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Caballo de Troya 6 - IDU

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tirlo...<br />

La siguiente jornada sería <strong>de</strong>cisiva. Si el Destino nos protegía, al anochecer<br />

<strong>de</strong>l domingo, o lo más tardar el lunes, 20, nos encontraríamos frente a las<br />

estribaciones <strong>de</strong>l Hermón.<br />

Arropado por el recuerdo <strong>de</strong>l añorado Maestro y por la perpleja y humil<strong>de</strong><br />

flama amarillenta <strong>de</strong> la lucerna traté <strong>de</strong> conciliar el sueño. Pero me costó.<br />

De pronto, no sé por qué, surgió en la penumbra la casi olvidada imagen <strong>de</strong><br />

«Denario».<br />

Me resistí. Tenía que <strong>de</strong>scansar. Sin embargo, los guturales y animalescos<br />

gritos <strong>de</strong>l pelirrojo inundaron la memoria, atormentándome.<br />

Fue extraño. Parecía como si «alguien» se empeñara en que no olvidara su<br />

sor<strong>de</strong>ra.<br />

¿Extraño? ¿Es que había algo normal o racional en semejante aventura?<br />

¡Pobre y torpe Jasón! ¿Cuándo apren<strong>de</strong>ré?<br />

«Aquello», en efecto, fue un «aviso». Más a<strong>de</strong>lante compren<strong>de</strong>ría por qué...<br />

El caso es que, a pesar <strong>de</strong> mi resistencia, el problema <strong>de</strong>l pequeño mamzer se<br />

instaló en mí. Y durante un tiempo le di vueltas, en un vano intento <strong>de</strong> averiguar<br />

cuál pudo ser la causa <strong>de</strong> dicha dolencia.<br />

Obviamente, para intentar llegar a un diagnóstico tenía que explorar los oídos.<br />

Y aun así, el resultado era dudoso. Aparentemente, y según las noticias <strong>de</strong><br />

Sitio, la sor<strong>de</strong>ra era prelingüística. (Aparecida antes <strong>de</strong> hablar.) Si, como me<br />

temía, se trataba <strong>de</strong> una sor<strong>de</strong>ra profunda, originada, quizá, por un problema<br />

durante la gestación o en el parto, las posibilida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> recuperación eran<br />

escasas o nulas. La verdad es que estas lesiones, como en la actualidad, eran<br />

muy frecuentes en aquel tiempo.<br />

Enfermeda<strong>de</strong>s como la rubéola (pa<strong>de</strong>cida por la madre en el periodo <strong>de</strong><br />

gestación), toxoplasmosis, citomegalovirus congénito y otras infecciones intrauterinas<br />

hacían auténticos estragos en la población. También era posible<br />

que la cófosis (sor<strong>de</strong>ra profunda) estuviera <strong>de</strong>terminada por un factor genético<br />

o por un acci<strong>de</strong>nte perinatal (no eran infrecuentes los traumatismos en el<br />

parto, la hipoxia [oxigenación insuficiente], el exceso <strong>de</strong> bilirrubina, etc.). Por<br />

supuesto, si el mal se presentó <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l nacimiento, las causas podían ser<br />

también incontables.<br />

Lo importante, sin embargo, no eran esas hipotéticas causas, sino el alcance<br />

<strong>de</strong> las mismas. ¿Hasta dón<strong>de</strong> le habían afectado? ¿Era un sordo irrecuperable?<br />

El instinto <strong>de</strong> médico me <strong>de</strong>cía que sí.<br />

Y en aquella pelea, intentando <strong>de</strong>sterrar la imagen <strong>de</strong> «Denario» y buscando<br />

<strong>de</strong>sesperadamente el necesario <strong>de</strong>scanso, volví a reprocharme la absurda<br />

obsesión.<br />

¿En qué me afectaba todo aquello? Este explorador, poco o nada podía hacer.<br />

Y aunque hubiera estado en mi mano ayudar al infeliz, las normas <strong>de</strong> <strong>Caballo</strong><br />

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