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haciéndose con las cuerdas, nos invitó a seguirle.<br />
Esa noche, al amor <strong>de</strong>l fuego, al contemplar a nuestro alre<strong>de</strong>dor a los pacíficos,<br />
bien plantados y «musicales» canes, mi hermano no pudo contenerse y<br />
preguntó por el origen <strong>de</strong> los singulares animales.<br />
Tiglat no supo dar muchas explicaciones. Vivían en la al<strong>de</strong>a <strong>de</strong>s<strong>de</strong> siempre.<br />
Eran buenos cazadores, excelentes guías y mejores compañeros. Casi todos<br />
los vecinos disponían <strong>de</strong> dos o tres. Su hijo, Tiglat, también disfrutaba <strong>de</strong> la<br />
compañía <strong>de</strong> uno <strong>de</strong> ellos. Al día siguiente, en la azarosa e inolvidable jornada<br />
<strong>de</strong>l lunes, 20, mientras ascendíamos hacia el Hermón, el muchacho contaría<br />
la curiosa historia <strong>de</strong> Oí, su perro.<br />
No, no estábamos locos. Aquellos ejemplares, casi con seguridad, eran los<br />
únicos <strong>de</strong>l mundo que no ladraban. En su lugar emitían los ya mencionados y<br />
rarísimos sonidos, mitad «risa», mitad «tirolesas».<br />
Naturalmente, al retornar a «base-madre-tres», al ingeniero le faltó tiempo<br />
para consultar a mi «novio». «Santa Claus», millonario en información,<br />
ofreció imágenes y una interesante documentación. Más o menos, esto es lo<br />
que recuerdo:<br />
La particular raza procedía <strong>de</strong>l antiguo Egipto. Hoy es conocida como basenji.<br />
Su imagen aparece en estelas funerarias cuya antigüedad se remonta a 2 300<br />
años antes <strong>de</strong> Cristo. En dos <strong>de</strong> ellas resulta perfectamente reconocible: en la<br />
<strong>de</strong> User, hijo <strong>de</strong> Meshta y en la <strong>de</strong> un tal Sebehaa, inspector <strong>de</strong> transportes.<br />
Los arqueólogos, que los han localizados en pinturas y grabados <strong>de</strong> la IV<br />
Dinastía, los bautizaron como «perros <strong>de</strong> Keops». El parecido, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego,<br />
con los <strong>de</strong> Bet Jenn era asombroso.<br />
Más tar<strong>de</strong>, hacia 1870, los exploradores blancos que penetraron en Sudán y<br />
en el Congo los <strong>de</strong>scubrieron entre las tribus.<br />
La estampa, como <strong>de</strong>cía, era agradable y bien proporcionada. Pesaban poco.<br />
Entre nueve y diez kilos. Presentaban un cráneo plano, con el hocico afilado<br />
<strong>de</strong>s<strong>de</strong> los ojos a la trufa. Al alzar las orejas arrugaban sistemáticamente la<br />
«frente», avisando a los dueños. Algo no iba bien...<br />
Aunque la mayoría tenía los ojos color avellana, otros, como el fiel y valiente<br />
Ot, se distinguían por unos atractivos y vivísimos ojos azules, siempre almendrados<br />
y hundidos entre los párpados. Algunos, incluso, lucían unos<br />
espectaculares ojos amarillos.<br />
Los cuellos eran largos. Sólidos como troncos. Po<strong>de</strong>rosos. El pecho bajo,<br />
breve y recto. Manos y patas musculosas, como cinceladas en piedra, con los<br />
jarretes aplomados. Las colas, enroscadas en uno o dos anillos, jamás se<br />
movían, permaneciendo apoyadas sobre uno <strong>de</strong> los lados <strong>de</strong> la grupa. En<br />
cuanto al pelo, realmente llamativo, la casi totalidad <strong>de</strong> los que vimos aparecía<br />
pintada en alazán (rojo amarillento), con manchas blancas en el hocico,<br />
cuello, manos, patas y en el remate <strong>de</strong> la cola. Ot, en cambio, era una excepción.<br />
El pelaje, corto y sedoso, era <strong>de</strong> un brillante negro azabache, <strong>de</strong>li-<br />
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