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Caballo de Troya 6 - IDU

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hacernos pasar un mal rato...<br />

El individuo vaciló. En el fondo, supongo, se hallaba tan sorprendido y <strong>de</strong>sconcertado<br />

como estos exploradores.<br />

Pero Eliseo, valiente, intentó segar las suspicacias. Se a<strong>de</strong>lantó unos pasos,<br />

i<strong>de</strong>ntificándose e i<strong>de</strong>ntificándome.<br />

-... Somos griegos. Hombres <strong>de</strong> paz. Nos hemos perdido... Buscamos una<br />

al<strong>de</strong>a llamada Bet Jenn...<br />

Los perros, ante el corto avance <strong>de</strong> mi hermano, tensaron las cuerdas,<br />

«riendo» y «cantando» amenazadores. Sé que resulta paradójico, pero, en<br />

esos momentos, «carcajadas y tirolesas» no sonaban, precisamente, como<br />

una hospitalaria bienvenida.<br />

Y, toscamente, parapetado en la <strong>de</strong>sconfianza, preguntó a su vez:<br />

-¿Bet Jenn?... ¿Por qué? ¿A quién buscáis?<br />

Intervine conciliador.<br />

-A Tiglat...<br />

El nombre -la segunda pista proporcionada por el anciano Zebe<strong>de</strong>o- suavizó<br />

en parte la lógica brusquedad <strong>de</strong>l interlocutor. Se retiró a un lado <strong>de</strong> la senda<br />

y, tras acariciar y calmar a los perros, procedió a amarrarlos a uno <strong>de</strong> los<br />

troncos.<br />

Me felicité. El peligro, en principio, se alejaba.<br />

Se acercó <strong>de</strong>spacio y, lacónico, respondió: -Yo soy Tiglat.<br />

La inesperada aclaración nos confundió. Según nuestro confi<strong>de</strong>nte, el personaje<br />

que buscábamos y que, al parecer, ayudó a Jesús <strong>de</strong> Nazaret, era un<br />

muchacho. Quizá un niño...<br />

Sin entrar en profundida<strong>de</strong>s le explicamos que, probablemente, se trataba <strong>de</strong><br />

un error. Escuchó en silencio y, comprendiendo que aquella pareja <strong>de</strong> inconscientes<br />

extranjeros nada tenían que ver con bandoleros o mero<strong>de</strong>adores<br />

<strong>de</strong> caminos, se abrió <strong>de</strong>finitivamente y, sin disimular la sorpresa, comentó:<br />

-El señor Baal os protege. No hay duda... Ese joven al que buscáis es mi hijo...<br />

Eliseo y yo cruzados una mirada, atónitos.<br />

¿Casualidad?<br />

Ahora sé que aquello no fue consecuencia <strong>de</strong>l azar. «Alguien», no me cansaré<br />

<strong>de</strong> repetirlo, parecía guiar nuestros pasos.<br />

-... Tiglat se encuentra en la al<strong>de</strong>a -redon<strong>de</strong>ó el cada vez más amable y<br />

provi<strong>de</strong>ncial fenicio-, No marcháis <strong>de</strong>scaminados... Bet Jenn está cerca, a<br />

unos cinco estadios... Si lo <strong>de</strong>seáis puedo acompañaros. Si el señor Baal os ha<br />

puesto en mi camino, seréis bien recibidos en mi humil<strong>de</strong> casa.<br />

Cinco estadios. Eso representaba un kilómetro escaso.<br />

La verdad es que, sorprendidos, gratamente sorprendidos, no fuimos capaces<br />

<strong>de</strong> replicar. El Destino, magnífico y eficaz, seguía protegiéndonos.<br />

Y dicho y hecho.<br />

El alto y fornido padre <strong>de</strong> Tiglat se reunió con los apaciguados perros y,<br />

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