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sándose por nuestros orígenes, motivo <strong>de</strong>l viaje, <strong>de</strong>stino, profesión y, sobre<br />
todo, por la «salud» <strong>de</strong> la bolsa que colgaba <strong>de</strong>l ceñidor.<br />
Escapé como pu<strong>de</strong>, improvisando. Sólo éramos unos griegos, <strong>de</strong> paso hacia el<br />
norte, y empeñados en ver mundo...<br />
Supongo que me creyó. En este tipo <strong>de</strong> locales era peligroso hablar más <strong>de</strong> la<br />
cuenta. Los espías <strong>de</strong> Roma, y también los numerosos confi<strong>de</strong>ntes <strong>de</strong> los<br />
tetrarcas, menu<strong>de</strong>aban por albergues y estaciones <strong>de</strong> cambio <strong>de</strong> caballerías,<br />
compartiendo mesa y mantel con lugareños y viajeros. En el discurrir <strong>de</strong> la<br />
vida pública <strong>de</strong>l Maestro tendríamos la oportunidad <strong>de</strong> comprobarlo: algunos<br />
<strong>de</strong> estos «infiltrados» se dieron prisa en seguir los pasos <strong>de</strong>l rabí, informando<br />
puntualmente al gobernador, a Filipo, a su hermanastro Antipas y a la crema<br />
<strong>de</strong> las castas sacerdotales <strong>de</strong> cuanto hacía y <strong>de</strong>cía. Lógicamente, ante una<br />
situación así, todos <strong>de</strong>sconfiaban <strong>de</strong> todos. (Flavio Josefo lo apunta en varias<br />
ocasiones. Jerusalén, en concreto, sobre todo bajo el reinado <strong>de</strong> Here<strong>de</strong>s el<br />
Gran<strong>de</strong>, se convirtió en una ciudad en la que sus habitantes procuraban<br />
hablar en voz baja y lo menos posible. Hasta el propio «criado edomita»<br />
-Hero<strong>de</strong>s- se disfrazaba, mezclándose con sus súbditos y escuchando los<br />
comentarios que se hacían sobre él o sobre Roma.)<br />
En este caso, sin embargo, me equivoqué. Por lo que averiguaríamos más<br />
a<strong>de</strong>lante, la jefa <strong>de</strong> la posada <strong>de</strong>l cruce <strong>de</strong> Qazrin no era muy simpatizante,<br />
que digamos, <strong>de</strong> los kittim y, mucho menos, <strong>de</strong> los hijos y here<strong>de</strong>ros <strong>de</strong><br />
Hero<strong>de</strong>s al Gran<strong>de</strong>...<br />
Pero <strong>de</strong> esto me ocuparé a su <strong>de</strong>bido tiempo.<br />
No tuve que interrogarla. Ella misma se presentó. Dijo llamarse Sitio y ser<br />
oriunda <strong>de</strong> Pompeya. Allí, en la hermosa ciudad italiana, regentó un próspero<br />
oshpisa, un hospitium u hospedaje muy popular y reconocido -según sus<br />
palabras- por la fina cerveza <strong>de</strong> Media y las langostas encurtidas en vinagre.<br />
¿Sitio?<br />
El nombre, si no recordaba mal, era <strong>de</strong> varón.<br />
Qué extraño...<br />
Y al fin, este ciego explorador cayó <strong>de</strong>l olivo. Todo encajaba. Los gran<strong>de</strong>s pies,<br />
la voz <strong>de</strong> minero y, naturalmente, la puntiaguda nuez, subiendo y bajando sin<br />
<strong>de</strong>scanso en la laringe...<br />
Pero, discreto, incapaz <strong>de</strong> «lastimarla», me abstuve <strong>de</strong> formular comentario<br />
alguno sobre su sexo.<br />
Animada y agra<strong>de</strong>cida ante la esmerada atención prestada por aquel <strong>de</strong>sconocido<br />
continuó la perorata, haciéndome saber que, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la subida al<br />
po<strong>de</strong>r <strong>de</strong>l maldito «viejecito» (el emperador Tiberio), todo se volvió contra<br />
ella. Los impuestos la ahogaron y los acreedores, finalmente, la forzaron a<br />
huir con lo puesto. Tras una turbulenta estancia en Tiro, don<strong>de</strong> trabajó como<br />
«burrita», intérprete y mesonera, optó por probar fortuna en la Gaulanitis. Y<br />
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