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Caballo de Troya 6 - IDU

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Mi hermano preguntó, pero no supe aclarar el origen <strong>de</strong> los repetitivos y, cada<br />

vez, más cercanos sonidos.<br />

-¡Allí!...<br />

Eliseo marcó un punto entre el confuso y rectilíneo ramaje.<br />

-¡Veo unos ojos!... ¡Allí!<br />

Me aproximé unos pasos y, efectivamente, en la parte baja <strong>de</strong> uno <strong>de</strong> los<br />

berosh, medio ocultos, se distinguían dos pares <strong>de</strong> ojos redondos, gran<strong>de</strong>s,<br />

amarillos y perfectamente alineados.<br />

Los silbidos, ahora monótonos, se repitieron. Pero no parecían proce<strong>de</strong>r <strong>de</strong>l<br />

árbol <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el que éramos observados.<br />

Avancé algunos metros más y, súbitamente, los ojos <strong>de</strong>saparecieron. Al<br />

<strong>de</strong>tenerme, a los pocos segundos, surgieron <strong>de</strong> nuevo, en el mismo lugar.<br />

Respiré aliviado. Y creyendo conocer la i<strong>de</strong>ntidad <strong>de</strong> los «propietarios» <strong>de</strong> los<br />

espectaculares y pertinaces ojos regresé junto a mi compañero.<br />

Eliseo, impaciente, me acosó a preguntas. Pero, divertido, guardé silencio,<br />

mortificándolo.<br />

Extraje las lentes <strong>de</strong> contacto y, ajustándolas, le invité a que me acompañara.<br />

Lo hizo receloso.<br />

A una distancia pru<strong>de</strong>ncial me <strong>de</strong>tuve. Y alimentando la farsa, conteniendo la<br />

risa como pu<strong>de</strong>, indiqué con el <strong>de</strong>do que guardara silencio.<br />

Los cuatro ojos, ante la proximidad <strong>de</strong> los intrusos, se «apagaron» por segunda<br />

vez.<br />

Eliseo, <strong>de</strong>scompuesto, señaló el extremo superior <strong>de</strong> la «vara <strong>de</strong> Moisés».<br />

Asentí. Y, <strong>de</strong>slizando los <strong>de</strong>dos hacia el clavo <strong>de</strong> los ultrasonidos, hice como si<br />

me preparara para un inminente ataque.<br />

Una oportuna tanda <strong>de</strong> silbidos multiplicó la tensión...<br />

Y los ojos, calculadores, aparecieron <strong>de</strong> nuevo ante el perplejo ingeniero.<br />

La visión infrarroja, efectivamente, ratificó las sospechas iniciales. Dos<br />

cuerpos calientes, ahora rojos, <strong>de</strong> unos treinta centímetros <strong>de</strong> altura, surgieron<br />

nítidos entre las ramas.<br />

No lo dudé. Pulsé el clavo y el finísimo «cilindro» <strong>de</strong> luz coherente fue a<br />

impactar en el centro <strong>de</strong> la «plateada» cara <strong>de</strong> uno <strong>de</strong> los ejemplares. El leve<br />

choque fue suficiente para <strong>de</strong>scontrolarlo. Y saltando <strong>de</strong>l árbol, emitiendo un<br />

agudo chillido, voló directo hacia Eliseo. El segundo, presintiendo el peligro,<br />

siguió al compañero. Y ambos nos rebasaron como una exhalación, peinando<br />

nuestras cabezas.<br />

Las risas <strong>de</strong> quien esto escribe, incontenibles, pusieron al tanto a mi hermano.<br />

Y durante un buen rato tuve que sufrir -merecidamente, lo reconozco- toda<br />

clase <strong>de</strong> improperios y maldiciones (esta vez en inglés, por supuesto).<br />

La pequeña broma, sin embargo, nos alivió. El bosque, como iríamos comprobando,<br />

era un hervi<strong>de</strong>ro <strong>de</strong> rapaces nocturnas, murciélagos y cigüeñas<br />

blancas. Estas últimas -como reza el libro <strong>de</strong> los Salmos-, asentadas en lo más<br />

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