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o «skye terrier humano».<br />
Correspondí a la franca sonrisa y, animado, se acercó <strong>de</strong>finitivamente. Sus<br />
ojos, a pesar <strong>de</strong> todo, irradiaban una lejana paz.<br />
-Buscamos a Assi -a<strong>de</strong>lanté-. Éste es su kan, creo...<br />
Asintió con la cabeza y, señalando hacia el Hule, aclaró:<br />
-Está pescando en el agam [el lago] con los otros... No regresará hasta la<br />
puesta <strong>de</strong> sol.<br />
Mala suerte...<br />
Me <strong>de</strong>spedí <strong>de</strong>l buen «hombre» y, reuniéndome con el todavía nervioso Eliseo,<br />
resumí la situación. Mi hermano, aliviado, apremió. Deseaba salir <strong>de</strong>l calvero<br />
<strong>de</strong> inmediato. Sin embargo, aunque empezaba a tener muy clara la naturaleza<br />
<strong>de</strong>l «albergue», le pedí unos minutos. Lo justo para inspeccionar otra<br />
choza. Sólo una.<br />
Aceptó a regañadientes.<br />
Elegí la más alejada y caminamos hacia ella.<br />
El «espectáculo» tampoco fue muy gratificante, que digamos...<br />
Definitivamente, el kan parecía un refugio <strong>de</strong> «monstruos», locos irrecuperables<br />
y lisiados «vergonzantes».<br />
Al asomarnos, una peste fétida y sólida nos obligó a taparnos el rostro.<br />
En esta ocasión, el lugar se hallaba casi vacío. Distinguí dos hombres y otras<br />
tantas mujeres.<br />
Al pie <strong>de</strong>l ventanuco, tumbado en un lecho <strong>de</strong> paja, <strong>de</strong>snudo y con los ojos<br />
muy abiertos, miraba sin mirar un larguirucho muchacho.<br />
¡Dios!<br />
Eliseo, atormentado por el hedor y la visión <strong>de</strong>l personaje, se retiró. Y mi<br />
estómago, retorciéndose, amenazó con un par <strong>de</strong> violentas arcadas.<br />
¿Cómo era posible?<br />
Aquel infeliz era el causante <strong>de</strong> la insoportable atmósfera que gobernaba la<br />
cabaña. Se hallaba materialmente rebozado en sus propios excrementos. Con<br />
una mano hacía acopio <strong>de</strong> ellos, llevándoselos a la boca. Con la otra se<br />
masturbaba sin cesar. Obsesivamente. Gimiendo con un hilo <strong>de</strong> voz...<br />
A juzgar por el aspecto y la conducta se trataba, sin duda, <strong>de</strong> un oligofrénico,<br />
un <strong>de</strong>ficiente mental profundo, cuyo coeficiente intelectual no creo que llegase<br />
siquiera a 20. En otras palabras: un total y absoluto irresponsable, con<br />
una «edad mental» inferior a la <strong>de</strong> un niño <strong>de</strong> dos o tres años.<br />
Sinceramente, me vine abajo.<br />
Al <strong>de</strong>tectarnos, las mujeres se alzaron, acercándose cautelosas. Se <strong>de</strong>tuvieron<br />
a un metro y una <strong>de</strong> ellas, con voz ronca y varonil, me increpó, exigiendo<br />
comida. La hebrea podía pesar cien o ciento veinte kilos.<br />
Desafiante, esperó una respuesta.<br />
Me encogí <strong>de</strong> hombros, insinuando que no era el momento.<br />
El rostro, redondo como una luna llena, rojizo y rubicundo, se endureció.<br />
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