Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
al percatarse <strong>de</strong> la presencia y <strong>de</strong> la insistencia <strong>de</strong> mi hermano por llegar al<br />
interior <strong>de</strong>l círculo, se revolvieron contra él y, confundiéndole con uno <strong>de</strong> los<br />
integrantes <strong>de</strong> la caravana, la emprendieron a golpes, empellones y patadas,<br />
<strong>de</strong>rribándolo.<br />
El cielo quiso que la «piel <strong>de</strong> serpiente» lo protegiera, que este explorador,<br />
rápido como el rayo, pulsara los ultrasonidos, <strong>de</strong>jando a tres <strong>de</strong> ellos fuera <strong>de</strong><br />
combate en cuestión <strong>de</strong> segundos.<br />
Atónito, sin saber qué hacer ni a dón<strong>de</strong> mirar, el resto retrocedió, incapaz <strong>de</strong><br />
articular palabra. Gritos, improperios y amenazas cesaron al punto, quedando<br />
en el aire la zarabanda <strong>de</strong> negros y asnos y, por supuesto, un «protagonista»:<br />
un miedo colectivo e insuperable.<br />
Ayudé a mi compañero y crucé con él una significativa mirada. Asintió con la<br />
cabeza. Se encontraba bien y convenía alejarse <strong>de</strong>l lugar lo antes posible. No<br />
<strong>de</strong>bíamos tentar la suerte.<br />
Pero las sorpresas acababan <strong>de</strong> empezar...<br />
Eliseo, al <strong>de</strong>scubrirlo, olvidó la consigna. Y se precipitó sobre él. Yo, tan<br />
<strong>de</strong>sconcertado como el ingeniero, no supe reaccionar.<br />
¡Dios bendito!<br />
Aquello era lo último que hubiera imaginado...<br />
Lancé una mirada a los pasmados y silenciosos ven<strong>de</strong>dores. Parecían estatuas.<br />
Pero no podía fiarme. En cuestión <strong>de</strong> minutos, los exánimes compañeros<br />
volverían en sí y Dios sabe qué ocurriría...<br />
Retrocedí <strong>de</strong>spacio, sin per<strong>de</strong>rles la cara, y fui a incorporarme al trío que<br />
integraban Eliseo, un altísimo individuo <strong>de</strong> casi dos metros, igualmente<br />
arrodillado en mitad <strong>de</strong> la negra senda, y la «causa» <strong>de</strong> aquel <strong>de</strong>sbarajuste.<br />
El gigante, vivamente compungido, sin po<strong>de</strong>r contener el llanto, movía el<br />
cuerpo sin cesar hacia a<strong>de</strong>lante y hacia atrás, alternando las lágrimas con<br />
cortos y agudos gemidos.<br />
Mi hermano, suplicante, hizo un gesto para que interviniera. Y lentamente,<br />
sosteniendo el extremo superior <strong>de</strong>l cayado, sin <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> controlar a los galileos,<br />
me incliné sobre la «víctima».<br />
-¿Está muerto?<br />
El espigado y lloriqueante hombre, entendiendo el arameo <strong>de</strong> mi compañero,<br />
arreció en sus lamentos.<br />
Busqué el pulso. Algo lento, pero normal. E inspeccionando la cabeza traté <strong>de</strong><br />
hallar algún signo <strong>de</strong> posible fractura.<br />
Negativo. Sólo la espalda presentaba algunas equimosis, provocadas por la<br />
extravasación <strong>de</strong> la sangre bajo la piel. Aparentemente, unos e<strong>de</strong>mas locales<br />
<strong>de</strong> escasa relevancia.<br />
Interrogué al <strong>de</strong>sconsolado individuo y, entre gimoteos e incontenibles hipos,<br />
creí enten<strong>de</strong>r que uno <strong>de</strong> sus asnos lo había arrollado y pisoteado. Al parecer,<br />
no vio llegar la reata y el niño cayó bajo las pezuñas <strong>de</strong>l animal que ahora<br />
144