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Caballo de Troya 6 - IDU

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-pue<strong>de</strong> que los kittim- habían abandonado los cuerpos <strong>de</strong> tres posibles maleantes<br />

o bandoleros. Aparecían sentados, espalda con espalda, y firmemente<br />

sujetos con una ca<strong>de</strong>na. No <strong>de</strong>bían llevar muertos mucho tiempo. Las aves,<br />

voraces y <strong>de</strong>spiadadas, medio los ocultaban con sus alas, <strong>de</strong>sgarrándolos y<br />

vaciándoles las entrañas. Los rostros, irreconocibles, eran una masa informe,<br />

sanguinolenta y con las cuencas oculares negras y vacías.<br />

Colgando <strong>de</strong> la ca<strong>de</strong>na, agitada por los continuos picotazos, se distinguía una<br />

tabla en la que, en griego y arameo, se leía la siguiente inscripción:<br />

«Tres "bucoles" menos. Los <strong>de</strong>udos <strong>de</strong> sus víctimas se felicitan.»<br />

No cabía duda. La palabra «bucoles» había referencia a los facinerosos que<br />

habitaban los pantanos y la «jungla» <strong>de</strong>l Hule. El término, sin duda, fue<br />

tomado <strong>de</strong> otros bandoleros, tan tristemente famosos como éstos, que<br />

asolaron en su día la comarca <strong>de</strong> Damiete, en el Nilo. De ellos habla Eratóstenes,<br />

cuando recorrió Egipto invitado por Tolomeo III. Estas partidas <strong>de</strong><br />

sanguinarios eran el peor problema <strong>de</strong> Palestina y países limítrofes en la<br />

época <strong>de</strong> Jesús <strong>de</strong> Nazaret. A pesar <strong>de</strong> los esfuerzos <strong>de</strong> Roma y <strong>de</strong> los tetrarcas,<br />

las bandas organizadas sembraban la muerte y el horror en la alta<br />

Galilea, al este <strong>de</strong>l Jordán y en los <strong>de</strong>siertos <strong>de</strong> Judá y <strong>de</strong>l Neguev. Pronto,<br />

muy pronto, estos exploradores vivirían una amarga experiencia con uno <strong>de</strong><br />

estos escurridizos y violentos grupos...<br />

Naturalmente, tanto los vecinos <strong>de</strong> la Gaulanitis, como los <strong>de</strong> otras regiones<br />

en las que imperaban estos <strong>de</strong>salmados, aplaudían este tipo <strong>de</strong> «exhibiciones».<br />

Y los esqueletos permanecían en caminos, o a las puertas <strong>de</strong> las ciuda<strong>de</strong>s,<br />

antes el regocijo <strong>de</strong> propios y extraños.<br />

Casi escapamos <strong>de</strong>l lugar. Y al cruzar al otro lado <strong>de</strong> la ruta, en efecto, distinguimos<br />

al punto el angosto y maltrecho sen<strong>de</strong>rillo <strong>de</strong> cabras que ascendían<br />

hacia el este, materialmente encajonado entre las estribaciones <strong>de</strong>l Hermón,<br />

por la izquierda, y los cerros sobre los que se asentaba el lago Phiale, a<br />

nuestra <strong>de</strong>recha.<br />

Intentamos divisar la al<strong>de</strong>a. Fue inútil. A cosa <strong>de</strong> medio kilómetro, el nathiv<br />

<strong>de</strong>saparecía, engullido primero por los bosques <strong>de</strong> olivos y, posteriormente,<br />

conforme trepaba, por otra oscura, apretada y puntiaguda masa <strong>de</strong> cipreses.<br />

Una vez más quedamos maravillados ante los cientos, quizá miles, <strong>de</strong> olivos,<br />

sabia y pacientemente plantados a ambos lados <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sfila<strong>de</strong>ro, en interminables<br />

y eficaces terrazas. Tenían razón los rabinos cuando, refiriéndose al<br />

río <strong>de</strong> aceite que mana <strong>de</strong> la Gaulanitis, aseguraban que era más fácil «criar<br />

una plantación <strong>de</strong> olivos en la Galilea que un niño en Ju<strong>de</strong>a».<br />

Eliseo, inquieto, señaló la peligrosa posición <strong>de</strong>l sol. En cuestión <strong>de</strong> hora y<br />

media, como mucho, <strong>de</strong>saparecería por <strong>de</strong>trás <strong>de</strong>l Meroth. La verdad es que<br />

nos habíamos <strong>de</strong>scuidado...<br />

Lanzamos una última ojeada al silencioso paisaje y, preocupados, iniciamos el<br />

ascenso. Si nuestros cálculos y las indicaciones <strong>de</strong> los felah no erraban, Bet<br />

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