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Caballo de Troya 6 - IDU

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-Olvídalos, Señor... Sólo son mamzer, locos <strong>de</strong> atar y basura.<br />

El Maestro continuó mudo, observándolos con ternura y compasión.<br />

Y los gritos arreciaron.<br />

«Denario», entonces, se separó <strong>de</strong> la muchedumbre y fue a arrodillarse a los<br />

pies <strong>de</strong>l Maestro. Y, por señas, con lágrimas en los ojos, le indicó que no oía...<br />

Me aproximé al rabí y le dije:<br />

-Imposible, Señor... Es sordo <strong>de</strong> nacimiento.<br />

Jesús se volvió y preguntó algo absurdo:<br />

-¿Hipoacusia <strong>de</strong> transmisión o <strong>de</strong> percepción?<br />

-De percepción -repliqué como lo más natural-. El oído interno está <strong>de</strong>sintegrado.<br />

Curarlo sería un sueño...<br />

El Maestro me miró y, en un tono <strong>de</strong> cariñoso reproche, exclamó:<br />

-Tú, mejor que nadie, <strong>de</strong>berías saberlo: los sueños se hacen realidad.<br />

Pero, obtuso, insistí:<br />

-¡Nadie pue<strong>de</strong>! El órgano <strong>de</strong> Corti y las vías neurales están <strong>de</strong>strozadas... No<br />

te esfuerces. Sólo Dios podría...<br />

Jesús soltó una carcajada. Y todos le imitaron.<br />

-Es que yo soy Dios -aclaró el rabí-. Yo puedo... Basta con <strong>de</strong>searlo. Y ahora<br />

lo <strong>de</strong>seo...<br />

Y al punto, el gentío estalló en un alarido, eclipsando las palabras <strong>de</strong>l Hijo <strong>de</strong>l<br />

Hombre. Él continuó hablando, ajeno al alboroto, dándome mil explicaciones<br />

sobre la misericordia divina.<br />

Quise advertirle. «Algo» increíble acababa <strong>de</strong> suce<strong>de</strong>r. Los paralíticos caminaban.<br />

Los ciegos veían...<br />

Y «Denario», pálido, miraba a todos lados, tapándose los oídos.<br />

¡«Denario» oía!<br />

Pero el Maestro, sin reparar en el prodigio, seguía hablando y hablando...<br />

-¡Dios mío! -grité-. ¡Esto es un sueño! ¡Estoy soñando!<br />

Jesús, entonces, alzó los brazos, pidiendo silencio. La multitud enmu<strong>de</strong>ció.<br />

Sonrió y, colocando sus manos sobre los hombros <strong>de</strong> este perplejo explorador,<br />

comentó:<br />

-No es un sueño, Jasón.<br />

Acto seguido, tomando las hojas <strong>de</strong> papiro, escribí:<br />

«Ha curado a cientos... Hora: las cinco A.M.».<br />

El Maestro señaló el «cua<strong>de</strong>rno <strong>de</strong> campo» y puntualizó:<br />

-P.M., Jasón... Las cinco P.M. El «sueño» se ha cumplido a las cinco P.M.<br />

Rectifiqué el error.<br />

-Tienes razón. A.M. es el alba, señor...<br />

En ese instante <strong>de</strong>sperté.<br />

Alguien, aporreando la puerta <strong>de</strong> la celda, clamaba a voz en grito:<br />

-¡Es el alba, señor...!<br />

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