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Caballo de Troya 6 - IDU

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también al otro lado <strong>de</strong>l nahal Hermón, una pequeña e igualmente <strong>de</strong>sconocida<br />

al<strong>de</strong>a: Huda.<br />

Pasaría un tiempo antes <strong>de</strong> que pudiéramos visitar la mítica Dan o «tierra<br />

gran<strong>de</strong>», conocida <strong>de</strong>s<strong>de</strong> antiguo como Lais. También aquella rica y pacífica<br />

población sería escenario <strong>de</strong> la vida pública <strong>de</strong> Jesús. En realidad, como creo<br />

haber mencionado, todo aquel paisaje, salvaje y floreciente, lo recorrería en<br />

su momento el inquieto e infatigable Hijo <strong>de</strong>l Hombre. Unos viajes difíciles <strong>de</strong><br />

olvidar...<br />

¡El Hijo <strong>de</strong>l Hombre!<br />

Y mis ojos buscaron el Hermón, ahora blanco, azul y ver<strong>de</strong>.<br />

Ya estábamos cerca. Muy cerca...<br />

Consultamos el sol. En cuestión <strong>de</strong> tres horas -hacia las seis- oscurecería.<br />

Convenía proce<strong>de</strong>r con rapi<strong>de</strong>z. Lo previsto en el plan era intentar pernoctar<br />

en Bet Jenn. Pero antes, obviamente, temamos que localizarla.<br />

Y arrancamos.<br />

Puente «13». La ruta saltó sobre el nabal «Sion», un rebel<strong>de</strong> y escandaloso<br />

afluente <strong>de</strong>l río Hermón, Cota «197» y subiendo.<br />

Tres kilómetros y medio más allá avistamos el puente y el nabal «14», otro<br />

tributario <strong>de</strong>l Hermón -el «Saar»-, tan impetuoso e impaciente como el anterior.<br />

Cota 300 y subiendo.<br />

El miliario <strong>de</strong> turno avisó: Paneas a una milla romana.<br />

Nueva consulta al implacable sol. Hora «décima» (alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> las cuatro).<br />

El vergel, <strong>de</strong> pronto, flaqueó. Las continuas ondulaciones <strong>de</strong>l terreno lo hacían<br />

inviable.<br />

Decidimos preguntar. Según los mapas <strong>de</strong> «Santa Claus», la mo<strong>de</strong>sta Bet<br />

Jenn se escondía en algún punto al oriente <strong>de</strong> Paneas. Quizá a dos o tres<br />

kilómetros. No más. Penetrar en Cesárea <strong>de</strong> Filipo no entraba en nuestros<br />

cálculos. No en aquellos momentos. No lo veíamos necesario. Probablemente<br />

existía algún atajo que, ro<strong>de</strong>ando la ciudad, nos llevase al objetivo primordial.<br />

Los felah, solícitos, confirmaron la información <strong>de</strong>l or<strong>de</strong>nador central. Poco<br />

más a<strong>de</strong>lante, por la <strong>de</strong>recha, arrancaba un nathiv, un sen<strong>de</strong>ro «pisado o<br />

batido».<br />

Siguiendo dicho camino, a cosa <strong>de</strong> seis estadios (unos 1 200 metros),<br />

<strong>de</strong>sembocaríamos en la importante calcada <strong>de</strong> Damasco, la que llegaba <strong>de</strong>l<br />

este. Pues bien, según nuestros informantes, todo era cuestión <strong>de</strong> cruzar la<br />

calzada. Allí mismo, al parecer, el mencionado nathiv proseguía en soledad<br />

hacia la mismísima Bet Jenn. ¿Distancia <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el cruce con la carretera <strong>de</strong><br />

Damasco hasta la al<strong>de</strong>a?, unas cuatro millas romanas (casi cinco kilómetros).<br />

Algo más <strong>de</strong> lo previsto.<br />

Y una advertencia. Mejor dicho, dos: en el referido nacimiento <strong>de</strong>l sen<strong>de</strong>rillo<br />

<strong>de</strong> cabras encontraríamos una patrulla romana. La senda que ahora se-<br />

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