en las proximidades del Maestro. La familia, sin embargo, no consintió que nos perdiéramos en tan oscuros presagios. Y tras reiteradas excusas, rogando perdón por lo improvisado y «parco» de la cena, fueron a colocar antes estos desfallecidos exploradores 206
- Page 156 and 157: allí estaba, al frente de una posa
- Page 158 and 159: posibilidad de discusión. «Aquell
- Page 160 and 161: -¡Lo ha hecho!... ¡Lo ha hecho! S
- Page 162 and 163: Sitio retiró la sopa, alejándose
- Page 164 and 165: Mi hermano, tenaz, insistió. -Hijo
- Page 166 and 167: de Troya lo prohibían terminanteme
- Page 168 and 169: Comprendí. Había tenido un sueño
- Page 170 and 171: Y entre el Gebel-esh-Sheikh (la «m
- Page 172 and 173: mento». Por encima del Meroth, a u
- Page 174 and 175: ¿Qué hacíamos? Mi hermano, inqui
- Page 176 and 177: Uno, alrededor del cuello, lo fijab
- Page 178 and 179: Aprecié claros síntomas de calvic
- Page 180 and 181: ecordará, en las cercanías de lib
- Page 182 and 183: ¡Qué hermosa y difícil «revoluc
- Page 184 and 185: «nazi»... »Hasta el rey David se
- Page 186 and 187: dos», por tanto, están en todas p
- Page 188 and 189: sión». Para los pueblos del Eufra
- Page 190 and 191: Un «monopolio» que sería duramen
- Page 192 and 193: estas voraces aves, engullendo a di
- Page 194 and 195: también al otro lado del nahal Her
- Page 196 and 197: los bajaban hasta que, finalmente,
- Page 198 and 199: -puede que los kittim- habían aban
- Page 200 and 201: Mi hermano preguntó, pero no supe
- Page 202 and 203: -¿Qué pasa? ¿Qué has visto? Y t
- Page 204 and 205: haciéndose con las cuerdas, nos in
- Page 208 and 209: dos reconfortantes y apetitosos pla
- Page 210 and 211: ordenó que consumiera el citado es
- Page 212 and 213: La familia, ingenua y feliz, rió e
- Page 214 and 215: Casi podía tocarlas con las manos.
- Page 216 and 217: -¿Qué te ocurre?... ¡Despierta!
- Page 218 and 219: antiguo volcán anegado por las cor
- Page 220 and 221: me dejó confuso. E, inseguro, preg
- Page 222 and 223: Finalmente me uní a Eliseo y, curi
- Page 224 and 225: dijo. Mi padre y yo nos referimos a
- Page 226 and 227: desnudo cuello, destrozándolo. E,
- Page 228 and 229: interpuso, sujetándolo. Y despacio
- Page 230 and 231: Ot, envarado, no se movió. E imagi
- Page 232 and 233: El jovencito fue a sentarse bajo el
- Page 234 and 235: Lástima que el profesor Beals, de
- Page 236 and 237: Asentí. -¿Crees que nos hemos pre
- Page 238 and 239: Sólo recuerdo que, sin poder conte
- Page 240 and 241: novedad: en esos momentos, mucho m
- Page 242 and 243: mente enterradas, de casi tres metr
- Page 244 and 245: posible. El Hijo del Hombre era una
- Page 246 and 247: Pero surgió el primer problema...
- Page 248 and 249: y ahora. El mundo no lo entendería
- Page 250 and 251: Mi hermano buscó mi parecer. -Y t
- Page 252 and 253: -Eso obedece a los designios del Pa
- Page 254 and 255: arbas. » -¿Y por qué con barbas?
-No he pretendido ofen<strong>de</strong>r a vuestro amigo. Simplemente, me pareció raro<br />
que <strong>de</strong>seara vivir en soledad en un lugar tan aislado y... peligroso. Esta vez fui<br />
yo quien intervino.<br />
-¿Peligroso?<br />
-Estas montañas, estimados ger...<br />
-Yewani -corregí, intentando eliminar el <strong>de</strong>spreciativo carácter <strong>de</strong>l término<br />
«forastero»-, somos yewani [griegos]...<br />
Tiglat, indulgente, prosiguió con una media sonrisa.<br />
-... Estas montañas, estimados yewani, son una vergüenza. Aquí, en cualquier<br />
rincón, en cualquier cueva, se refugia lo peor <strong>de</strong>l bandidaje. Últimamente,<br />
hasta los «bucoles» <strong>de</strong>l Hule le han tomado gusto a nuestros bosques.<br />
Y raro es el día en que no tenemos noticia <strong>de</strong> algún asalto...<br />
El resto <strong>de</strong> los Tiglat asintió con la cabeza.<br />
-¿Comprendéis ahora?<br />
-Si es así -terció el ingeniero con evi<strong>de</strong>nte preocupación-, ¿por qué consientes<br />
que tu hijo cruces esas montañas dos veces por semana?<br />
-En eso, como en todo, estamos en las manos <strong>de</strong> Baal, nuestro señor...<br />
Tenemos que ganarnos la vida. No po<strong>de</strong>mos escon<strong>de</strong>rnos como viejas<br />
asustadas... Y mañana, os lo aseguro, todo el kapar [la al<strong>de</strong>a] invocará al hijo<br />
<strong>de</strong> Aserá y <strong>de</strong> Él para que nada os ocurra.<br />
Agra<strong>de</strong>cimos los buenos <strong>de</strong>seos. Lamentablemente, como espero tener ocasión<br />
<strong>de</strong> relatar, el sordo Baal no <strong>de</strong>bió escuchar las plegarias <strong>de</strong> sus fieles y<br />
confiados hijos...<br />
-Padre -arrancó al fin el adolescente, sumando una nueva y negra nota al ya<br />
<strong>de</strong>licado panorama <strong>de</strong> los bandoleros-... y no olvi<strong>de</strong>s a dob. Algunos dicen que<br />
los han visto por las «cascadas»...<br />
Tiglat confirmó el anuncio <strong>de</strong>l hijo, erizando los pelos <strong>de</strong> Eliseo y también los<br />
míos. En los parajes don<strong>de</strong> se hallaba el Maestro, según los lugareños, habían<br />
sido observadas algunas parejas <strong>de</strong> los temibles y poco sociables dob, los<br />
osos sirios, negros, <strong>de</strong> más <strong>de</strong> 200 kilos <strong>de</strong> peso y hasta dos metros <strong>de</strong> altura<br />
cuando se alzan sobre los cuartos traseros. Algunos judíos, y también gentiles,<br />
solían <strong>de</strong>dicarse a la captura <strong>de</strong> los oseznos, adiestrándolos para el trabajo en<br />
los circos o como atracciones ambulantes. Estos robos, obviamente, provocaban<br />
las iras <strong>de</strong> los montañeses. Como asegura el profeta Samuel muy<br />
acertadamente (II, 17-8), «no hay nada más peligroso que una osa a la que le<br />
hayan arrebatado la cría».<br />
Excelente perspectiva...<br />
Los sangrientos «bucoles» por doquier y, para colmo, los dob, mero<strong>de</strong>ando en<br />
las proximida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l Maestro.<br />
La familia, sin embargo, no consintió que nos perdiéramos en tan oscuros<br />
presagios. Y tras reiteradas excusas, rogando perdón por lo improvisado y<br />
«parco» <strong>de</strong> la cena, fueron a colocar antes estos <strong>de</strong>sfallecidos exploradores<br />
206