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Caballo de Troya 6 - IDU

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Los pies, <strong>de</strong>scalzos y sucios, me parecieron raros. Enormes para una mujer.<br />

Largos como tumbas <strong>de</strong> filisteos...<br />

Pero, torpe y lento <strong>de</strong> reflejos, no caí en la cuenta.<br />

La grotesca danza, al son <strong>de</strong>l insufrible toque <strong>de</strong> castañuelas, concluyó al fin<br />

con una violenta reverencia. Aquél, sin embargo, no era su día...<br />

Al inclinarse, rozando el suelo con los ensortijados y largos cabellos rubios, la<br />

«melena» se <strong>de</strong>spegó, precipitándose contra el pavimento.<br />

Mi compañero no lo resistió. Y las carcajadas retumbaron en el patio, siendo<br />

puntualmente correspondidas por unos no menos inoportunos rebuznos. Los<br />

asnos, en efecto, eran más inteligentes <strong>de</strong> lo que suponíamos.<br />

La anfitriona, aturdida, rescató la peluca, encasquetándosela en un cráneo<br />

mondo y lirondo.<br />

Nos miró <strong>de</strong>safiante. Con dureza.<br />

Pero Eliseo, rápido, rectificó, replicando con otra ceremoniosa inclinación <strong>de</strong><br />

cabeza.<br />

Sudorosa y rendida, aceptó el cumplido. Sonrió <strong>de</strong> nuevo y, guiñando un ojo,<br />

nos felicitó por haber escogido su casa. La voz, cuadrada y profunda como el<br />

pozo, me <strong>de</strong>scolocó. Pero seguí en las nubes...<br />

Los goterones <strong>de</strong> sudor, <strong>de</strong>scolgándose por el estrecho y huesudo rostro,<br />

terminaron <strong>de</strong> aguarle la fiesta. Inmisericor<strong>de</strong>s, se llevaron por <strong>de</strong>lante el azul<br />

que sombreaba los ojos y el rojo cinabrio que explotaba en los labios.<br />

Dio media vuelta y, dando por hecho que aceptábamos la invitación, provocadora,<br />

recreándose en unos bien estudiados movimientos <strong>de</strong> ca<strong>de</strong>ras, se<br />

alejó hacia el edificio.<br />

El ingeniero preguntó.<br />

¿Qué hacíamos?<br />

Me sentí atrapado.<br />

Dormir en aquel lugar no figuraba en los planes. Sin embargo, el lógico<br />

cansancio y los kilómetros que nos separaban <strong>de</strong>l lago Hule me hicieron<br />

dudar.<br />

Parlamentamos.<br />

A mi amigo, la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> suspen<strong>de</strong>r la marcha le pareció positiva. Al día siguiente,<br />

con el frescor <strong>de</strong>l amanecer, recuperaríamos el tiempo perdido.<br />

¿Tiempo perdido?<br />

El Destino sonrió burlonamente. Por supuesto, nos esperaba en el interior...<br />

Acepté. Me hice cargo <strong>de</strong>l petate <strong>de</strong> mi compañero y, resignado, dirigí los<br />

pasos hacia el arco por el que acababa <strong>de</strong> <strong>de</strong>saparecer la «danzarina». Eliseo<br />

regresó al exterior, a la búsqueda <strong>de</strong>l pelirrojo.<br />

¡Dios bendito!<br />

En cuestión <strong>de</strong> posadas no lo había visto todo...<br />

Aquélla superaba la suciedad y la miseria <strong>de</strong> cuantas figuraban en nuestro<br />

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