Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
haber.<br />
Al término <strong>de</strong> la oscura y fétida arcada tuve que taparme el rostro. Un humazo<br />
blanco llenaba casi por completo la amplia estancia que hacía las veces <strong>de</strong><br />
cocina, comedor y «salón social». Una sala rectangular <strong>de</strong> ocho por cinco<br />
metros, pésimamente aireada por un par <strong>de</strong> angostas troneras y humillada<br />
por una penumbra crónica.<br />
Escuché gritos y maldiciones. Era la voz <strong>de</strong> esparto <strong>de</strong> la «aparición». Después,<br />
el siseo <strong>de</strong>l agua al ser arrojada sobre el fuego. Y la humareda, poco a<br />
poco, se extinguió. Pero la patrona continuó vociferando, arremetiendo contra<br />
dos jovencitos, responsables, al parecer, <strong>de</strong>l <strong>de</strong>saguisado. Los sirvientes,<br />
acobardados, se retiraron a un extremo <strong>de</strong> la «cocina». Y la mujer, al percatarse<br />
<strong>de</strong> mi presencia, se apresuró a reunirse con este explorador, <strong>de</strong>shaciéndose<br />
en mil excusas y tachando a la servidumbre <strong>de</strong> inútil y bastarda.<br />
Rogó que tomara posesión <strong>de</strong> su casa y, retornando al simulacro <strong>de</strong> cocina, la<br />
vi llenar una jarra.<br />
¡Dios mío! ¿Dón<strong>de</strong> estábamos?<br />
Un largo «mostrador» dividía la sala en dos «ambientes», por llamarlo <strong>de</strong> una<br />
forma caritativa. Era el típico tablero <strong>de</strong> las tabernas y albergues públicos:<br />
una plancha <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> unos seis metros, abierta por cinco puntos y en los<br />
que fueron encajadas otras tantas y panzudas tinajas, ancladas, a su vez, al<br />
pavimento <strong>de</strong> piedra. Al otro lado, al pie <strong>de</strong>l muro que se levantaba frente al<br />
arco <strong>de</strong> entrada, iluminada (?) por las voluntariosas troneras, se distinguía<br />
una caótica sucesión <strong>de</strong> pucheros, fogones <strong>de</strong> hierro, sacos y cestas, jaulas <strong>de</strong><br />
ma<strong>de</strong>ra con pollos y gallinas medio asfixiados, platos, cuencos <strong>de</strong> barro y un<br />
par <strong>de</strong> mesas atestadas <strong>de</strong> hortalizas, hogazas <strong>de</strong> pan moreno y una temible<br />
familia <strong>de</strong> cuchillos, clavada en una superficie húmeda y grasienta.<br />
En lo alto, colgando <strong>de</strong> la <strong>de</strong>scascarillada techumbre, mortificados por insectos<br />
y moscas, goteaban grasa y sangre <strong>de</strong> varios costillares, algunos<br />
cor<strong>de</strong>ros <strong>de</strong>sollados y numerosas ristras <strong>de</strong> un embutido negro y rezumante.<br />
El resto <strong>de</strong>l «ajuar» lo integraban tres larguiruchas mesas <strong>de</strong> pino carrasco,<br />
tan cojas como gastadas por el tiempo y la roña, estratégicamente or<strong>de</strong>nadas<br />
en paralelo en el centro <strong>de</strong>l salón-comedor. Tres lucernas <strong>de</strong> aceite, más<br />
voluntariosas, si cabe, que las troneras, combatían con un amarillo oscilante<br />
la <strong>de</strong>nsa y pesada penumbra.<br />
La mujer insistió. Tomé asiento y, <strong>de</strong> un trago, apuré el vaso <strong>de</strong> tinto caliente<br />
que acababa <strong>de</strong> escanciar. La verdad es que lo necesitaba.<br />
Sonrió complacida, sirviendo una segunda ronda. Traté <strong>de</strong> rechazarla, pero,<br />
sagaz e intuitiva, advirtiendo que se hallaba frente a un extranjero, <strong>de</strong>jó a un<br />
lado el arameo galalaico y, expresándose en una koiné impecable, anunció sin<br />
ro<strong>de</strong>os:<br />
-El vino es gratis...<br />
Y, curiosa, sin el menor pudor, inició un bombar<strong>de</strong>o <strong>de</strong> preguntas, intere-<br />
153